Una costumbre de los pilotos de la Segunda Guerra Mundial era poner nombre a sus aparatos y decorarlos, la mayoría de ellos con personajes conocidos de la época de sexo femenino, casi todos ellos eran copiados de los calendarios y revistas de aquellos días que hacían los famosos pin-ups con chicas como Marilyn, Rita Hayworth, Lana Turner o Betty Grable.
Eran consideradas por los soldados como amuletos patrióticos y un motivo más para regresar sanos y salvos de sus misiones.
Este hecho aliviaba un poco los miedos a las misiones a las que debían de enfrentarse.
Con el avance de los tiempos, la industrialización, la fabricación en serie y la preeminencia de lo práctico sobre lo suntuario, esta costumbre ha ido reduciéndose pero sin desaparecer del todo, perviviendo en casos concretos que tienen en los aviones su máximo exponente. Carros de combate y buques no se sumaron del todo -más allá de pintar llamativamente el aparato, como el Fokker del Barón Rojo, o de colocar alguna pegatina pequeña en la torreta-, pero las tripulaciones aéreas de la Segunda Guerra Mundial nos dejaron toda una serie de imágenes femeninas, diferentes e individualizadas, que se conocen genéricamente como pin-ups.
En realidad, la pin-up no tiene por qué ir ligada necesariamente al mundo bélico sino que es la imagen de una modelo, generalmente de tono frívolo y picante, que se puede encontrar desde la segunda década del siglo XX (no sólo en EEUU sino también en Alemania e Italia) en calendarios, cómics, revistas, etc. Ese simpático toque artístico se difundió como forma estética, joven y rompedora, alcanzando su auge durante la guerra, cuando la mayor parte de los aviones incorporaron una a su fuselaje.
Grandes estrellas de Hollywood fueron modelos para ese tipo de imágenes, caso de Joan Crawford, Marlene Dietrich, Dolores del Río, Jean Harlow, Lauren Bacall, Verónica Lake, etc. Pero, con o sin modelo, los aviadores se aplicaron en el arte de decorar sus aeronaves en una combinación de diversión, grito de guerra, burla hacia el enemigo, aplacamiento de la privación sexual y, sobre todo, creación de un tótem que estrechara los lazos de los tripulantes entre sí.
Algunos estudiosos sitúan el inicio de la costumbre a finales de la Primera Guerra Mundial en Alemania con el llamado Nose art (pintar una boca en el morro del avión, bajo la hélice, resaltando así su nariz, de ahí el nombre). Pero fue en la siguiente contienda cuando el Nose art vivió su edad de oro, extendida a los años cincuenta y la Guerra de Corea. Toleradas por los oficiales porque elevaban la moral de los hombres, las pin-ups brillaron con luz propia en las escuadrillas, a veces solas, a veces acompañadas de eslóganes, a veces sustituidas por personajes de dibujos animados.
En unas ocasiones estaban exquisitamente plasmadas mientras que en otras el artista (a menudo algún soldado) revelaba necesitar algo más de práctica, pero casi siempre primaba un aire colorista y desenfadado, con las protagonistas en posturas sugerentes y cada vez más ligeras de ropa. De ahí que US Air Force decidiera poner fin al Nose art en agosto de 1944 publicando un nuevo reglamento, no sólo por lo que consideraba poco decente sino también por el exceso de algunos dibujos, considerados machistas o incluso racistas. Por supuesto, no fue obedecido del todo y hoy en día sigue habiendo pin-ups en los aviones.