Veamos.
El ejército francés de 1939 tenía grandes debilidades estructurales, qué duda cabe, pero también tenía algunas buenas bazas.
En lo que a las primeras se refiere, creo que una de las fundamentales fue su generalato. El “Magisterio Azul Horizonte”, es el nombre con el que ha sido conocida toda una serie de generales provenientes de la primera guerra mundial, donde habían alcanzado una grandísima importancia, pero que después bloquearon sistemáticamente cualquier intento de revitalizar la doctrina militar gala.
Otro problema fundamental fue, como comentáis más arriba, el de una sociedad harta de guerra. Hay que recordar que entre 1918 y 1939-40 solo habían pasado 21 o 22 años; había demasiados veteranos capaces de recordar el horror, y tratándose de una sociedad democrática, esta reticencia halló muchas más maneras de aflorar que, por ejemplo, en Alemania. Esto lo explica bastante bien Frieser, en su “Mito de la Blitzkrieg”. A esto hay que añadir el hecho de que justo en ese momento Francia estaba acusando, en mucha mayor medida que Alemania, la carencia de hombres causada por los muertos de 14-18 que no habían podido tener hijos.
A medio camino entre lo negativo y lo positivo podemos citar el armamento. Francia no estaba mal armada del todo. Si bien algunos de sus modelos de avión estaban muy anticuados, su cañón anticarro de 47mm era, creo recordar, muy superior a los alemanes. Y ya que hablamos de carros, tal vez sea en este campo donde más afloren las “incongruencias” de los sistemas de armamento franceses: habían conseguido fabricar carros mejor blindados y mejor armados que los alemanes, y en mayor cantidad; sin embargo sus tripulaciones eran demasiado exiguas, no tenían radio y su doctrina de empleo no estaba clara. Esto último lo digo porque aunque se ha dicho a menudo que Francia aplicó una doctrina de carros de apoyo a la infantería y esto no es del todo cierto. Las DLM, provenientes de la caballería, eran punto por punto el equivalente de una división panzer, y estaban preparadas para operar como ellas. En este aspecto, los combates de Hannut, donde la 2 y la 3 DLM detuvieron y desangraron a la 3ª y 4ª divisiones panzer, son especialmente interesantes. Pero, resumiendo, el armamento francés fue mejor que la doctrina utilizada.
Dicho esto, el ejército francés tenía algunas ventajas importantes. Por un lado la superioridad numérica; por otro, con el apoyo del Reino Unido, luchaba en un bando con una capacidad económica e industrial muy superior a la de Alemania; y además hay que pensar que las colonias podrían haber supuesto una magnífica retaguardia en la que reorganizarse para contraatacar, tal y como, en cierta medida, sucedió.
Dicho esto, y centrándome en las preguntas, hay una interesantísima obra escrita por el Teniente-Coronel, retirado, Jacques Belle, del Ejército Francés, que fue auditor en el mismo, que sostiene que Francia si podría haber resistido. “La Défaite Française, un Désastre Évitable”.
Esta obra en dos partes se centra, primero, en la entrada del ejército anglofrancés en Bélgica y su retirada. Esta parte concluye, a grandes rasgos, que entrar en el país vecino fue un error, pues provocó que los alemanes toparan con las fuerzas aliadas en “campo abierto”, donde su superior maniobrabilidad les dio ventaja; pero además, y es lo más interesante, es que concluye que, sobre todo, el error fue retirarse. Es decir, que si la gran bolsa anglofrancesa en Bélgica, que en un primer momento controlaba todos los puertos entre Dunquerque y Amberes, se hubiera planteado fortificarse y resistir, habría puesto a los alemanes, con lo mejor de su ejército desplegado más al sur, en un grave aprieto. Y lo cierto es que si nos fijamos en batallas como Stonne, Lille o el perímetro de Dunquerque, los soldados franceses colocados en posiciones fijas bien organizadas demostraron ser perfectamente capaces de enfrentarse a las fuerzas alemanas.
El segundo tomo de la obra de Belle se fija en el armisticio del 16 de junio. Sobre este, concluye que Francia aún era capaz no solo de resistir sino también de contraatacar, aunque no en territorio metropolitano. Una de las cosas que hace Belle es revisar la producción de armamento y las cifras disponibles en los arsenales, las reservas y las tropas que estaban en retaguardia y, por ejemplo, explica como la fuerza aérea francesa apenas había enviado al frente la mitad de sus escuadrillas; dato que debe ser comparado con el de una Luftwaffe prácticamente agotada indicado por Frieser. Belle termina su argumentación proponiendo y explicando cómo podría haberse llevado a cabo una evacuación general desde Burdeos, Marsella y Toulon, hacia el territorio británico o hacia las colonias del Norte de África.
Sin embargo hay un aspecto sobre el que Belle, como buen auditor, no se fija, y es, tal y como comentaba Zukovski más arriba, la moral. Desde el momento en que la clase política, el generalato y la oficialidad, y las tropas combatientes, o al menos una parte significativa de estas, perdieron la esperanza, ya se pudo hacer muy poco. Aun así, conste, para la estadística, que el 50% de las bajas que sufrieron los alemanes en Francia fue durante la ejecución del plan Rojo, y dado que en ese momento se enfrentaban a un ejército francés muy disminuido y cuyas unidades de élite ya habían sido destruidas, el dato dice mucho de la recuperación que ya se estaba llevando a cabo, entre otras cosas mediante importantísimos cambios tácticos.
