albertoa escribió:¿Para cuando una historia objetiva en este país?
Camarada albertoa, en este caso debo romper una lanza por la profesionalidad de los historiadores españoles.
Lo más triste de la polémica del
Diccionario es que da una imagen falsa de los historiadores españoles como personas que escriben la Historia "al gusto". Esto no es para nada cierto. La inmensa mayoría de ellos, así como la inmensa mayoría de libros que se escriben en España, son científicamente intachables y de un gran rigor.
Pero jamás se puede hablar de "objetividad" en Historia, porque no existe tal posibilidad.
Una cosa es que un autor más conservador cargue o critique a Negrín mientras que uno más izquierdista sea más proclive a analizar su figura de forma más generosa o benévola. Pero eso no es ni un delito ni una falta de rigor: toda labor humana es fruto de personas que, como personas, tienen sus propios puntos de vista. La Historia Política o la Historia Económica están marcadas en su redacción por el propio momento histórico en que vive el historiador, por su entorno, su formación, su pensamiento...
Son muchísimos los matices que hacen que cinco historiadores, totalmente rigurosos, puedan llegar a conclusiones diferentes estudiando un mismo hecho. Y esos cinco señores se enriquecen entre sí con sus visiones opuestas, dando lugar al debate histórico. Si los historiadores no se ponen de acuerdo, por ejemplo, en la valoración del emperador Nerón, es obvio que no se van a poner de acuerdo con personajes más recientes y sobre los que abunda más la información, como Manuel Azaña o Primo de Rivera.
Es muy sano que se discutan opciones contrapuestas. Es sanísimo que haya autores que defiendan la II República como experimento democrático mientras que otros demuestren documentalmente que esa República tenía muy graves carencias democráticas. Pero esa discusión se debe hacer siempre
a partir de los datos, sin ocultar nada por conveniencia.
Tenemos no una sino
decenas de Historias de España rigurosas. Es riguroso y objetivo decir que Franco fue un dictador. Es riguroso decir que desarrolló una represión. Si un historiador lo obvia, como en este caso, es una imperdonable falta de rigor. Pero si además, como en esta ocasión, lo obvia por afinidad ideológica, es muy grave, porque está escondiendo una parte de la historia a sabiendas de la misma para mejorar la imagen de un personaje. Es como cuando los negacionistas ocultan y disimulan la información (abundantísima) del Holocausto para respaldar sus teorías.
Como ya he dicho antes en este hilo, el problema con el
Diccionario Biográfico no es que haya biografías escritas desde el punto de vista de un historiador de derechas. Hay historiadores de derechas magníficos, como los hay de izquierdas. Los historiadores que más y mejor han denunciado los crímenes del estalinismo eran comunistas.
El problema en este caso es que una serie de señores nostálgicos han gastado el dinero público en crear un panfleto para defender su cruzada por recuperar la visión histórica del Movimiento en una obra que debería ser de referencia para todos los españoles, blancos, rojos, verdes o amarillos. Esto sí es intolerable, desde el momento en que faltan a la verdad o retuercen las palabras para evitar llamar "dictador" a un señor que era un dictador.
Sobre la famosa diferencia entre "autoritario" o "totalitario", se trata de un debate histórico que ya tiene bastantes años. Es una mera cuestión terminológica, interesante pero menor en este caso. Cito a la Wikipedia:
Según autores como Hannah Arendt o Raymond Aron, la diferencia clave entre un régimen autoritario o tiranía y un régimen totalitario es que en el totalitarismo, el estado obedece a una ley u objetivo concreto; en el caso de la Rusia de Stalin "la ley de la historia", en el caso de la Alemania Hitleriana "la ley de la naturaleza", estos objetivos últimos son los que se establecen como ley suprema, ley que legitima las acciones del estado. Sin embargo, en una tiranía no existe un fin último que guía las acciones del estado, el derecho no esta al servicio de la ideología.
Se diferencia de los regímenes autoritarios de gobierno porque los totalitarismos se caracterizan por:
Tener una ideología elaborada destacando el ensalzamiento del líder.
Buscar el apoyo de las masas, no sólo someterlas.
Su meta última es realizar grandes cambios en la sociedad y no sólo imponer su poder sobre la misma.
El totalitarismo se diferencia del autoritarismo en el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus elementos comunes:
Concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido, usualmente un partido político o movimiento, que puede incluso conducir al culto a la personalidad del líder.
Justificación de la actuación política mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas de la actuación humana: economía, cultura, familia, religión.
Empleo sistemático del terror, por medio de una policía secreta para eliminar a la disidencia u oposición.
Uso de los campos de concentración para aislar a la oposición y enemigos del régimen.
Mientras el autoritarismo busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público, el totalitarismo en cambio busca no solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades culturales.
El elemento esencial que comparten los regímenes totalitarios es la voluntad de convertir la política estatal en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social.
Para lo que nos interesa, realmente da igual: "autoritario" tampoco es precisamente bueno. Pero los historiadores pro-franquistas llevan muchos años reivindicando (sin mucho rigor) que Franco no era un dictador totalitario, por aquello de suavizar un poco su imagen.
Por último, me veo casi en la obligación de discrepar sobre la valoración de los autores que has citado.
Para empezar, Luis Suárez Fernández
no tiene carrera investigadora contrastada en Historia Contemporánea, por lo que al escribir sobre Franco está tratanto una materia para la que no está capacitado (o, al menos, no tan capacitado como un especialista). Su trayectoria la ha hecho en otros campos, y su Premio Nacional de Historia se lo dieron por un estudio de Isabel la Católica.
Por contra, los historiadores que citas son especialistas en Mundo Contemporáneo. Al margen de su tendencia política, son historiadores reputados, con prestigio académico internacional y carreras universitarias contrastadas: es decir,
sus trabajos son leídos y contestados por historiadores de todas las universidades y de todas las tendencias políticas, criticando lo que sea criticable en ellos. Son catedráticos en universidades públicas, lo que significa que para llegar ahí han pasado la criba de colegas de todas las ideologías.
Paul Preston, por ejemplo, es doctor por Oxford y catedrático en la London School of Economics, donde no te hacen catedrático precisamente por ser mal historiador. De hecho, a nivel internacional es considerado por profesionales de todas las ideologías como uno de los más sólidos hispanistas. Santos Juliá es uno de los mejores politólogos que tenemos en España, catedrático de Historia del Pensamiento Político en la UNED, Premio Nacional de Historia por su magnífica
Historia de las dos Españas (libro muy recomendable). Julián Casanova, también catedrático, ha encontrado documentalmente a miles de fusilados de los dos bandos de la GCE, que no es poco trabajo.
Es muy posible que se equivoquen muchas veces, pues ser catedrático no te da el saber absoluto (afortunadamente), pero sus conclusiones las formulan a partir de documentos y pruebas y, por tanto, pueden ser debatidas y refutadas con otros datos. Al margen de que esos historiadores puedan o no ser subjetivos en sus valoraciones de determinados hechos históricos, estamos hablando de especialistas reputados, no de aficionados apologistas como el señor Luis Suárez, que pidió hacer la biografía de Franco porque le admira.
Recordemos que toda ciencia avanza refutándose. También en física hay investigadores con posturas contrarias.
Saludos