La deficiente movilización económica por parte de Alemania
Publicado: 09 10 2024 10:01
A diferencia de sus contrincantes, Alemania movilizó su economía para lo que se denomina “guerra total” de manera demasiado tardía. La economía de la guerra total, que halló su máxima expresión en la Unión Soviética durante la Gran Guerra Patriótica, busca aumentar al máximo y en detrimento de la economía de consumo, la producción de bienes militares. Toda empresa, fábrica e industria es redirigida al esfuerzo bélico, cuyo proceso y producción son transformados de bienes de consumo a bienes militares. Por ejemplo, una fábrica de tela que suministraba a una tienda de ropa civil, fabrica ahora tela para uniformes militares. Requiere la imposición a la población de un racionamiento de todo tipo de bienes de consumo, incluida la comida.
En el bando aliado, las economías iniciaron esa transición de una economía de paz a una de guerra ya desde su entrada en la misma. Alemania, por otro lado, no lo hizo (véase el Apéndice A para saber por qué).
Este fue un error grotesco por parte de Alemania. De haberse comenzado a movilizar seriamente para la guerra total en Septiembre de 1939, o a lo sumo en Diciembre de 1941, la URSS, como se vio en las cifras dadas a lo largo del ensayo, habría sido superada en la producción de todo tipo de armas.
Para comprender su falta de movilización económica, léase el siguiente extracto escrito por Martin Kitchen en su libro “Speer”:
“John Kenneth Galbraith publicó un artículo en 1945 intentando explicar por qué Alemania había perdido la guerra. Su respuesta fue simple: Alemania había sido lenta a la hora de movilizar su industria para una economía de guerra. Antes de la guerra las cifras habían sido falsificadas para crear la impresión de que el país estaba armado hasta los dientes. En 1940 Gran Bretaña superó a Alemania en la producción tanto de tanques como aviones, y lo hizo nuevamente en 1941. El consumo civil en Alemania se redujo un mero 10% en 1940 y nuevamente en 1941. Con la caída de Francia, el liderazgo, pensando que la guerra ya estaba ganada… redujo la producción de armamentos. Confidente de que la operación Barbarroja acabaría en 4 meses, ninguna preparación fue hecha para una campaña prolongada. Incluso a pesar de que la wermacht se encontraba contra una oposición tenaz en condiciones invernales, la producción de armamentos se redujo aún más. Para Diciembre de 1941, un 30% menos de armas fue producida que en Julio del año anterior. Con el ejército frenado ante Moscú y la operación Barbarroja en ruinas, los alemanes, bajo el liderazgo forzado de Albert Speer, finalmente iniciaron el negocio serio de la producción de guerra. La producción aumentó a pesar del bombardeo aliado, pero incluso en esos momentos el consumo civil continuó proveyendo un cómodo estándar de vida, con una mera reducción del 20% en comparación al nivel de la pre guerra…” (“Speer”, p. 101)
¿Por qué Alemania no se movilizó a tiempo para la guerra total?
La respuesta a esto se halla al temor por parte de Hitler, justificado tanto como injustificado, de que ocurriera algo similar a lo acontecido en el final de la Gran Guerra, que fueron amotinamientos por parte del ejército y rebeliones por parte del pueblo, propiciados por la baja moral, el hambre producido por el bloqueo británico, y la fatiga de la guerra, que culminaron en una revolución que derrocó al régimen monárquico del Kaiser Guillermo II de la dinastía Hohenzollern. Hitler quería evitar una repetición de tal evento a toda costa. Quiso dar, durante el mayor tiempo posible como lo permitían las circunstancias, la impresión de que la guerra iba bien, e impedir lo más que pudiera que la guerra afectase a la economía civil, todo esto para prevenir el malestar y una desmoralización del pueblo. Desde el punto de vista retrospectivo del que gozaba Hitler, su decisión de no movilizar al pueblo para la guerra total fue no sólo justificable, sino astuta e inteligente. Pero, con el beneficio de la retrospectiva del que gozamos a día de hoy, se puede concluir que no sólo no era justificable, sino que además fue un error grave que le costó la guerra cuando se añade la entrada de Estados Unidos a la misma.
