A sus 99 años, el brigadier general Mayhew "Bo" Foster recuerda perfectamente la misión que le dio renombre en la Segunda Guerra Mundial: el traslado en una avioneta biplaza del líder nazi Hermann Goering de los Alpes austríacos a una base estadounidense en Alemania.

El capitán Bo Foster tenía encomendada una misión extraordinaria: trasladar al jerarca nazi Hermann Goering en una avioneta a la sede del Séptimo Ejército estadounidense en Alemania para que fuera interrogado.
Con una sola mirada a quien fuera considerado el heredero de Adolfo Hitler y comandante de la aviación - la temida Luftwaffe - con sus 136 kilos largos (300 libras) de peso, se dio cuenta de que necesitaba un avión más grande.
Era el 9 de mayo de 1945, al día siguiente de concluir la Segunda Guerra Mundial en Europa. Goering, Foster y un grupo de oficiales de la 36ta División del Ejército se reunieron en una pequeña pista aérea en las afueras de Kitzbuhel, Austria, para trasladar nuevamente a Alemania al prisionero de guerra en un avión de reconocimiento desarmado y de dos plazas.
"Querían trasladarlo donde pudiera ser interrogado. Corrían rumores de que en una montaña de los Alpes, en Baviera, había una concentración de militares" alemanes, dijo Foster. "Actuó como si se tratara de un viaje amistoso y placentero".
Mayhew "Bo" Foster, ahora de 99 años y residente de un hogar para ancianos en Montana, narró recientemente su encuentro con el más buscado de los jerarcas nazis. Foster llegó al rango de brigadier general de la Guardia Nacional de Montana y recibió la Legión de Honor francesa por sus servicios en la Segunda Guerra Mundial, pero fue esta misión la más destacada de una ilustre carrera militar.
Antes de ser capturado, Goering escribió una carta al general Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo en Europa de las Fuerzas Aliadas, en la que le ofrecía su colaboración sobre las condiciones de rendición del ejército alemán, según el relato de la captura del Mariscal del Aire nazi por el brigadier general Robert Stack, en poder de la Asociación de la 36ta División de Infantería.
Tras recibir la carta, Stack y un grupo de soldados acudieron desde la base de la división cerca de Kitzbuhel e interceptaron en Alemania un convoy en el que viajaba Goering, su esposa, hija, cuñada, varios sirvientes y ayudantes militares, según el relato.
Goering acordó rendirse incondicionalmente pero pidió que su familia recibieran buen trato, y el jerarca nazi fue entregado a Foster para que lo transportara al día siguiente.
Foster, a la sazón de 33 años, dijo que no tenía miedo a ser abatido en un biplaza con Goering, sin armas y sin escolta. Ni le preocupaba la posibilidad de que el prisionero intentara apoderarse del aparato.
El problema principal era despegar con ambos a bordo: el Piper L4 que pilotaba Foster en sus misiones de reconocimiento no podía con ambos. Empero, la división disponía solamente de esa pequeña pista que era suficiente para la avioneta de Foster, pero no para aparatos mayores.
Ambos pasaron el vuelo de 55 minutos entre Kitzbuhel y la población alemana de Augsburgo, conversando en una mezcla de alemán e inglés. Foster dijo que Goering evitó toda conversación sobre Hitler o la guerra pero al parecer disfrutó señalarle los lugares por los que pasaron.
"Actuó como si fuera un guía turístico, o que era yo el que iba en la guía turística y el me enseñaba dónde creció", contó Foster. "Tenía una (pistola del) 45 en un hombro, pero él no podía alcanzarla. Empero, tampoco yo porque tenía que usar mis dos manos para controlar el avión".
Dijo que Goering era inteligente, amistoso y ocurrente. Hizo incluso un chiste cuando Foster le preguntó cuándo comenzó a fabricar Alemania aviones reactores de combate. "Demasiado tarde", respondio Goering, según Foster.
Tras aterrizar, Foster le pidió al pasajero que firmara un manifiesto de vuelo en blanco. El prisionero escribió "Hermann Goering Reichsmarschall". Foster dobló el documento y lo metió en un bolsillo.