También querría hacer algunas aclaraciones. Con respecto a Dunkerque, uno de los puntos que no deben ser olvidados es que se trató de una empresa conjunta, franco-inglesa en tierra y anglo-francesa en el mar. Es decir, el perímetro fue defendido por tropas de ambas naciones, al 50% al principio y con cada vez mayor predominancia de los ejércitos franceses según los británicos fueron reembarcando. No hay que olvidar que aunque la orden de alto dio tiempo a los ejércitos aliados, no duró hasta el final de los reembarques; sino que se combatió muy duramente.
El único equívoco que hubo con respecto a Dunkerque, y es una cuestión que suscita, aún hoy, muchas discrepancias entre los historiadores, es que en un momento dado Francia pretendía establecer un perímetro defensivo permanente, que sería apoyado por los cañones de la Royal Navy y cubierto desde Inglaterra por fuerzas aéreas de ambas naciones; mientras que el Reino Unido no estaba dispuesto a hacerlo así, y, esta es la acusación principal, no informó de ello hasta que comenzaron los embarques de tropas, alimentando falsas esperanzas mientras sus fuerzas se retiraban hacia la playa. Dicho esto, si tenemos en cuenta que ellos si siguieron luchando, me parece que fue un engaño tan acertado como necesario.
Con respecto a la sorpresa de los mandos franceses, es cierto que no fue completa, pero también que pecaron de un exceso de tranquilidad. La famosa frase de Pétain indicando que las Ardenas eran impenetrables ha sido un tanto “recortada”.
“A partir de Montmédy –dijo Pétain- están los bosques de las Ardenas. Son impenetrables SI se toman las medidas especiales necesarias. En consecuencia consideramos esta región como una zona de destrucciones… como este frente carecería de profundidad, el enemigo no podría internarse en él; y si se internara la atraparemos a la salida de los bosques. En consecuencia, este punto no es peligroso”.
Lo que falló fue precisamente el si, porque no se tomaron medidas, y las fuerzas para atraparlos a la salida de los bosques.
Uno de los fallos fundamentales del plan aliado de hacer bascular toda el ala izquierda del despliegue para apoyar a los belgas fue la charnela. En Sedan las tropas defensoras eran de mala calidad y estaban desorganizadas; y en Dinant y Monthermé eran unidades poco móviles que tenían que ponerse en marcha el día del ataque y llegar a sus posiciones antes que los alemanes, cosa que no consiguieron hacer del todo. A esto hay que añadir que el añadido Breda al plan Dyle original dejó al frente sin el 7eme Armee, uno de los ejércitos más competentes y capaces del despliegue y que debería haber servido como reserva operacional, para enviarlo hacia Holanda.
Finalmente, el gran error de las Ardenas no fue solo ignorar las palabras de Pétain, sino también los avisos que fueron llegando. En este sentido, como muy bien relata Marc Bloch en su “Extraña Derrota”, los ejércitos franceses eran antediluvianos en lo que a comunicaciones se refiere. El propio Generalísimo Gamelin llegó a prohibir la presencia de teletipos y teléfonos en su Cuartel General, porque aquello no era una casa de apuestas. Cuando los panzer rompieron el frente del 9eme Armee de Corap, otro ejemplo de lo mismo, las noticias de la gravedad de lo que estaba sucediendo tardaron la friolera de 24 horas en llegar hasta el Cuartel General de Gamelin. En realidad, el gran fracaso, opino, de los ejércitos aliados (en toda esta debacle solemos olvidarnos de los británicos) fue que pretendieron medir el tiempo en días, mientras los alemanes lo hacían en horas.
Dicho esto, añadir, respondiendo al comentario, un tanto críptico, de Antfreire, que no me extraña nada la frase de Pétain, o cualquier otra similar que pronunciara. Primero por su interlocutor, qué duda cabe, y en segundo lugar por las propias ideas que tenía el anciano Mariscal. Es más, me gustaría añadir que, centrado en estas opiniones, sin duda, olvidó con suma facilidad que fue su propio ministro de defensa, el General Huntziger, quien estando al mando del 2eme Armee en 1940, en vez de esforzarse en atacar el flanco de la penetración alemana para entorpecer su avance, retiró su ala izquierda hacia el sur para cubrirse, abandonando de paso al ejército del Corap, ampliando la brecha abierta por Guderian y desprotegiendo la ruta directa hacia Paris. Pero eso, Pétain nunca se lo recriminó, sin duda porque Huntziger no era marxista.
Leo ahora mismo el comentario de Guti99 y aunque había terminado añado: una de las cuestiones que no hay que olvidar es la historiografía. Pasada la guerra, la inglesa hizo todo lo posible por negar su responsabilidad en la debacle del 40, cosa natural, pasando el muerto a los franceses. Es especialmente llamativo en este sentido el Dunkirk de Hugh Sebag Montefiore, que empieza explicando que va a mostrar como la culpa de todo la tuvieron los franceses, y después relata en el texto los logros británicos y los errores franceses, dejando para las notas las victorias francesas y las derrotas francesas (libro, dicho esto, muy recomendable, a pesar de su sesgo, por los datos que maneja). En lo que a la historiografía francesa se refiere, la posguerra glorificó a la resistencia y al ejército organizado bajo De Gaulle y Giraud a partir del 43, y en consecuencia el ejército del 40 tuvo que hacer el papel de “malo” de la película. Por suerte, al menos en Francia, donde me manejo bastante bien, esta tendencia ha cambiado, y hay numerosas e interesantísimas obras sobre la evolución de sus fuerzas armadas, desde el 39 hasta el 45, que ponen a todo el mundo en su lugar.
Y ahora si, buenas noches caballeros, y no olviden que lo escrito es sobre todo una opinión.