Cuándo la muerte mira los ojos. (1º Parte.)
Publicado: 06 07 2011 00:39
¡Hola a todos!
En los ratos libres que he tenido durante este invierno mientras estaba ausente en el foro por mis estudios, he redactado este relato. Es la 1º Parte, la 2º ya se esta consolidando y seguramente haya una 3º. Es un relato basado en hechos reales pero que difieren de la realidad en la mayorÃa de su extensión.
Espero que os guste y sin más dilación os dejo mis lineas.
[align=center]Cuándo la muerte mira los ojos.[/align][/b]
12 de junio de 1944,
Carentan, Francia
Tras dos dÃas de batalla en el pueblo francés de Carentan las tropas Norteamericanas tomaban posiciones a la infanterÃa Alemana que defendia la población. Dos dÃas después de llegar, todavÃa se podÃa escuchar las explosiones de los obuses bombardeando el perÃmetro Estadounidense, nuestro perÃmetro.
TodavÃa recuerdo con gran exactitud aquellos horrorosos sonidos que aterraban hasta al más valiente de nuestra unidad, ni el Sargento Rivers, el soldado más recio y luchador que he conocido en la guerra, se libraba de aquel espantoso sonido que hoy en dÃa todavia me persigue en mis más oscuras pesadillas.
La noche del 11 de junio nos encontrábamos el Sargento William Rivers, Brian Ó Connor - uno de mis mejores amigos y compañeros-, el capitán Bradley Donovan, mi hermano John Miller y yo Carl Miller, escondidos en una pequeña cafeterÃa casi derruida a causa de los bombardeos. De nuestra unidad solo quedábamos los antes mencionados y Edward Jonson, unos de los mejores francotiradores que poseÃa el ejército desplegado en Francia y que se encontraba en la torre de una iglesia cercana vigilando cualquier ataque Alemán. De pronto nos llegó por radio un avisó de Edward que nos decÃa que se acercaban un oficial de alto rango acompañado de tres oficiales de menor rango, corriendo hacia nuestra posición y perseguido por una patrulla alemana. Nos asomamos a las ventanas y lo vimos. El oficial de alto rango iba vestido de negro con unos galones que se diferenciaban muy bien de los otros tres oficiales que le acompañaban que portaban el gorro caracterÃstico de las tropas Panzer. Detrás de ellos se veÃan a una clara patrulla Nazi, corriendo y disparando a bocajarro; sin dudarlo un segundo, mi hermano -que portaba un Browning M1919- apostado en la planta superior del edificio, abrió fuego contra la patrulla alemana matando a los seis o siete que corrÃan detrás de ellos. Los cuatro oficiales entraron en nuestro edificio y nosotros sacamos nuestras armas y les apuntamos. Nos hablaron en un perfecto inglés, lo que ami no me extrañó mucho ya que estaba imaginando lo que eran. Nos dijeron que eran espÃas Norteamericanos e Ingleses que estaban en una misión que habÃa desarrollado el alto mando Inglés, les preguntamos sus nombres y estos eran los siguientes. El oficial de alto rango se llamaba James Smith, de nacionalidad Estadounidense y natural de Nueva York, el oficial que le seguÃa en rango se llamaba Peter Stewart de nacionalidad Estadounidense y natural de Los Angeles. Los otros dos espÃas se llamaban Andrew y Bob O’Donnell hermanos y de nacionalidad BrÃtanica, naturales de Londres.
Se unieron a nuestro pequeño grupo, lo cual a mi me alegró bastante ya que al ser espÃas ellos podÃan conocer la posición actual de la artillerÃa y de las tropas enemigas. Tras unos cuántos minutos hablando con ellos, nos dieron información privilegiada de donde estaban apostados los Alemanes. Ya era tarde y propuse que nos fuéramos a dormir ya que al dÃa siguiente nos esperaba una larga jornada de batalla, el tercer dÃa de batalla en Carentan.
