
Dentro de las propagandas realizadas por el nacionalsocialismo se encontraba el libro infantil antisemita "La seta venenosa". Acá les voy a reproducir uno de los capítulos de este libro, en el cual se nota una clara discriminación hacia los judíos. En este caso hacia los médicos judíos. El capítulo se titula: "Qué le ocurrió a Inge en la consulta de un médico judío".
Inge está enferma. Desde hace unos días tiene fiebre y dolores de cabeza pero, con todo, se resiste a ir al medico.
-Bah, por una tontería así no merece irse al medico-decía insistentemente a su madre cuando ésta se lo aconsejaba. Pero un día su madre se indignó tanto que no tuvo mas remedio que obedecer:
Ahora mismo te vas a ver al doctor Bernstein y le dices que te examine bien-le ordenó la madre.
-¿Porque precisamente al doctor Bernstein?¿No sabes que es judío?
Una chica alemana no va a casa de un judío-añadió la muchacha.
La madre se echó a reír.
-No he dicho ninguna inconveniencia-repuso la madre-. Los médicos judíos son como los demás. Me parece que en vuestra BDM (Liga de muchachas alemanas) parloteáis demasiado. Qué podéis saber vosotras de todo esto...
Inge contestó:
-Madre, tu puedes decir lo que quieras, pero no ofendas a la BDM. Y no olvides una cosa: nosotras, las chicas de la BDM, sabemos mas de los judíos que muchos padres. Nuestra guía nos lee todas las semanas un informe sobre esta cuestión. Uno de los últimos día nos ha dicho claramente que ningún alemán debe visitar a un médico judío. Y una muchacha alemana todavía menos. Por una razón, porque los judíos solo buscan echar a perder al pueblo alemán. Por eso muchas chicas que buscan la salud en las consultas de los médicos judíos lo que acaban encontrando es la enfermedad y el oprobio. Si, madre, eso es lo que nos ha dicho nuestra guía y tiene toda la razón.
La madre se inquieto.
-Vaya, pretendéis ser mas listos que los mayores. Lo que te han dicho no es verdad. Mira, Inge, conozco bien al doctor Bernstein y es un médico muy bueno.
-Pero es judío y los judíos son nuestros enemigos mortales.
La madre se enfado aun mas.
-Ya basta, niña. Ahora mismo te vas a casa del doctor Bernstein y santas pascuas, y si no lo haces vas a saber quien soy yo.
La madre acompañó estas palabras con un amenazador ademan de la mano derecha. Inge no quería desobedecer y se marchó. Fue a la consulta del doctor judío Bernstein.
Inge se sentó en la sala de espera del médico. Así tuvo que permanecer largo rato, mientras hojeaba las revistas que había allí, sobre una mesa. Pero estaba tan nerviosa que no pudo leer ni una línea. Pensaba constantemente en lo que había hablado con su madre y en las advertencias de su guía: "Un alemán no puede ir a un médico judío, y una muchacha alemana aún menos. Muchas chicas alemanas que buscaban la salud en la consulta de un médico judío sólo encontraban la enfermedad y el oprobio".
Nada mas entrar Inge en la sala de espera tuvo una experiencia desagradable. De la consulta salia como una especie de sollozo y hasta oyó nítidamente la voz de una chica:
-Señor doctor, déjeme tranquila, se lo ruego.
Luego escuchó la risita provocativa de un hombre. Después se hizo un largo silencio. Todo esto lo había oído Inge con la respiración contenida.
-¿Que estará pasando ahí dentro? -se dijo-. El corazón le latía agitado y sentía las palpitaciones en el cuello. De nuevo le vinieron a la imaginación las advertencias de su guía de la BDM. Inge espero una hora. Tomó una revista y trato de leer algo. De pronto se abrió la puerta e Inge levantó la cabeza. Ante sí tenía al judío. De la boca de Inge se escapó un grito. Llena de terror dejó caer al suelo la revista que tenía en las manos. Horrorizada, dio un salto. Sus ojos se clavaron en la cara del médico judío. Aquel rostro parecía el del demonio. En el centro de ese rostro diabólico destacaba una nariz enorme y retorcida. Tras los cristales de las gafas, brillaban terribles dos ojos de criminal. Sus gruesos labios esbozaban una especie de mueca. Una mueca con la que parecía decir: "Al fin te tengo, muchachita alemana". El judío se aproximo a ella. Sus dedos carnosos se aferraron a uno de los brazos de la muchacha, pero esta se hallaba pronta a reaccionar. Apenas el judío le había echado la zarpa encima, cuando ella le propinó una bofetada en su cara grasienta. Luego dio un salto hacia la puerta y corrió, escaleras abajo, casi sin aliento. A los pocos minutos entraba llorando a su casa. Su madre quedó aterrada al ver el aspecto de su hija.
-Por el amor de Dios, Inge, ¿qué ha ocurrido? -le preguntó.
Tuvo que transcurrir un buen rato hasta que la muchacha pudo articular palabra. Inge contó entonces a su madre lo que había oído y observado en la consulta del medico judío.
Cuando termino, la madre inclinó la cabeza avergonzada:
-Inge, no tenia que haberte enviado a un medico judío. Cuando ya te habías ido estuve reflexionando y me sentí intranquila. Te habría hecho regresar a casa. Tuve el presentimiento de que acaso tuvieras razón.
La madre rompió en sollozos, pero oculto su cara para que su hija no viese que lloraba.
Inge se había serenado, y de nuevo volvió a ser la chica risueña de siempre.
-Madre, siempre has sido muy buena conmigo, y te lo agradezco. Pero ahora te pediría algo: no digas nada mas contra la BDM...
La madre se lo prometió:
-Sé lo que quieres decirme hija mía. Te lo prometo. Reconozco que los mayores tenemos mucho que aprender de vosotros, los chicos.
Inge asintió.
-Tienes razón, madre. Nosotras, las chicas de la BDM, sabemos lo que queremos, aunque vosotros no acabéis de entendernos. Madre, tú me has enseñado muchos refranes y ahora quiero enseñarte yo uno.
Lentamente subrayando las palabras, Inge le recitó a su madre:
-"El demonio ha enviado a nuestro país a los médicos judíos para que, cómo diablos que son, violen a la mujer alemana y su honor. El pueblo alemán desaparecerá si no encuentra el medio de dar a la salud un sentido alemán, encomendándosela a médicos alemanes".