La Gran Alianza

Descripción: En un conflicto armado la acción bélica deja a la diplomacia en un lugar aparentemente secundario. Sin embargo los contendientes siguieron entretejiendo pactos.

Estudios de la Segunda Guerra Mundial

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Alcazar
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La Gran Alianza

Mensaje por Alcazar » 25 01 2008 16:00

La Gran Alianza


Churchill, Roosevelt y Stalin, en la Conferencia de YaltaChurchill, Roosevelt y Stalin, en la Conferencia de Yalta
En un conflicto armado la acción bélica deja a la diplomacia en un lugar aparentemente secundario. Sin embargo, a lo largo de la guerra los contendientes siguieron entretejiendo pactos con sus aliados que, en el caso de los vencedores, los Aliados, van a condicionar y determinar la organización del mundo tras la guerra.

  1. PRIMEROS ENCUENTROS
  2. STALIN RECLAMA UN SEGUNDO FRENTES
  3. CHURCHILL: "DÍGALE A STALIN, QUE PUEDE FIARSE DE NOSOTROS"
  4. FUENTES



El ataque alemán contra la Unión Soviética cambió pronto, para las potencias en guerra, los términos del problema. Hasta aquel momento Rusia había sido espectadora impasible de lo que estaba sucediendo: había aprovechado la invasión de Polonia para anexionarse algunas provincias en la frontera occidental con el pretexto de que se trataba de reparar ciertas injusticias, y había asistido sin pestañear a la caída de Noruega, Bélgica, Holanda, Yugoslavia y Grecia. Aliada de Hitler, no había encontrado nada que censurar en el duelo mortal entablado por la Alemania nazi contra Inglaterra, y la Unión Soviética y el Tercer Reich habían continuado las estrechas relaciones económicas y comerciales que hablan santificado con pactos. En resumen, mientras Hitler trataba de derrotar a Inglaterra —la única potencia que le cortaba el paso—, Stalin le proporcionaba el material estratégico del que tenia necesidad.

Churchill recordaría a su debido tiempo que los comunistas británicos trataron a su modo de sabotear, durante todos aquellos dramáticos meses de resistencia, los esfuerzos del país: el pacto germano-ruso los ligaba en cierto modo a la política soviética, que en aquel momento era filo-nazi, o al menos parecía serlo.

Una situación bastante análoga fue la que se encontró el presidente americano Roosevelt. Hasta el día del ataque alemán a la URSS, los comunistas americanos habían molestado mucho la política presidencial, dedicada a socorrer de la manera más concreta posible a Inglaterra. Las ayudas destinadas al gobierno de Londres eran enormes, y su volumen había subido más después de la aprobación de la ley de "Préstamo y Arriendo". Sin embargo, los obreros americanos de sentimientos filo-soviéticos habían hecho de todo por retrasar los envíos. Boicots, huelgas y manifestaciones habían bloqueado, por ejemplo, los puertos de embarque, imponiendo a los convoyes ritmos muy poco adecuados a la urgencia de las peticiones británicas.

La agresión hitleriana obliga a los comunistas occidentales a un rápido cambio. En Inglaterra y los Estados Unidos pidieron resueltamente —de un día para otro— que se hiciese algo para socorrer a la "patria del socialismo". Churchill dice que los comunistas británicos "que hasta ahora habían hecho todo el mal que habían podido" a los establecimientos industriales del país y que "habían denunciado la 'guerra capitalista e imperialista', cambiaron de actitud de la mañana a la noche y comenzaron a escribir sobre paredes y vallas el 'slogan' 'Pronto el segundo frente': "Nosotros —comenta Winston Churchill— no nos dejamos influenciar por estos episodios más bien desagradables y vergonzosos, y continuamos teniendo firme la mirada sobre los heroicos sacrificios del pueblo ruso en medio de las calamidades provocadas por su gobierno, y sobre su apasionada defensa del suelo patrio. Esto, mientras duraba la batalla, hacía olvidar toda otra cosa".