Goering fue juzgado por los aliados en Nuremberg, y al año siguiente fue declarado culpable de crímenes de guerra.
Fue sentenciado a la horca, pero se suicidó al tragar una cápsula de cianuro.
Fuente: http://www.elnuevoherald.comCon una sola mirada a quien fuera considerado el heredero de Adolfo Hitler y comandante de la aviación - la temida Luftwaffe - con sus 136 kilos largos (300 libras) de peso, se dio cuenta de que necesitaba un avión más grande.
Era el 9 de mayo de 1945, al día siguiente de concluir la Segunda Guerra Mundial en Europa. Goering, Foster y un grupo de oficiales de la 36ta División del Ejército se reunieron en una pequeña pista aérea en las afueras de Kitzbuhel, Austria, para trasladar nuevamente a Alemania al prisionero de guerra en un avión de reconocimiento desarmado y de dos plazas.
"Querían trasladarlo donde pudiera ser interrogado. Corrían rumores de que en una montaña de los Alpes, en Baviera, había una concentración de militares" alemanes, dijo Foster. "Actuó como si se tratara de un viaje amistoso y placentero".
Mayhew "Bo" Foster, ahora de 99 años y residente de un hogar para ancianos en Montana, narró recientemente su encuentro con el más buscado de los jerarcas nazis. Foster llegó al rango de brigadier general de la Guardia Nacional de Montana y recibió la Legión de Honor francesa por sus servicios en la Segunda Guerra Mundial, pero fue esta misión la más destacada de una ilustre carrera militar.
Antes de ser capturado, Goering escribió una carta al general Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo en Europa de las Fuerzas Aliadas, en la que le ofrecía su colaboración sobre las condiciones de rendición del ejército alemán, según el relato de la captura del Mariscal del Aire nazi por el brigadier general Robert Stack, en poder de la Asociación de la 36ta División de Infantería.
Tras recibir la carta, Stack y un grupo de soldados acudieron desde la base de la división cerca de Kitzbuhel e interceptaron en Alemania un convoy en el que viajaba Goering, su esposa, hija, cuñada, varios sirvientes y ayudantes militares, según el relato.
Goering acordó rendirse incondicionalmente pero pidió que su familia recibieran buen trato, y el jerarca nazi fue entregado a Foster para que lo transportara al día siguiente.
Foster, a la sazón de 33 años, dijo que no tenía miedo a ser abatido en un biplaza con Goering, sin armas y sin escolta. Ni le preocupaba la posibilidad de que el prisionero intentara apoderarse del aparato.
El problema principal era despegar con ambos a bordo: el Piper L4 que pilotaba Foster en sus misiones de reconocimiento no podía con ambos. Empero, la división disponía solamente de esa pequeña pista que era suficiente para la avioneta de Foster, pero no para aparatos mayores.
Ambos pasaron el vuelo de 55 minutos entre Kitzbuhel y la población alemana de Augsburgo, conversando en una mezcla de alemán e inglés. Foster dijo que Goering evitó toda conversación sobre Hitler o la guerra pero al parecer disfrutó señalarle los lugares por los que pasaron.
"Actuó como si fuera un guía turístico, o que era yo el que iba en la guía turística y el me enseñaba dónde creció", contó Foster. "Tenía una (pistola del) 45 en un hombro, pero él no podía alcanzarla. Empero, tampoco yo porque tenía que usar mis dos manos para controlar el avión".
Dijo que Goering era inteligente, amistoso y ocurrente. Hizo incluso un chiste cuando Foster le preguntó cuándo comenzó a fabricar Alemania aviones reactores de combate. "Demasiado tarde", respondio Goering, según Foster.
Tras aterrizar, Foster le pidió al pasajero que firmara un manifiesto de vuelo en blanco. El prisionero escribió "Hermann Goering Reichsmarschall". Foster dobló el documento y lo metió en un bolsillo.
Goering fue juzgado por los aliados en Nuremberg, y al año siguiente fue declarado culpable de crímenes de guerra.
Fue sentenciado a la horca, pero se suicidó al tragar una cápsula de cianuro.