Sabemos hoy que en la Alemania Nacional Socialista jamás hubo nada similar a lo acontecido en Noviembre de 1918. A pesar del inmenso malestar del pueblo, de su fatiga de guerra, de su desprecio hacia la guerra, hacia el partido, y eventualmente hacia el propio Hitler, no hubo revueltas, levantamientos ni manifestaciones contra el régimen. Esto se debió a 2 causas principales:
La primera y más evidente es que, a diferencia del régimen monárquico durante la Primera Guerra Mundial, aunque claramente autoritario, el régimen Nacional Socialista fue uno totalitario, con un control completo sobre la prensa y todos los aspectos de la vida de los alemanes. La obvia consecuencia de esto incluye no sólo la influencia del régimen sobre la población sino la capacidad de terror que podía ejercer sobre la misma en caso de disensión. Para cuando la guerra se tornaba en contra de Alemania, el pueblo estaba ya sencillamente acostumbrado a tener la cabeza agachada.
La Segunda causa fue la impresionante unión que generó en el pueblo alemán la voluntad de luchar hasta el más amargo final, provocado por su temor a lo que ocurriría en una hipotética derrota, explotado al máximo por la propaganda: La esclavización del pueblo, la destrucción de Alemania entendida no sólo como la ruina infraestructural sino también como la desaparición del estado, la venganza por parte de los aliados que, sobre todo los soviéticos, ejercerían sobre el pueblo, etc.
La decisión tomada en Enero de 1943 de aceptar únicamente la rendición incondicional de Alemania, así como el descubrimiento alemán en Septiembre de 1944 de qué era lo que los Aliados pretendían hacerle a Alemania tras la guerra (el infame plan Morgenthau, que de todas formas nunca fue llevado a cabo), y el miedo del pueblo a las represalias por parte de sus enemigos, provocaron en el pueblo Alemán una voluntad colectiva de resistir hasta el más amargo final. De apoyar a Hitler sin importar la situación bélica, pues era el único que se interponía entre ellos, y la muerte.
Aunque todo es posible en un escenario hipotético, concluir que hubiera habido rebeliones civiles, militares o incluso una revolución en Alemania casi en el zénit de la popularidad de Hitler, aun cuando se introdujeran medidas draconianas de manera temprana para la guerra total, es una conclusión muy imprecisa. Probablemente, el pueblo habría hecho lo que históricamente hizo: obedecer.
Por supuesto, el liderazgo alemán en la época no tenía cómo saber que la guerra se alargaría y complicaría tanto, o que el pueblo jamás se rebelaría contra el gobierno ni siquiera ya viviendo en carne y hueso la absoluta miseria de la guerra. Pero la conclusión es la misma: la obsesión de Hitler de evitar perturbar al pueblo tanto como le fuere posible, le costó una ventaja decisiva en la guerra, especialmente tras la entrada de Estados Unidos en la misma.
En el bando aliado, las economías iniciaron esa transición de una economía de paz a una de guerra ya desde su entrada en la misma. Alemania, por otro lado, no lo hizo (véase el Apéndice A para saber por qué).
Este fue un error grotesco por parte de Alemania. De haberse comenzado a movilizar seriamente para la guerra total en Septiembre de 1939, o a lo sumo en Diciembre de 1941, la URSS, como se vio en las cifras dadas a lo largo del ensayo, habría sido superada en la producción de todo tipo de armas.
Para comprender su falta de movilización económica, léase el siguiente extracto escrito por Martin Kitchen en su libro “Speer”:
“John Kenneth Galbraith publicó un artículo en 1945 intentando explicar por qué Alemania había perdido la guerra. Su respuesta fue simple: Alemania había sido lenta a la hora de movilizar su industria para una economía de guerra. Antes de la guerra las cifras habían sido falsificadas para crear la impresión de que el país estaba armado hasta los dientes. En 1940 Gran Bretaña superó a Alemania en la producción tanto de tanques como aviones, y lo hizo nuevamente en 1941. El consumo civil en Alemania se redujo un mero 10% en 1940 y nuevamente en 1941. Con la caída de Francia, el liderazgo, pensando que la guerra ya estaba ganada… redujo la producción de armamentos. Confidente de que la operación Barbarroja acabaría en 4 meses, ninguna preparación fue hecha para una campaña prolongada. Incluso a pesar de que la wermacht se encontraba contra una oposición tenaz en condiciones invernales, la producción de armamentos se redujo aún más. Para Diciembre de 1941, un 30% menos de armas fue producida que en Julio del año anterior. Con el ejército frenado ante Moscú y la operación Barbarroja en ruinas, los alemanes, bajo el liderazgo forzado de Albert Speer, finalmente iniciaron el negocio serio de la producción de guerra. La producción aumentó a pesar del bombardeo aliado, pero incluso en esos momentos el consumo civil continuó proveyendo un cómodo estándar de vida, con una mera reducción del 20% en comparación al nivel de la pre guerra…” (“Speer”, p. 101)
¿Por qué Alemania no se movilizó a tiempo para la guerra total?