Estaba, pues, claro que el ataque de Hitler iba destinado a arrojar a ingleses, rusos y americanos en brazos unos de otros. Rusos e ingleses estaban sujetos a la misma cordada y fue evidente cuáles eran sus intereses recíprocos, a pesar de los regímenes que los regían y a despecho de sus convicciones políticas. Por cuanto respecta a los americanos, la cosa podía resultar poco clara a quien no hubiera evaluado en la clave más correcta la política perseguida hasta aquel momento por el presidente Roosevelt. Roosevelt estaba convencido de que los Estados Unidos y Alemania se encontrarían fatalmente y al poco tiempo en los campos de batalla.

Toda la política nazi tendía a combatir la supremacía económica y moral de los Estados Unidos, y por otra parte los americanos estaban habituados ya a sentirse tocados cuando el enemigo se apoderaba de Europa occidental. Partiendo de este principio, el presidente americano nunca dudó en provocar a Hitler de modo manifiesto, a fin de inducirlo a declarar la guerra. Por eso, Roosevelt no había dudado en enviar abiertamente las ayudas a Inglaterra y a abrirle incluso créditos ilimitados para llevar adelante su lucha contra el Tercer Reich. Hitler había resistido a todas estas provocaciones evitando cometer un error estratégico fundamental, suscitando el estupor entre muchos de sus colaboradores.

Durante largas semanas, por ejemplo, el gran almirante Raeder había seguido pidiendo mano libre para los U-Boote y las naves corsarias respecto a los mercantes americanos, que, aun enarbolando bandera neutral, era seguro transportaban armas, municiones y materiales de importancia estratégica a Inglaterra. Hitler había contestado siempre que no. Recordando lo sucedido en el curso de la Gran Guerra, cuando la indiscriminada guerra submarina había inducido a los Estados Unidos a declarar la guerra contra la Alemania, Hitler había expresamente impedido el torpedeamiento de naves americanas.
Franklin Delano Roosevelt el 11 de diciembre de 1941 firmando la declaración de guerra a AlemaniaFranklin Delano Roosevelt el 11 de diciembre de 1941 firmando la declaración de guerra a Alemania
Fuerte con su solidez política (había sido reelegido a la presidencia por tercera vez), Roosevelt intuyó lúcidamente el embarazo de Hitler y se aprovechó de él. Los hechos le dieron la razón. Apenas atacaron los alemanes a la Unión Soviética, Roosevelt comprendió que los americanos tenían ya dos aliados: los ingleses y los rusos. Por esta razón ampliaron también al gobierno de Moscú los beneficios de la ley de "Préstamo y Arriendo". Sobre esta base fue como comenzó a tomar forma la que llegarla a ser "la gran alianza" entre las tres potencias, la coalición que determinaría la disolución del Tercer Reich y del Japón, que todavía no estaba en guerra pero que se preparaba a entrar en ella. Naturalmente, en el plano diplomático las cosas procedieron con cierta lentitud. Para explicar este aspecto conviene tener presente la situación de la época.

En 1941, la Unión Soviética seguía siendo, para la mayor parte de los gobiernos occidentales, un planeta desconocido tanto desde el punto de vista político como desde el económico. La URSS se había cerrado en si misma después de la revolución, para evitar también ser dominada.

Churchill había favorecido entonces el envío de ayuda inglesa a los ejércitos blancos de los contrarrevolucionarios, y en 1927 había obtenido la ruptura de relaciones diplomáticas entre Moscú y Londres. Los dos gobiernos se habían ignorado recíprocamente durante algunos años. Algo semejante había sucedido también entre los Estados Unidos y la URSS. El gobierno de Washington había seguido ignorando durante años la existencia de un gobierno soviético, y cuando al fin se había llegado al reconocimiento, las relaciones habían tardado en normalizarse, aunque en el equipo democrático de Roosevelt había muchos filo-soviéticos e incluso, como se dijo luego, muchos simpatizantes comunistas. Tal situación no puede limitarse a las relaciones angloamericanas con la URSS. En realidad todo el mundo salido de la Gran Guerra y de los tratados de París tendía a aislar a la URSS por temor al contagio. Ahora todo esto no podía ser cambiado en un momento, pero fue en gran parte a causa de las incomprensiones y desconfianzas reciprocas por lo que, aun ante la inminencia de la agresión alemana, Stalin había rehusado creer las advertencias que le habían sido enviadas por Churchill y también por Roosevelt.

