Le salvó la vida saber tocar el violín. Los mismos que cada día asesinaban a miles de personas necesitaban la música para seguir viviendo.
Jacques Stroumsa contaba una y otra vez lo que le aconteció en un tono casi inaudible, bajito, había que acercarse a él, y cuando hablaba todos los que le oían contenían la respiración. Sus palabras, su testimonio nos acompañará toda la vida a los que tuvimos la ocasión de escucharle.
Jacques enseñaba su brazo tatuado con el número que le grabaron a su llegada a Auschwitz. Aquellos que lo detuvieron y asesinaron a su familia querían quitarles a todos su dignidad, su nombre y sus ropas y sustituían el nombre de las personas por un número.
Los médicos a veces también se refieren a los pacientes por números (el de la habitación ...) o por la enfermedad que padecen (es un funcional, un somatizador, un cáncer de hígado, un terminal, un abuelo...), o términos todavía más peyorativos. Todos tenemos una dignidad y un nombre. No se puede consentir tamaña degradación.
Jack Stroumsa hablaba en aquel "ladino" idioma que siguieron hablando durante siglos los judíos expulsados de España. Amaba a España y se reconocía como "hijo de España"
Descanse en paz y mantengamos su memoria.