Interesantísima la cuestión que este mes nos ocupa y que seguro que pone al rojo vivo las páginas de este foro, puesto que las posturas sobre este tema suelen estar muy alejadas.
Como para cualquier debate de carácter histórico es necesario que situemos la cuestión en su entorno histórico. Nos encontramos en el séptimo año (tercero para los estadounidenses) de una terrible guerra que ha superado con creces la bestialidad de cualquier confrontación anterior, la guerra en Europa ha terminado apareciendo, sin solución de continuidad, las primeras tensiones entre los socios aliados, vislumbrandose ya la siguiente guerra -la fría-. Así mismo, las batallas en el teatro de operaciones del pacífico están resultando verdaderamente sangrientas y mortales, tanto para el bando japonés como para el estadounidense (sin hablar de los civiles). Y, aunque el Imperio del Sol Naciente está perdiendo la guerra de forma clara, no da muestras de claudicar. Tampoco se puede dejar de lado el hecho de que el pueblo estadounidense cada vez se muestra más alejado del conflicto, la vida en Estados Unidos se puede considerar casí normal.
Por todas estas razones, y una vez evaluadas las terribles cifras de bajas previstas en el caso de tener que realizar una invasión de las islas japonesas, toma fuerza la búsqueda de una solución por la vía rápida. Esta solución daría respuesta a todas las necesidades, planteadas anteriormente. Una vez que se dispuso de esa solución, la decisión estaba tomada.
No cabe duda que con las bombas de Hiroshima y Nagasaki se consiguió el fin de la guerra de forma definitiva, por lo que se puede considerar que fue un éxito, de acuerdo al objetivo marcado. El número de víctimas fue muy superior al esperado (no se conocía el verdadero potencial de esta nueva arma, en especial de sus secuelas), pero aún así muy inferiores a las esperadas de haberse producido el temido desembarco en las islas de Japón, por tanto, se conseguía también el fin de reducir el coste de vidas (por lo menos de las estadounidenses).
Con todos estos datos da la sesanción de que no existe debate posible, y sin embargo algunos pensamos que, no solo, no estuvo justificado este ataque, sino que debe tener su lugar dentro del Libro de las infamias. ¿De donde nace esta opinión?.
En primer lugar, como ya he indicado, es indiscutible que el ataque consiguió el fin de la guerra, pero ¿no existía ningún otro mecanismo para su consecución?. Esta claro que una agonía de dos años más de guerra, como se había cifrado en el caso de la elección del desembarco, se hacía insufrible y habría causado muchas más víctimas y sufrimiento -en especial a la población civil-, pero no parece (y entramos en el mundo de los ¿Y si?) que Japón hubiera sido capaz de mantener el esfuerzo bélico durante tanto tiempo, una vez que había perdido todas sus vías de suministro, así como el hecho de que la derrota de sus aliados en Europa los convertía en el único objetivo de la inmensa industria bélica aliada (por no decir americana). Además, una vez que había desaparecido el riesgo sobre el terreno patrio y sobre su población civil, se podría haber sondeado en la búsqueda de otras soluciones, como bien apuntaba en su intervención SPIITI.
Conectamos ahora con la cuestión de las cifras, que forman parte principal del planteamiento de defensa de la elección del ataque nuclear. En mi limitada opinión parecen totalmente sobredimensionadas las cifras de bajas previstas que se han argumentado en esta cuestión. Como ya hemos comentado en muchas ocasiones, el baile de cifras en lo que respeta a las bajas en la Guerra Mundial es de difícil solución, pero tomando como dato aproximativo el que los japoneses tuvieron unas bajas de 2,3 millones a lo largo de toda la contienda, y no olvidemos que ellos comenzaron la guerra varios años antes, y que los estadounidenses perdieron entorno a los 0,3 millones, los datos comentados parecen muy fuera de lugar.
Pero ante todo, la condena del ataque núclear se plantea desde el campo de la ética. No estamos valorando las acciones de los sátrapas nazis, sino de unos aliados que se erigían como el bastión de la defensa de la civilización (y así lo era en realidad) y por tanto no se puede andar con paños calientes cuando la realidad es que se condeno a una muerte terrible a más de 200.000 civiles, por muy loables que fueran los fines. El Estado Mayor de un ejército en guerra tiene que buscar las estrategias necesarias para la consecución de la victoria salvaguardando las vidas, tanto civiles como militares, de los suyos. Pero la diferencia de los regímenes de los países democráticos frente a los totalitarismos estriba en que sobre el poder militar hay un poder político para el que todo no puede valer, más aún, cuando no está en riesgo ni el territorio ni la población civil. El día en el que un país elige el exterminio de población civil para la consecución de su objetivo, por muy loable que sea este digo una vez más, es el día en que dicho país ha perdido cualquier preponderancia ética sobre cualquier otro. Y solamente se puede recuperar esta llamando a cada cosa por su nombre y, en mi opinión, en este caso es el de Crimen de Lesa Humanidad.