La respuesta a esto se halla al temor por parte de Hitler, justificado tanto como injustificado, de que ocurriera algo similar a lo acontecido en el final de la Gran Guerra, que fueron amotinamientos por parte del ejército y rebeliones por parte del pueblo, propiciados por la baja moral, el hambre producido por el bloqueo británico, y la fatiga de la guerra, que culminaron en una revolución que derrocó al régimen monárquico del Kaiser Guillermo II de la dinastía Hohenzollern. Hitler quería evitar una repetición de tal evento a toda costa. Quiso dar, durante el mayor tiempo posible como lo permitían las circunstancias, la impresión de que la guerra iba bien, e impedir lo más que pudiera que la guerra afectase a la economía civil, todo esto para prevenir el malestar y una desmoralización del pueblo. Desde el punto de vista retrospectivo del que gozaba Hitler, su decisión de no movilizar al pueblo para la guerra total fue no sólo justificable, sino astuta e inteligente. Pero, con el beneficio de la retrospectiva del que gozamos a día de hoy, se puede concluir que no sólo no era justificable, sino que además fue un error grave que le costó la guerra cuando se añade la entrada de Estados Unidos a la misma.
Sabemos hoy que en la Alemania Nacional Socialista jamás hubo nada similar a lo acontecido en Noviembre de 1918. A pesar del inmenso malestar del pueblo, de su fatiga de guerra, de su desprecio hacia la guerra, hacia el partido, y eventualmente hacia el propio Hitler, no hubo revueltas, levantamientos ni manifestaciones contra el régimen. Esto se debió a 2 causas principales:
La primera y más evidente es que, a diferencia del régimen monárquico durante la Primera Guerra Mundial, aunque claramente autoritario, el régimen Nacional Socialista fue uno totalitario, con un control completo sobre la prensa y todos los aspectos de la vida de los alemanes. La obvia consecuencia de esto incluye no sólo la influencia del régimen sobre la población sino la capacidad de terror que podía ejercer sobre la misma en caso de disensión. Para cuando la guerra se tornaba en contra de Alemania, el pueblo estaba ya sencillamente acostumbrado a tener la cabeza agachada.
La Segunda causa fue la impresionante unión que generó en el pueblo alemán la voluntad de luchar hasta el más amargo final, provocado por su temor a lo que ocurriría en una hipotética derrota, explotado al máximo por la propaganda: La esclavización del pueblo, la destrucción de Alemania entendida no sólo como la ruina infraestructural sino también como la desaparición del estado, la venganza por parte de los aliados que, sobre todo los soviéticos, ejercerían sobre el pueblo, etc.
La decisión tomada en Enero de 1943 de aceptar únicamente la rendición incondicional de Alemania, así como el descubrimiento alemán en Septiembre de 1944 de qué era lo que los Aliados pretendían hacerle a Alemania tras la guerra (el infame plan Morgenthau, que de todas formas nunca fue llevado a cabo), y el miedo del pueblo a las represalias por parte de sus enemigos, provocaron en el pueblo Alemán una voluntad colectiva de resistir hasta el más amargo final. De apoyar a Hitler sin importar la situación bélica, pues era el único que se interponía entre ellos, y la muerte.
Aunque todo es posible en un escenario hipotético, concluir que hubiera habido rebeliones civiles, militares o incluso una revolución en Alemania casi en el zénit de la popularidad de Hitler, aun cuando se introdujeran medidas draconianas de manera temprana para la guerra total, es una conclusión muy imprecisa. Probablemente, el pueblo habría hecho lo que históricamente hizo: obedecer.
Por supuesto, el liderazgo alemán en la época no tenía cómo saber que la guerra se alargaría y complicaría tanto, o que el pueblo jamás se rebelaría contra el gobierno ni siquiera ya viviendo en carne y hueso la absoluta miseria de la guerra. Pero la conclusión es la misma: la obsesión de Hitler de evitar perturbar al pueblo tanto como le fuere posible, le costó una ventaja decisiva en la guerra, especialmente tras la entrada de Estados Unidos en la misma.