El primer movimiento de acercamiento fue realizado por Churchill, también porque el primer ministro inglés, de clamorosos antecedentes anticomunistas, creía deber tranquilizar a Stalin. El 7 de julio, mientras el avance alemán en territorio soviético parecía frenarse a causa de la encarnizada resistencia del Ejército Rojo, Churchill escribió a Stalin: "Todos nosotros en Inglaterra estamos muy satisfechos de que los ejércitos rusos opongan una resistencia tan enérgica y animosa a la invasión nazi, absolutamente provocada y despiadada. Todos admiramos el valor y la tenacidad de los soldados y el pueblo ruso. Haremos por ayudarles todo cuanto permitirá el tiempo, la posición geográfica y nuestros crecientes recursos. Cuanto más larga sea la guerra, mayor será la ayuda que podremos prestarles... Sólo tenemos que continuar combatiendo para exterminar a esos canallas".



2. STALIN RECLAMA UN SEGUNDO FRENTE
Pocos días después llega a Londres una misión militar soviética, pero la respuesta de Stalin no llega hasta el 18 de julio: "...como dice usted acertadamente, la Unión Soviética y la Gran Bretaña son aliadas de hecho en la lucha contra la Alemania hitleriana. Estoy seguro de que a pesar de las dificultades, nuestros dos estados serán lo bastante fuertes para aplastar al enemigo común...". Stalin, naturalmente, se declaraba agradecido por la oferta de ayuda hecha por Churchill, pero respondía que el único modo eficaz de aliviar la presión alemana contra Rusia sería la apertura de un segundo frente: "Por tanto, me parece que la situación militar de la Unión Soviética, como la de Gran Bretaña, resultaría mucho mejor si se pudiese constituir un frente contra Hitler en occidente, en Francia septentrional, y al norte, en el Ártico. Un frente en Francia septentrional no sólo obligaría a Hitler a quitar fuerzas del este, sino que al mismo tiempo le haría imposible la invasión de Gran Bretaña.

La creación de tal frente sería acogida favorablemente por el ejército británico y por todos los habitantes de Inglaterra meridional..."
. En su historia de la guerra, Churchill hace notar que las presiones de Stalin por un segundo frente comenzaron ya desde el primer acto de la alianza, aunque el significado político del mensaje de Stalin iba más allá de esta petición, por demás justificada. Y a Churchill este significado no se le ocultó. El mensaje de Stalin no era la carta de un hombre que tiene el agua al cuello, sino la de un frió estratega que ha calculado ya sus fuerzas y ha dado por descontado los éxitos iniciales de Hitler.
Stalin, Roosevelt y Churchill en la Conferencia de Teherán de 1943Stalin, Roosevelt y Churchill en la Conferencia de Teherán de 1943
Stalin no podía no darse cuenta, evidentemente, de que los ingleses no podían por el momento dar paso a la invasión de Francia, y se limitaba a indicar la prioridad de tal problema estratégico dejando entender que Rusia resistiría con uñas y dientes hasta que el aliado abriera el segundo frente. Era también más de cuanto Churchill esperaba leer. La situación en Inglaterra había cambiado visiblemente en pocos días. Hitler estaba enzarzado con la URSS y quizá estaba ya arrepintiéndose del error cometido... La Unión Soviética se consideraba capaz de resistir largo tiempo, y esto disminuía sensiblemente la presión alemana contra Inglaterra. En tal situación, la Gran Bretaña tendría tiempo de preparar la gran contraofensiva... Naturalmente, resultaba urgentisimo que también los Estados Unidos se asociaran a este cambio de estrategia. La ocasión se presentó en aquellos mismos días, con la llegada a Londres de Harry Hopkins, consejero y ayudante del presidente Roosevelt, un hombre del que Roosevelt se fiaba ciegamente. Hopkins y el presidente habían valorado naturalmente la nueva situación creada por el ataque alemán a Rusia.

