
Una mujer sirve vino a soldados aliados durante la liberación de Francia. / CARL MYDANS (GETY)
La agencia France Presse volvió 70 años más tarde al pueblo bretón porque sus vecinos habían organizado, por primera vez, una marcha hasta el lugar donde las tres mujeres fueron ahorcadas. El periodista relata que un vecino les explicó que "la omertá había durado ya bastante tiempo". Esta semana se han conmemorado los 70 años del final de la II Guerra Mundial en Europa. Dado que este tipo de celebraciones se producen cada 10 años, será la última vez que asista un número significativo de testigos: aquellos que pueden contar lo que ocurrió de primera mano van desapareciendo lentamente. La brutalidad absoluta del nazismo ha condicionado la forma en que tanto historiadores como Gobiernos se han enfrentado al conflicto, lo que William Styron, el autor de La decisión de Sophie, llamó "el tema más formidable, trágico y desafiante de nuestro tiempo, la negra noche del alma humana cuando millones de inocentes sufrían y morían bajo la dominación total de los nazis". Sin embargo, a lo largo de estos 70 años, la visión del conflicto ha ido cambiando y muchos tabúes, como la tortura pública y el asesinato de tres mujeres inocentes en Monterfil, se han roto.
El sufrimiento de la población civil alemana bajo los bombardeos de los aliados o de civiles franceses durante el Día D, las violaciones masivas de mujeres por el Ejército Rojo, pero también por parte de los soldados estadounidenses —"¿Eran tan malos los americanos como los rusos?", se preguntaba recientemente Der Spiegel tras el impacto provocado por el libro de Miriam Gebhardt sobre este asunto, Cuando llegaron los soldados—, el asesinato de judíos por civiles polacos durante la posguerra —tema especialmente sensible porque Polonia fue uno de los países que más sufrió bajo el terror nazi y el estalinista—, la depuración en Francia y en otros países europeos o los crímenes de guerra que pudieron cometer los militares aliados durante la liberación de Europa son algunas cuestiones delicadas que han tardado mucho tiempo en emerger.
"Tenemos que considerar que su papel fue ambivalente: liberaron Alemania, pero también cometieron crímenes al hacerlo", explica por correo electrónico la profesora Miriam Gebhardt. "Los crímenes fueron estructuralmente los mismos, aunque no se produjeron el mismo número de violaciones por parte de los Ejércitos occidentales que el soviético. Pero en mi libro no pretendo establecer comparaciones, sino narrar que todos los Ejércitos cometieron crímenes", prosigue Gebhardt. Algunos impresionantes relatos literarios, como Una mujer en Berlín (Anagrama), cuya autora es anónima, o Una mujer en el frente, de la húngara Alaine Polcz, que acaba de editar Periférica, habían narrado el calvario que padecieron las mujeres según avanzaba el Ejército Rojo. Pero el asunto no saltó a los titulares hasta que Antony Beevor publicó Berlín 1945: La caída (Crítica) en 2002.
Uno de los autores que se han enfrentado más abiertamente a este tipo de tabúes es el documentalista de la BBC Laurence Rees. Su libro Los verdugos y las víctimas (Crítica) reúne entrevistas con personas que han sufrido pero que también han practicado atrocidades, como el japonés Hajime Kondo, que asesinó prisioneros, o Ken Yuasa, que llevó a cabo experimentos médicos con cautivos en Corea durante los que, confiesa, sus víctimas "murieron de dolor". Pero Rees también entrevista al aviador Paul Montgomery, que bombardeó ciudades llenas de civiles en Japón, o a James Eagleton, que habla sin remordimientos del asesinato de prisioneros. Sobre esto, Beevor dijo en una entrevista con este diario con motivo de la publicación de El día D (Crítica): "El problema es que no tenemos datos precisos y nunca los tendremos, pero me chocó mucho la forma en que, cuando lees entrevistas con soldados estadounidenses, hablaban francamente de ello". El asesinato de prisioneros sí ha ido poco a poco emergiendo en la cultura popular: en segundo plano en la serie Hermanos de sangre, pero directamente en la película de 2014 Corazones de acero.
Los bombardeos masivos que padecieron los alemanes han sido tratados en libros como El incendio. Alemania bajo los bombardeos 1940-1945 (Taurus), de Jörg Friedrich, o, especialmente, Sobre la historia natural de la destrucción (Anagrama), del gran escritor alemán W. G. Sebald, fallecido en 2001. De nuevo, es un horror que tardó mucho en emerger: ante el sufrimiento atroz que provocaron los nazis, resultaba casi obsceno recordar su propio sufrimiento bajo las bombas de los aliados. Miriam Gebhardt explica que "sólo a partir de 2000, Alemania ha sido capaz de lidiar con sus propias víctimas, así como con su responsabilidad, bajo un punto de vista empático".
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