María Cristina de Orive, enfermera en la División AzulLas enfermeras, entre las que se incluían damas auxiliares de sanidad militar, cuerpo creado por Mercedes Milà —familia de los populares periodistas—, y componentes de la sección femenina de Falange, se instalaron al llegar a la Unión Soviética en hospitales militares donde atendieron como pudieron la avalancha de heridos y congelados (para ellos había “puestos de calentamiento”) que como una doliente riada sin fin provenía del frente. Vestían uniforme militar —diseñado por Balenciaga—. Ser enfermera en aquella despiadada guerra no era ninguna bicoca. Ambos bandos ignoraban las convenciones y liquidaban sin escrúpulo alguno al personal sanitario cuando se presentaba la ocasión. Mi tío abuelo, alférez divisionario, me explicó en cierta ocasión el episodio en que una unidad rusa se infiltró tras sus líneas y aniquiló un hospital de campaña hasta el último miembro, incluidos los heridos, cosa que ellos les hicieron pagar a los rusos atacando sin cuartel una posición enemiga al arma blanca.
Cuando las cosas se pusieron especialmente duras, De Orive (Madrid, 1919) fue trasladada con las demás enfermeras a los países bálticos y a Alemania. Estuvo en los hospitales de Porchow y Königsberg, donde ejerció hasta el verano de 1942. Entonces regresó a Madrid, donde continuó trabajando de enfermera. En 1946 se casó con Agustín Payno Mendicoague, un médico traumatólogo y divisionario como ella que había servido de sargento-médico en la 1ª Compañía de Antitanques de la división y fue incluso autor de la música de varias canciones como Gibraltar, Gibraltar, cubre tu pecho —de medallas, imagino— o el himno de su propia unidad. De Orive tuvo nueve hijos, y según los que la conocían era una gran lectora, aficionada a las plantas y a la fotografía y colaboradora de la parroquia de su barrio.