Tercer dÃa en Carentan
Me levante temprano a causa de una gran estruendo. Un jeep se habÃa estrellado contra el edificio medio derruido de enfrente. Salà a socorrerlo pero llegué tarde, el soldado que lo conducÃa se llamaba John Stewards, cabo del ejercito de tierra. Logré deducirlo por la placa reglamentarÃa que llevaba atada al cuello.
Me dà cuenta de que era todavÃa de noche y que en cualquier momento los nazis podÃan aparecer y acabar con mi vida y con la de mis compañeros. Asà que los desperté para que fuéramos preparándonos para la batalla. Mientras me tomaba en café y un cruasán, un tanto pasado, que habÃa en la cafeterÃa, nos llegó un mensaje por radio que decÃa lo siguiente. "Atención, atención a todas las unidades desplegadas en Carentan, a las 9:45 empezará nuestro ataque sorpresa contra los alemanes, repito a las 9:45 empezará nuestro ataque, los oficiales os darán las órdenes pertinentes para llevar a cabo esta misión".
De pronto apareció el capitan Bradley Donovan, y nos dijo que nos preparáramos para el ataque, por lo que todos cogimos nuestras bandoleras, nuestros cargadores y demás aparejos bélicos. Yo llevaba una Thompson M1A1, un arma que me daba mucha confianza ya que era certera y muy cómoda.
Faltaban cinco minutos para las diez menos cuarto cuando Donovan nos dio la orden de salir y avanzar sigilosamente a través de las estrechas calles del pueblo. Nada más salir se podÃa oler el miedo y la angustia que nos asolaba unos dÃas antes en Omaha. Avanzamos por una callejuela que daba a un patio de una casa, se escuchaba a soldados hablando en alemán, todos hicimos instintivamente lo mismo, revisar nuestras armas; El sargento Rivers sacó su cuchillo y se acerco a un germano que estaba detrás de unas mantas tendidas en el tendedero del patio, le tapó la boca y le clavó el cuchillo en el cuello. Murió desangrado.
Seguimos avanzando y nos metimos dentro de la casa, la primera planta estaba despejada, buscamos las escaleras y subimos cubriéndonos unos a otros hasta llegar a la segunda planta donde habÃa cuatro alemanes hablando por radio y otros dos sentados comiendo un poco de pan que tenÃa untado algo amarillento, seguramente mantequilla. Apunte con mi Thompson a los que operaban la radio, mi hermano apuntó a los que comÃan, se escuchó un grito que dijo muy rápidamente "¡Fuego!", sin dudarlo mi hermano y yo abrimos fuego y cayeron todos en menos de treinta segundos. Comprobamos que todos yacÃan muertos, mientras estaba observando a un soldado alemán, buscando algo que se pudiera aprovechar, apareció un alemán de detrás de la puerta gritando "¡Heil Hitler!" y abrió fuego contra nosotros, respondimos y cayó. Nos dimos cuenta de que nuestro sargento yacÃa herido en el suelo, corrimos a socorrerle, el médico de nuestra unidad Brian, fue el primero en ir, presionó la herida para que no se desangrara, se la desinfecto y le puso morfina para calmar el dolor. El Nazi, le habÃa dado justo en el hombro, no lo podÃa mover, le ayudé a levantarse, lo senté en una silla y estuvimos hablando con el un buen rato. Eran ya las cinco de la tarde y nos retiramos ya que acabó nuestra misión, que era llegar a aquella casa y despejarla de los que operaban la radio.
Y ahora hijo mÃo, soy un hombre de 88 años, con parkinson, que casi no puede dormir por las noches pensando en las personas que murieron en mis manos, en los hijos que se quedaron sin padres por mi culpa, las personas que aún tengo grabadas a fuego en mi mente, esos rostros son imborrables.
Y ahora Jake, hijo, vamos que nos llama mama para comer. Otro dÃa te seguiré contando como sigue mi historia en Francia.
Continuará....
