
Su plan consistía en conseguir provocar la inflación e inestabilidad económica de países enemigos, como el Reino Unido, algo que sin lugar a dudas haría caer a su gobierno y facilitaría el triunfo alemán en la guerra.
Para ello falsificarían una cantidad desorbitante de billetes de libras esterlinas y, entre otras cosas, las utilizarían para financiar proyectos del Tercer Reich, pagar a sus servicios de espionaje y contraespionaje en el extranjero e incluso lanzarían una buena cantidad de billetes sobre la población británica, con el convencimiento de que aquellos que los encontrasen y recogiesen no irían corriendo a devolverlos a las autoridades, sino a gastárselos.
El plan de Heydrich era una idea brillante, que además contaba con el apoyo y entusiasmo de Heinrich Himmler, el hombre que lideraba las SS y uno de los más cercanos a Adolf Hitler. Pero para el Führer éste no fue un plan prioritario, por lo que quedó guardado en un cajón a la espera de poder llevarlo a cabo más adelante.
No fue hasta finales de 1941 cuando el proyecto volvió a resurgir y recibió el visto bueno de la cúpula nazi, instando a su ideólogo a poner en marcha todo el dispositivo con el que lograrían falsificar millones de billetes de curso legal británicos y con ello hundir su economía.
Heydrich, que en aquellos momentos estaba al frente del Protectorado de Bohemia y Moravia, no podía hacerse cargo del plan, por lo que designó al coronel Bernhard Krüger como máximo responsable de la operación, dejándole manos libres para contar con la ayuda y trabajo de todos aquellos expertos en falsificación que le hicieran falta y sin tener en cuenta su origen étnico o religioso, inclso si se encontraban presos en algún campo de concentración. Tan solo debía reunirlos, formar un compacto grupo de trabajo y ponerlos manos a la obra.
Bernhard consiguió reunir a un total de 142 hombres, la mayoría de ellos falsificadores de origen judío, y los trasladó al campo de concentración de Sachsenhausen, donde dispusieron de unas comodidades y privilegios con las que no contaban el resto de prisioneros.
El plan se bautizó como ‘Operación Bernhard’ y rápidamente se pusieron a trabajar en intentar copiar a la perfección papel moneda de 5, 10, 20 y 50 libras esterlinas. Si algo tenían en contra era el tiempo, así que debían ser lo más precisos posible, pero también rápidos.
En poco más de dos años este grupo de hábiles falsificadores habían conseguido copiar a la perfección cerca de nueve millones de billetes, cuyo valor aproximado rondaba los 135 millones de libras esterlinas. El objetivo era alcanzar los 150 millones, por lo que se temieron que en cuanto lo alcanzasen se desintegraría el grupo de trabajo y se les acabaría los privilegios con los que estaban contando.
[right]http://s2.subirimagenes.com/otros/previ ... comand.jpg[/right]Bernhard Krüger también era partidario de ralentizar el modo de trabajo, pues también se temía que tras esa exitosa operación podría ser enviado a comandar alguna otra, pero esa vez en el frente bélico, algo que no le apetecía para nada. Así que se pusieron todos de acuerdo para bajar el ritmo de trabajo.
Mientras que la mayoría de los billetes estaban almacenados en un lugar seguro, una gran cantidad de esas libras esterlinas comenzaron a circular por diversos puntos de Europa. Con ello se financiaban operaciones de espionaje en otros países, entre ellos España.
Era tan perfecta la falsificación que incluso el propio Banco de Inglaterra fue incapaz de detectar los billetes falsos y, tras saber que estaba circulando gran cantidad de ellos, intentó quitar de circulación todos los billetes emitidos hasta el momento, cambió los números de serie e incluso las marcas de agua y el tipo de papel utilizado. Pero para poder deshacerse de todo ese dinero falso se necesitarían muchos meses, un tiempo del que apenas disponían. Lo único que jugaba a favor de los británicos era que la guerra estaba prácticamente llegando a su fin y que el triunfo Aliado sería inminente.
Desde los mandos nazis se quería más celeridad en la operación Bernhard e incluso se les encargó que confeccionasen también billetes de dólares, pero éstos eran mucho más complicados de falsificar y les llevaría muchísimo más tiempo.
El asedio aliado sobre Alemania obligó a paralizar la operación e intentar buscar otra ubicación donde esconder los billetes y montar el centro de trabajo en el que seguir falsificando billetes. El lago Toplitz, en los Alpes austriacos, fue el lugar elegido donde trasladar toda esa infraestructura. Los nazis seguían convencidos que pudiendo distribuir adecuadamente los billetes falsificados conseguirían hundir la economía británica.
No les falto ganas, pero sí tiempo y una de las operaciones más ingeniosas realizadas por la Alemania nazi quedó finalmente en agua de borrajas. Muy posiblemente, de no haberse ralentizado el trabajo y se hubiese distribuido los billetes falsificados en los plazos inicialmente pensados la historia del final de la IIGM habría sido algo diferente.
Tras la detención de la mayoría de los mandos nazis, Bernhard Krüger no recibió una condena excesivamente dura, debido a las declaraciones favorables hacia él que realizaron todos los prisioneros que tuvo a su cargo durante la operación Bernhard. Tan solo pasó tres años en prisión y se sometió a un comité de desnazificación, que lo absolvió de todos los posibles cargos y delitos cometidos durante el Tercer Reich.
Fuente: https://es.noticias.yahoo.com/blogs/cua ... 15581.html