Aunque es bastante llamativo leer a un Erwin Rommel criticar a otro, estoy bastante de acuerdo. Sin embargo, hay un detalle que no debe ser olvidado. El sistema de mando alemán, nacido cuando Prusia era un Estado pequeñito con un ejército limitado que tenía la obligación de derrotar a sus enemigos rápida y violentamente, estaba basado en conceptos como la velocidad de desplazamiento, la búsqueda sistemática del flanco y la retaguardia enemigos y la agresividad. Para que estos conceptos pudieran aplicarse sin tener que recorrer toda la cadena de mando y sin sufrir los retrasos que ello conllevaba, se fue abriendo camino el principio de la independencia del comandante subordinado. Este concepto minimizaba todo lo posible la extensión de las órdenes, limitándolas a menudo a la simple identificación del objetivo, y dejaba al jefe subordinado, sobre el terreno, la elección de los medios a implementar para alcanzarlo. Es la llamada Auftragstaktik (muy someramente explicada, por supuesto).
Partiendo de esto, y si bien algunas actitudes siguen sin resultar totalmente deseables ni justificable, se entienden un poco mejor algunas de las acciones de los comandantes alemanes, como los cambios de ruta de Guderian, las profundas penetraciones de Rommel, o la desobediencia de von Richtoffen en lo que al plan de bombardeo de Sedan se refiere, por ejemplo. ¿Cómo se coordinaban los mandos en estas condiciones? Unidad de pensamiento. Tanto los jefes sobre el terreno como los oficiales de estado mayor estaban formados para pensar de un solo modo: agresividad, búsqueda de los flancos, avance hacia sus objetivos… ya lo hemos mencionado. En estas condiciones, no debía ser difícil para los mandos superiores adivinar donde estaba Rommel: en la profundidad del sistema enemigo; o qué haría Guderian: seguir avanzando por el flanco en busca de la retaguardia por el camino de menor resistencia.
¿Podemos considerar "eso" como una campaña de invasión brillante?
Yo creo que sí. Siempre que sea victoriosa. No voy a caer en la facilidad de sostener que el fin justifica los medios, demasiado simple; pero no hay mejor fundamento para una teoría militar que la victoria. Es, desde mi humilde punto de vista, exactamente lo que sucedió con la llamada Blitzkrieg (fuera lo que fuera exactamente, no voy a intentar definirla): Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia, Grecia… La campaña de invasión, por supuesto, dejó de ser “brillante” cuando fracasó, en Rusia.
Y con respecto al Caos como motivo fundamental de la victoria alemana… no me convence y no sé cómo discutirlo, cosa que me frustra bastante, para que nos vamos a engañar.
Una vez me preguntaron por qué me interesaba la historia militar, y tras darle unas cuantas vueltas llegue a la conclusión de que era por la complejidad. La guerra se me antoja como una complejísima máquina llena de piezas: sociedades, armas, moral, suerte, individuos, geografía, clima, objetivos, tecnología, doctrina… etc.; todas las cuales interactúan unas con otras de infinitas maneras, sin que puedan establecerse reglas concretas, ni haya un orden definido que podamos identificar. En resumen, y poniéndome excesivamente filosófico, la guerra es un caos, y en consecuencia, el caos ha de ser, necesariamente, tanto el motivo de la victoria como el de la derrota. Por eso, supongo me desazona un tanto la respuesta del camarada Erwin Rommel; y porque en general suelo buscar la pieza de la máquina cuyo engarce con las demás y rendimiento, por ser superior o inferior a lo previsto, o a lo deseado, provoca la victoria o la derrota. Aunque sin duda, como también di a entender anteriormente, una sola pieza no puede tampoco ser individualmente determinante.
Pasando ahora al comentario de Toryu, debo decir que me parece bastante interesante porque nunca había colocado a Rundstedt en semejante lugar, y he tenido que repasar un poco.
¿Qué he encontrado?
Para empezar, el modo en que se dejó “engañar” por Halder cuando Manstein, a la sazón su Jefe de Estado Mayor, se estaba dedicando, con su beneplácito, a insistir en su versión del plan Amarillo. Halder –que se oponía- propuso que, dado que generales con menor antigüedad estaban recibiendo el mando de tropas, Manstein tenía que recibir un cuerpo de ejército. Y, también con el beneplácito de Rundstedt, Manstein fue trasladado. Aunque al final consiguió que su plan llegara hasta Hitler, nunca tuvo ocasión de participar en él.