Redactado por JuanJosé R.M
Saludos
Archer
En los ratos libres que he tenido durante este invierno mientras estaba ausente en el foro por mis estudios, he redactado este relato. Es la 1º Parte, la 2º ya se esta consolidando y seguramente haya una 3º. Es un relato basado en hechos reales pero que difieren de la realidad en la mayorÃa de su extensión.
Espero que os guste y sin más dilación os dejo mis lineas.
[align=center]Cuándo la muerte mira los ojos.[/align][/b]
12 de junio de 1944,
Carentan, Francia
Tras dos dÃas de batalla en el pueblo francés de Carentan las tropas Norteamericanas tomaban posiciones a la infanterÃa Alemana que defendia la población. Dos dÃas después de llegar, todavÃa se podÃa escuchar las explosiones de los obuses bombardeando el perÃmetro Estadounidense, nuestro perÃmetro.
TodavÃa recuerdo con gran exactitud aquellos horrorosos sonidos que aterraban hasta al más valiente de nuestra unidad, ni el Sargento Rivers, el soldado más recio y luchador que he conocido en la guerra, se libraba de aquel espantoso sonido que hoy en dÃa todavia me persigue en mis más oscuras pesadillas.
La noche del 11 de junio nos encontrábamos el Sargento William Rivers, Brian Ó Connor - uno de mis mejores amigos y compañeros-, el capitán Bradley Donovan, mi hermano John Miller y yo Carl Miller, escondidos en una pequeña cafeterÃa casi derruida a causa de los bombardeos. De nuestra unidad solo quedábamos los antes mencionados y Edward Jonson, unos de los mejores francotiradores que poseÃa el ejército desplegado en Francia y que se encontraba en la torre de una iglesia cercana vigilando cualquier ataque Alemán. De pronto nos llegó por radio un avisó de Edward que nos decÃa que se acercaban un oficial de alto rango acompañado de tres oficiales de menor rango, corriendo hacia nuestra posición y perseguido por una patrulla alemana. Nos asomamos a las ventanas y lo vimos. El oficial de alto rango iba vestido de negro con unos galones que se diferenciaban muy bien de los otros tres oficiales que le acompañaban que portaban el gorro caracterÃstico de las tropas Panzer. Detrás de ellos se veÃan a una clara patrulla Nazi, corriendo y disparando a bocajarro; sin dudarlo un segundo, mi hermano -que portaba un Browning M1919- apostado en la planta superior del edificio, abrió fuego contra la patrulla alemana matando a los seis o siete que corrÃan detrás de ellos. Los cuatro oficiales entraron en nuestro edificio y nosotros sacamos nuestras armas y les apuntamos. Nos hablaron en un perfecto inglés, lo que ami no me extrañó mucho ya que estaba imaginando lo que eran. Nos dijeron que eran espÃas Norteamericanos e Ingleses que estaban en una misión que habÃa desarrollado el alto mando Inglés, les preguntamos sus nombres y estos eran los siguientes. El oficial de alto rango se llamaba James Smith, de nacionalidad Estadounidense y natural de Nueva York, el oficial que le seguÃa en rango se llamaba Peter Stewart de nacionalidad Estadounidense y natural de Los Angeles. Los otros dos espÃas se llamaban Andrew y Bob O’Donnell hermanos y de nacionalidad BrÃtanica, naturales de Londres.
Se unieron a nuestro pequeño grupo, lo cual a mi me alegró bastante ya que al ser espÃas ellos podÃan conocer la posición actual de la artillerÃa y de las tropas enemigas. Tras unos cuántos minutos hablando con ellos, nos dieron información privilegiada de donde estaban apostados los Alemanes. Ya era tarde y propuse que nos fuéramos a dormir ya que al dÃa siguiente nos esperaba una larga jornada de batalla, el tercer dÃa de batalla en Carentan.
