MANDO DE OPERACIONES COMBINADAS DEL EJÉRCITO BRITÁNICO
- INTRODUCCIÓN
- ORÍGENES
- ORGANIZACIÓN
- ENTRENAMIENTO
- ARMAMENTO
- EQUIPO
- UNIDADES
- MISIONES EN LA SGM
- FUENTES
Los 38 Honores de Batalla ganados en combate por los Comandos del Mando de Operaciones Combinadas del Ejército Británico, podrían ser un estupendo prólogo a la historia de esos Comandos y sus cinco años de servicio activo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero sería sólo la historia de las más famosas de las incontables batallas y operaciones en las que tomaron parte.
A pesar de todo, un listado de las condecoraciones otorgadas a los Oficiales, Suboficiales y Tropa, pertenecientes a esos Comandos, nos dan una visión global de la valentía e importancia de esos Soldados. Ocho Cruces Victoria, 37 Órdenes de Servicio Distinguido, 162 Cruces Militares, 32 Medallas de Conducta Distinguida, y 218 Medallas Militares, nos dan la medida de aquellos que fueron condecorados, pero dejan fuera a otros que, por no haberlo sido, no podemos considerar que fueran menos “devotos” y menos valientes.
Una de las características que mejor definen a los Comandos, es que todos y cada uno de los hombres que formaron parte de ellos eran voluntarios. Eran, de hecho, voluntarios escogidos de entre voluntarios, seleccionados por los Oficiales que los mandarían en la batalla. Aquellos que, por una razón u otra, no pudieron superar el periodo de adiestramiento o no dieron la medida de la más exacta perfección en lo tocante a la disciplina y la conducta, fueron devueltos a sus Unidades de origen sin ningún tipo de miramiento, pero tampoco sin desdoro para ellos. Y no fueron pocos. Además, este proceso de “supervivencia” de los mejores, se tornó “doble” con el tiempo, ya que a partir de 1942 todos los aspirantes a ingresar en el Mando de Operaciones Combinadas tenían que atender un periodo de instrucción conjunto en el Centro de Entrenamiento de Comandos de Achnacarry, antes de ser asignados a la Unidad que correspondiera.
Este era el respaldo y el carácter. Los Oficiales del Mando de Operaciones Combinadas, no estaban satisfechos con menos de la perfección. Desde el primer día se concentraron en aprender las tácticas y técnicas de la guerra, y en diseñar nuevas que les permitieran alcanzar sus objetivos de la manera más eficiente posible. Ningún detalle se tenía por insignificante. Ningún plan se tomaba por demasiado audaz, aunque está claro que aquellos que rozaban la insensatez eran totalmente desechados. Estas actitudes, provocaron un cierto espíritu de emulación dentro del Ejército Británico que ayudó en una cierta medida a “desoxidar” el pensamiento militar que imperaba por aquel entonces en el Ejército Británico.
2. Orígenes
El 4 de junio de 1940, Winston Churchill envió un memorándum a su Jefe de Estado Mayor y Asistente Adjunto Militar, el General Hastings Ismay, en el que le advertía de los peligros de concentrar mayoritariamente los esfuerzos militares en defender el territorio del Reino Unido y evitar una invasión por parte de las tropas alemanas. Churchill era de la idea, y así se lo transmitía a sus Jefes de Estado Mayor, de que una de las maneras que tenían de preservar el territorio del Reino Unido de esa posible invasión era la creación de una fuerza militar que se dedicara a hostigar a las fuerzas alemanas destacadas por toda la costa atlántica, sobre todo en aquellas poblaciones que eran territorio ocupado por los nazis por lo tanto susceptibles de ser más “colaborativas” con esas operaciones de hostigamiento y esos “golpes de mano”.
