Benito Bermejo conserva el hábito del clásico detective que olfatea una pista, indaga en los archivos, interroga a los testigos y, si acaso estos han fallecido, pregunta a sus familiares por algún recuerdo. Durante 20 años ha investigado cuanto sucedió a los 9.200 españoles deportados en los campos de exterminio nazis. Sobre todo en Mauthausen (Austria), del que hoy se cumplen 70 años de su liberación. Ha desenmascarado a impostores, ha verificado miles de identidades y ha descubierto detalles ocultos durante décadas.

Bermejo no es un historiador al uso, algo que se advierte a primera vista y no solo porque se desplace en bicicleta durante todas las estaciones del año (4.000 kilómetros anuales le contemplan, según sus cálculos). No es profesor, no disfruta de un puesto de trabajo estable en una institución pública o privada. No vive de un salario. Es autónomo y, sobre todo, es independiente: a nadie tiene que dar cuentas de sus investigaciones. Ha vivido de becas de investigación durante algún tiempo, ha dado clases de español en Francia durante un año, y se ha curtido como investigador para la realización de documentales. Ese es su currículo. Padre de dos hijas, está casado con una funcionaria que trabajó siete años en un archivo. En una frase sintetiza lo que fue esa experiencia para su mujer: “En todo ese tiempo, su jefe solo se dirigió a ella una vez”.
Hombre especialmente modesto, Bermejo no polemiza, ni busca el abrazo de la prensa, pero quien quiera corroborar algún detalle de lo sucedido en Mauthausen debe pasar por Bermejo. No hay anécdota, detalle, fotografía, no hay superviviente o caído en los campos, que no haya pasado por su escrutinio. Ahí está su obra Memorial (en colaboración con la historiadora Sandra Checa), un volumen seco, inmenso (580 páginas), tremendo y tan austero que vive de tres adjetivos: fallecido (F), evadido (E) y liberado (L), donde están registrados nombre, apellidos, procedencia y destino de los 7.200 españoles deportados a Mauthausen.
Formado en la Universidad de Salamanca, donde preparó en 1989 una tesina sobre el aparato de propaganda del primer franquismo, Bermejo disfrutó de una beca francesa para dar clases de español en Francia. Y allí fue donde tomó contacto con el exilio español y con el testimonio de los deportados en los campos nazis. Conoció a los primeros testigos y empezó a darse cuenta de que no había un relato riguroso de lo que sucedió con los españoles: testimonios interesados unos, contradictorios otros, obras sin contrastar, y, finalmente, también algunas historias falsas.
Noticia completa:
El Pais
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