Posteriormente, influido por von Sodenstern, su nuevo jefe de Estado Mayor, que veía en el plan de Manstein un sacrificio inútil de la fuerza blindada, Rundstedt empezó a dudar del plan y le retiró su apoyo. Así, el 21 de febrero indicó al alto mando del Heer que ya no le parecía “oportuno el empleo de los blindados en el primer combate” (Frieser 112); y posteriormente propuso una solución de compromiso que lastraría buena parte de la campaña: si los blindados conseguían mantenerse por delante de la infantería, el Gruppe Kleist mantendría su independencia, si la infantería los alcanzaba, el Gruppe sería desmembrado y sus unidades puestas bajo el mando de los cuerpos de ejército de infantería.
También se opuso, antes de que empezara la campaña, a que se cruzara el Mosa en Sedan, alegando que había gran cantidad de blocaos franceses; hasta que un especialista del reconocimiento aéreo indicó que no se trataba de fortificaciones terminadas sino que estaban en proceso, y poco avanzado, de construcción.
Otra de las intervenciones poco brillantes de Rundstedt fue cuando el 14 de mayo von Kleist prohibió a Guderian abandonar la cabeza de puente de Sedan. Este quería tomar el macizo de Stonne para proteger su flanco sur y luego lanzarse hacia el oeste con la 1ª y 2ª Panzer; y aprovechó la visita del viejo mariscal al frente para pedirle que mediara. Sin embargo este le dijo que debía obedecer a su superior. Que Guderian desobedeciera palmariamente y llevara a cabo sus ofensivas de todos modos enfureció a Kleist, pero no a Rundstedt, lo que me parece una demostración de escasa personalidad bastante llamativa.
El 16 de mayo fue von Rundstedt quien decidió detener temporalmente el avance de los panzer para que la infantería los alcanzara, no Kleist, como aparece en algunas historias. El diario de operaciones del HG A da una pista de ello desde las 23:30 del día anterior: “Por primera vez examinamos la posibilidad de tener que detener provisionalmente a las fuerzas motorizadas en la orilla del Oise. El comandante en Jefe [Rundstedt] subraya particularmente que en ningún caso debe lograr algún éxito el enemigo, aunque sea local, al borde del Aisne, o más tarde en el sector de Laon. Según él, esto tendría efectos en las operaciones más nefastos que si “amortizamos” provisionalmente el ritmo de nuestras fuerzas motorizadas”. (Frieser 276).
También fue uno de los elementos fundamentales de la segunda detención de los panzer, a famosa “Orden de Detención de Dunkerque”, del 24 de mayo. Ya el día 22 empezó a pensar en frenar a los panzer, y el 23 el y Kluge emitieron una orden en este sentido, con un día de adelanto respecto a la famosa orden de detención del 24 de mayo. La controversia provocada por esta orden llegó al OKH en la noche del 23 al 24. En ese momento Brauchitsch y Halder, con quienes Rundstedt se había ido mostrando cada vez más díscolo, se hartaron, y finalmente Brauchitsch decidió que, con efectos el día 24 a las 20:00, el 4 Armee, que contenía todas las divisiones panzer, pasaría bajo el control del HG B. Rundstedt se quedaba sin carros. Sin embargo, cuando al día siguiente Hitler se dirigió al CG de Rundstedt para discutir el futuro empleo del arma blindada y se encontró con dicha orden, que había sido dada sin consultarle ni decirle nada, montó en cólera. El resultado fue que anuló la orden del OKH y puso toda la capacidad de decisión en manos de Rundstedt, no solo para que dictara la famosa orden de detención de Dunkerque del 24 de mayo, sino también para que fuera el quien decidiera cuando podrían volver a ponerse en marcha los carros de combate; un poder que lo puso por encima de sus mismísimos jefes, en el OKH, que tuvieron que acabarían viéndose obligados a solicitarle que los volviera a poner en movimiento, cosa que debió ser muy humillante para ellos. Ni que decir que Rundstedt los contuvo todo el tiempo que le pareció necesario, sin avenirse a acuerdo alguno.
Para finiquitar el caso “R”, creo que todas estas acciones lo que demostraron fue, sobre todo, una escasa personalidad. Apoyó a Manstein, se plegó a las opiniones de Sodenstern, se negó a mediar entre Guderian y Kleist y luego no reconvino al primero, trató de contener a los panzer con ayuda de Kluge, y finalmente se negó a enfrentarse a Hitler obedeciendo a sus jefes cuando el dictador le dio capacidad de decisión por encima de ellos.
En conclusión, creo que no es merecedor de ser considerado causa de la victoria alemana.
Y aquí os dejo, que vaya rollo de opinión se me ha caído.
Un saludo.