Tercer dÃa en Carentan
Me levante temprano a causa de una gran estruendo. Un jeep se habÃa estrellado contra el edificio medio derruido de enfrente. Salà a socorrerlo pero llegué tarde, el soldado que lo conducÃa se llamaba John Stewards, cabo del ejercito de tierra. Logré deducirlo por la placa reglamentarÃa que llevaba atada al cuello.
Me dà cuenta de que era todavÃa de noche y que en cualquier momento los nazis podÃan aparecer y acabar con mi vida y con la de mis compañeros. Asà que los desperté para que fuéramos preparándonos para la batalla. Mientras me tomaba en café y un cruasán, un tanto pasado, que habÃa en la cafeterÃa, nos llegó un mensaje por radio que decÃa lo siguiente. "Atención, atención a todas las unidades desplegadas en Carentan, a las 9:45 empezará nuestro ataque sorpresa contra los alemanes, repito a las 9:45 empezará nuestro ataque, los oficiales os darán las órdenes pertinentes para llevar a cabo esta misión".
De pronto apareció el capitan Bradley Donovan, y nos dijo que nos preparáramos para el ataque, por lo que todos cogimos nuestras bandoleras, nuestros cargadores y demás aparejos bélicos. Yo llevaba una Thompson M1A1, un arma que me daba mucha confianza ya que era certera y muy cómoda.
Faltaban cinco minutos para las diez menos cuarto cuando Donovan nos dio la orden de salir y avanzar sigilosamente a través de las estrechas calles del pueblo. Nada más salir se podÃa oler el miedo y la angustia que nos asolaba unos dÃas antes en Omaha. Avanzamos por una callejuela que daba a un patio de una casa, se escuchaba a soldados hablando en alemán, todos hicimos instintivamente lo mismo, revisar nuestras armas; El sargento Rivers sacó su cuchillo y se acerco a un germano que estaba detrás de unas mantas tendidas en el tendedero del patio, le tapó la boca y le clavó el cuchillo en el cuello. Murió desangrado.
Seguimos avanzando y nos metimos dentro de la casa, la primera planta estaba despejada, buscamos las escaleras y subimos cubriéndonos unos a otros hasta llegar a la segunda planta donde habÃa cuatro alemanes hablando por radio y otros dos sentados comiendo un poco de pan que tenÃa untado algo amarillento, seguramente mantequilla. Apunte con mi Thompson a los que operaban la radio, mi hermano apuntó a los que comÃan, se escuchó un grito que dijo muy rápidamente "¡Fuego!", sin dudarlo mi hermano y yo abrimos fuego y cayeron todos en menos de treinta segundos. Comprobamos que todos yacÃan muertos, mientras estaba observando a un soldado alemán, buscando algo que se pudiera aprovechar, apareció un alemán de detrás de la puerta gritando "¡Heil Hitler!" y abrió fuego contra nosotros, respondimos y cayó. Nos dimos cuenta de que nuestro sargento yacÃa herido en el suelo, corrimos a socorrerle, el médico de nuestra unidad Brian, fue el primero en ir, presionó la herida para que no se desangrara, se la desinfecto y le puso morfina para calmar el dolor. El Nazi, le habÃa dado justo en el hombro, no lo podÃa mover, le ayudé a levantarse, lo senté en una silla y estuvimos hablando con el un buen rato. Eran ya las cinco de la tarde y nos retiramos ya que acabó nuestra misión, que era llegar a aquella casa y despejarla de los que operaban la radio.
Y ahora hijo mÃo, soy un hombre de 88 años, con parkinson, que casi no puede dormir por las noches pensando en las personas que murieron en mis manos, en los hijos que se quedaron sin padres por mi culpa, las personas que aún tengo grabadas a fuego en mi mente, esos rostros son imborrables.
Y ahora Jake, hijo, vamos que nos llama mama para comer. Otro dÃa te seguiré contando como sigue mi historia en Francia.
Continuará....
Redactado por JuanJosé R.M
Saludos
Archer