
Fue hijo único de una familia de agricultores, desde pequeño se entendió que no seguiría la tradición paterna de dedicar su vida a los trabajos del campo, al terminar sus estudios primarios rondaba el año 1917, y los Estados Unidos entró en la I Guerra Mundial.
Pyle se presentó de forma voluntaria y tomó entrenamiento como marino, el final de la contienda le impidió combatir. Es entonces que en 1919 se matriculó en la Universidad de Indiana con el objeto de estudiar periodismo. No culminó sus estudios motivado a que en 1923 aceptó un trabajo como reportero en el Laporte Herald.
Dos años más tarde en 1925 contrajo matrimonio con Geraldine Siebolds Jerry, Pyle para ese momento trabajaba para el Washington Daily News, comenzando a escribir una columna diaria relacionada con la aviación.
El matrimonio de Pyle se torno en tragedia, ya para el año 1937 su esposa Geraldine comenzó a padecer de profundas depresiones que la precipitaron a un consumo abusivo de tranquilizantes e igualmente Pyle se sumergió en la bebida. Sin embargo este decidió ayudar a su esposa y ambos se residenciaron en Albuquerque. Pyle profeso un profundo amor a su esposa, Geraldine murió en 1940, lo cual destrozo íntimamente a Pyle. Ese mismo año Ernest Pyle se traslado a Inglaterra para cubrir la Batalla del mismo nombre.
Describió el bombardeo de Londres como «la escena más odiosa y más hermosa que he contemplado nunca».

Durante los años siguientes vendrían la campaña de Sicilia, el salto a la península italiana y, finalmente, el desembarco en Normandía. Al acercarse el momento del desembarco aliado en las playas, tan sólo se permitió que 28 corresponsales de guerra norteamericanos de los 450 afincados en Londres acompañaran a las tropas.
Ernie Pyle fue uno de los seleccionados y sus crónicas estuvieron entre las mejores, allí menciono en una de ellas, lo siguiente: <<Uno no puede menos que emocionarse con la intensidad de nuestra invasión.
Fue audaz y poderosa, una de las mayores epopeyas militares de toda la historia. Espero que podamos alegrarnos de la victoria, pero con humildad, ya que los soldados de todas las nacionalidades enfrentados que han muerto en el campo de batalla de Francia, no querrían que fuese en vano. >>

Podía entrevistar a un general como Omar Bradley o intimar con un piloto pero todos sabían que sus preferencias estaban con la infantería.
Pyle la definió como «los muchachos de barro lluvia helada y viento» y añadió: «Aprenden a vivir sin lo más indispensable. Y a fin de cuentas son los tíos sin los que no se pueden ganar las guerras».
Ese don especial de Pyle fue captado inmediatamente por una franja inmensa de población. Refiriéndose a él, John Steinbeck, el premio Nobel de Literatura, dijo que existían dos guerras. Una era la de los mapas, la estrategia, las divisiones. Ésa era la guerra del general Marshall. La otra era «la guerra de los hombres que añoran el hogar, que son graciosos, violentos, corrientes, que lavan los calcetines en los cascos, se quejan de la comida y lo hacen con humor y dignidad y valor, y ésa es la guerra de Ernie Pyle».
Antes de dejar Europa en 1945 escribió a un amigo diciéndole que aunque intentaba minimizar los riesgos, el suyo era un trabajo que nunca se podía llevar a cabo con una total seguridad. A su esposa le había contado que aunque estaba «muy harto de la guerra y me gustaría dejarla, sin embargo, sé que no puedo».
De haberse marchado a casa, como muchos esperaban, se habría sentido como «un soldado que deserta». El hecho de recibir el Premio Pulitzer o de que el Time lo aclamara como «el corresponsal de guerra más ampliamente leído de América» no parece que supusieran ningún consuelo para él. Sólo deseaba que concluyera aquella inmensa matanza de gente a la que apreciaba.
Su siguiente destino fue el Pacífico. Desembarcó en IeShima al lado de un grupo de marines y allí encontró la muerte a manos de un francotirador.

Así describiría James Tobin años después la manera en que Ernie Pyle, uno de los corresponsales de guerra más famosos de la última contienda mundial, había quedado sin vida merced a la acción de un francotirador japonés en la isla de Okinawa.
Cuando por fin pudieron acercarse un compañero lo fotografió y menciono lo siguiente: << De no ser por un hilo de sangre se hubiera dicho que estaba más dormido que muerto>>.
En sus bolsillos, los marines encontraron el borrador de una columna que pensaba publicar cuando concluyera la guerra. En ella expresaba el horror que sentía tras haber visto «hombres muertos en producción masiva en un país tras otro, mes tras mes y año tras año».
Camaradas de aquellos hombres colocarían en el lugar donde había encontrado la muerte una sencilla placa recordándola: «En este lugar, la 77ª división de infantería perdió a un amigo, Ernie Pyle, 18 de abril de 1945».
Su obra periodística, quedó recogida en cuatro libros sobre la Segunda Guerra Mundial: en Inglaterra ("Ernie Pyle in England", 1941), en África ("Here is your war", 1943), en Europa ("Brave Men", 1944) y en el Pacífico ("Last Chapter", 1946). Estos fueron los únicos libros en cuya elaboración participó directamente.
Existen también recopilaciones de columnas realizadas por otros. David Nichols tiene dos, "Ernie's America" (1989), que recoge algunos de los numerosos artículos de viajes por América que el periodista realizó en los 30, y "Ernie´s War" (1987), antología de sus despachos bélicos.
James Tobin publicó otra antología de estos despachos en su biografía "Ernie Pyle´s War", de 1997.

Fuentes
http://www.elmundo.es/cronica/2001/319/1006764731.html
http://mashpedia.es/Ernest_Pyle
Wikipedia