Es posible deducir las consecuencias de tal examen por un memorándum encontrado entre los documentos de Hopkins en el que se lee, entre otras cosas: "Somos contrarios al régimen comunista y al nacionalsocialista. Pero en veintidós años de experiencia comunista nuestros intereses y nuestro modo de vivir nunca han sido seriamente amenazados por los soviéticos. En estos dos años de guerra, por el contrario, desde que Hitler comenzó la loca aventura de subyugar al mundo, nuestra existencia de pueblo libre ha sido puesta en gran peligro... No estamos a favor de los comunistas, pero estamos contra todo lo que pretende Hitler. El y sus nazis sin Dios son una continua amenaza a la paz, a la justicia y a la seguridad del mundo. La salvación de los Estados Unidos se basa sólo en su derrota".

Churchill se había ya encontrado con Hopkins en diciembre y había logrado entablar una buena relación con él. No le hizo falta mucho para intuir cuál era la posición americana respecto a Rusia, pero descubrió que operativamente el gobierno de Washington no estaba en disposición de establecer lo que debía hacer. No está claro en este punto de quién partió la iniciativa, de los americanos o de los ingleses. Churchill admite haber propuesto a Hopkins hacerse enviar a Moscú; Hopkins admite haber contestado pidiendo poder salir de Inglaterra si fuera posible. En todo caso, el resultado no cambia, aunque hay que reconocer que Hopkins pidió permiso de partir a su presidente: "Me pregunto si no consideras útil y oportuno que yo vaya a Moscú. Las comunicaciones aéreas son buenas y se puede llegar en veinticuatro horas. Creo que se debe hacer todo para asegurarse de que los rusos pueden establecer un frente estable aunque perdieran la batalla actualmente en curso.

Si en un momento crítico como éste es posible influir sobre la voluntad de Stalin, pienso que no le desagradará entablar relaciones directas contigo a través de tu enviado personal. La apuesta es tan alta que quisiera intentarla. Stalin sabría entonces que estamos dispuestos a proporcionarle ayuda ilimitada. Naturalmente, hasta ahora no ha hecho nada y espero tu parecer. Si crees que mi viaje a Moscú es de alguna utilidad, saldré lo más tarde el miércoles. Pasaré el 'week-end' con el primer ministro. Envíame la respuesta a través de la marina; llegará antes"
.

Este mensaje fue escrito el viernes por la tarde, mientras Hopkins se preparaba a partir para Chequers, la residencia de campo de Churchill. El domingo por la mañana la respuesta de Roosevelt ya había llegado: el presidente autorizaba el viaje. Pronto llegó también un mensaje personal de Roosevelt que Hopkins debía entregar a Stalin: "El señor Hopkins va a Moscú, a petición mía, para tratar personalmente con usted o las personas que usted le indique, una cuestión de vital importancia: el modo de hacer eficaz y rápida la ayuda que los Estados Unidos de América están dispuestos a suministrar a su país en la magnífica resistencia que está ofreciendo contra la canallesca agresión de la Alemania hitleriana... Lo que diga me será comunicado, así como me hablará de todos los problemas que usted considere mas apremiantes y urgentes". Las "formalidades" para el viaje fueron rápidas: bastó un contacto con el embajador soviético en Londres y una llamada telefónica de Churchill para que se dispusiera de un avión para transportar a Hopkins de Invergordon a Arcángel, a lo largo de una ruta polar.



