
Dos bombas fueron el fin en Asia. Una firma de rendición fue el fin en Europa. La historia es así, necesita aferrarse a un hecho concreto para escribirse. Y este 2015 está lleno de esos hitos, de mojones para la memoria. Son los 70 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, de la rendición nazi y las bombas atómicas. Es el centenario del genocidio al pueblo armenio. Son 40 años del fin de la Guerra de Vietnam. Son dos décadas del fin de la Guerra de Bosnia. Y la lista continúa. Cada una de estas efemérides parece estar diciendo algo: la humanidad sigue sin aprender.
No eran monstruos quienes fueron capaces de cremar niños, sino todo hubiera sido una gran fantasía. No estaban locos quienes intentaron quitarle la identidad a millones, su propia condición los hubiera justificado. ¿Quiénes eran los promotores de estas fábricas de la muerte? Para bien o para mal el hombre es el único animal capaz de tropezar dos, y más veces, con la misma piedra. Es el autor de las construcciones más maravillosas y, también, el responsable de las atrocidades más inverosímiles —en distintas escalas, claro—. Por eso en este material nos proponemos hablar de hombres y mujeres. De nosotros.
Cuando en las siguientes páginas el uruguayo Federico Balkanyi hace pública su historia, 70 años después del horror, demuestra que lo ocurrido no es tan ajeno. Es el relato de alguien nacido acá nomás, que bajaba en verano a la playa Pocitos. Cuando Isaac Borojovich vuelve al campo donde fue liberado y participa en un acto junto a gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, comunistas, afrodescendientes, judíos y otras colectividades, corrobora que la enseñanza es universal. Cuando se reconoce a diplomáticos por su heroísmo, y a otros se les reprocha su cobardía, se confirma la frase de Albert Einstein: “El mundo en un lugar demasiado peligroso para vivir… no por quienes hacen mal, sino por quienes dejan que las cosas sucedan”. Pasen y vean...