3. CHURCHILL: "DIGA A STALIN, QUE PUEDE FIARSE DE NOSOTROS"
Antes de partir, Hopkins preguntó a Churchill si debía entregar a Stalin otro mensaje suyo, pero el primer ministro prefirió inmiscuirse lo menos posible en aquel contacto ruso-americano que había sugerido y patrocinado desde bastidores. “Diga a Stalin —murmuró a Hopkins— que Inglaterra hoy sólo tiene un deseo: aplastar a Hitler. Dígale que puede fiarse de nosotros. Hasta la vista, Hopkins, y que Dios le bendiga". Era en cierto modo como un explorador que partiera hacia un mundo ignoto, como un astronauta destinado a probar la atmósfera de un planeta desconocido. Aunque esto puede parecer hoy increíble debe subrayarse que en verano de 1941 nadie sabia mucho de la Unión Soviética, de su gente, de sus recursos, de su capacidad de resistencia.

Después de la guerra, uno de los generales alemanes encargados del gran ataque, Von Rundstedt, reconoció cándidamente que todo lo que se habla escrito sobre la URSS hasta el 1941 había resultado falso. Pero no sólo los estadistas de la época demostraron ignorar la realidad de la nueva Rusia (y el ataque de Hitler confirmó esta ignorancia), sino que parece posible afirmar que llegaban a ignorar incluso su "consistencia" geográfica, aunque pueda parecer extraño y fuera evidentemente secreta para nadie ¿Cómo explicar de otro modo la ilusión de los generales alemanes de liquidar la URSS en pocas semanas? Y ¿Cómo explicar el asombro de Hopkins cuando le tocó subir a bordo de un avión ruso en Arkangel para ir a Moscú y voló horas y horas por territorio soviético, "descubriendo" su inmensidad y dándose cuenta de la locura de la empresa alemana?.
Hopkins y Stalin, Julio 1941Hopkins y Stalin, Julio 1941
Stalin recibió al representante de Roosevelt sin que hiciera antesala. A Hopkins le pareció lleno de confianza en sí mismo y en su país aunque la guerra fuese bastante mal (era la sexta semana y los alemanes seguían avanzando). Vestía amplios calzones remetidos en las botas y una guerrera sin condecoraciones.

Estrechó la diáfana mano de Hopkins con una gran mano de campesino, pero el apretón parecía franco y sincero. Sabía todo, a no ser que lanzara cifras para impresionar a su interlocutor. Se declaró convencido de que la URSS reaccionaria y demostraría que los alemanes no eran invencibles. Si, era verdad que por el momento los rusos se estaban retirando pero en el instante oportuno reanudarían el combate tras las líneas alemanas. Por otra parte, Stalin estaba convencido de que, terminado el sol del verano, los alemanes se encontrarían con problemas.

Hopkins quedó impresionado por el realismo del dictador soviético; era un hombre que sabía lo que quería y sabía obtenerlo. Hopkins preguntó qué podrían enviar los Estados Unidos a Rusia, y él no pidió productos terminados si no había urgencia, sino materias primas: aluminio, por ejemplo, para fabricar aeroplanos, porque Rusia no tenía mucho. Durante el viaje de regreso a Inglaterra, Hopkins pensó mucho en Stalin, cuya personalidad le había impresionado.

Era un hombre que se sentía dueño e intérprete de su inmenso país y daba una inolvidable sensación de solidez. Hitler no lo derribarla nunca. Había nacido la gran alianza. Patrocinada por Inglaterra, la habían concluido por su cuenta los Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos potencias que resultarían vencedoras en la guerra.



4. FUENTES
http://www.historiasiglo20.org
http://www.carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar
http://www.exordio.com
http://en.wikipedia.org
http://www.artehistoria.jcyl.es
http://es.scribd.com
http://hiptoria.blogspot.com



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Re: La Gran Alianza

Mensaje por Stovo123 » 22 10 2019 20:03

:?: como puedo citar este post?

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Re: La Gran Alianza

Mensaje por abhang » 25 10 2019 17:45

Stovo123 escribió:
22 10 2019 20:03
:?: como puedo citar este post?
Lo primero es que sería idóneo que te presentaras al resto de los ususarios de este foro; lo segundo, en las pestañas del cuerpo del texto, la última, es para citar.
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