El 14 de junio, la Junta de Jefes de Estado Mayor propuso al Teniente General Sir Alan Bourne como Comandante Asesor de Operaciones Combinadas, cuya amplia experiencia como Jefe de los Reales Infantes de Marina y su formación en las Escuelas de Estado Mayor y de Defensa del Imperio Británico, fueron tenidas en cuenta como decisivas para su elección en este nuevo desafío. Churchill no había sido consultado sobre el nombramiento de Sir Alan Bourne, debido al frenesí y la ansiedad del momento, y aunque le tenía en una gran estima personal y profesional pensaba que el Teniente General Bourne era demasiado cercano al Almirantazgo para poder operar de manera independiente sin estar demasiado influenciado por éste, y que por lo tanto carecía de la autoridad y el liderazgo para poder operar de manera conjunta con los tres Ejércitos.
El 17 de julio de 1940, Churchill designa al Almirante de la Flota Roger Keyes para ocupar el recién creado Mando de Operaciones Combinadas. El Almirante Keyes ocupó el puesto hasta el 27 de octubre de 1941 cuando fue relevado por Lord Louis Mountbatten, quién se mantuvo al mando hasta su traslado a Birmania en octubre de 1943 cuando fue relevado por el General de División Sir Robert Laycock que a su vez se mantuvo en el Mando de Operaciones Combinadas hasta su disolución en el año 1947.
El Comando Nº 10, denominado “Comando Interaliado” es formado con voluntarios escogidos de varias nacionalidades de países ocupados tales como Noruega, Francia, Bélgica, Polonia, Holanda, Yugoslavia y, curiosamente en número bastante significativo, Alemania.
El resto de Comandos se formaron con voluntarios de diferentes Unidades del Ejército de Tierra Británico. Aunque en cifras comparativas había un número pequeño de tropas que tenían experiencia de combate, ya fuera en Noruega ó en la Fuerza Expedicionaria Británica, tampoco era poco frecuente encontrar soldados con una cierta experiencia. Por ejemplo la Compañía H del Comando Nº 3, estaba formada casi en su totalidad por Reservistas que habían cumplido sus siete años de servicio y que tras ser llamados a filas tras el inicio de la guerra habían combatido con la 4ª División en la retirada de Dunkerque.
3. Organización
Las misiones fundamentales del Mando de Operaciones Combinadas y de los Comandos, eran las de llevar a cabo reconocimientos, golpes de mano, obtención de información, ó la destrucción de infraestructuras enemigas, todo ello tras las líneas enemigas o en territorios ocupados. Además se podían utilizar como destacamentos ó fuerzas de asalto para asegurar cabezas de puente ó de playa en la preparación de operaciones de desembarco anfibio o aéreo, ó para proporcionar a las diferentes fuerzas y ejércitos personal altamente especializado y entrenado como apoyo a cualquier tipo de operación. Por todo lo expuesto, podemos considerar a los Comandos muy cercanos a tropas especializadas en la “guerra de guerrillas”, en las cuales grupos pequeños se unen para formar otros más grandes pero a la vez fácilmente desplegables y manejables.
La unidad más pequeña en la que se dividían los Comandos eran las de tipo Compañía, compuestas por unos 60 hombres, mandadas por un Capitán y divididas a su vez en dos secciones al mando de dos Tenientes. Las secciones a su vez se dividían en subsecciones, escuadras, que estaban bajo mando de los Sargentos. El Comando propiamente dicho comprendía a seis Compañías, y estaba bajo mando de un Teniente Coronel, el cual tenía entre sus principales cometidos el conocer a todos los hombres bajo su mando intentando extender entre ellos un sentimiento de apoyo y confianza mutuos. Además de esas seis Compañías existía un Cuartel General con siete Oficiales y unos 70 hombres, divididos en las Secciones de Administración, Inteligencia e Información, Señales y Comunicaciones, y Transportes y Logística. Y como agregados, una Unidad quirúrgica, con un cirujano y siete enfermeros, del Real Cuerpo Médico del Ejército y dos armeros del Real Cuerpo de Artillería del Ejército.
Es por todo esto que dentro de los Comandos el elemento de cohesión de las tropas es mucho más el liderazgo que el mando. El liderazgo es absoluto. Ningún mando superior puede intervenir entre un miembro de un Comando y su Jefe más inmediato. Este tipo “extremo” de organización no podría ser adoptado por las Unidades del Ejército “convencionales”, por lo que las tradiciones de ese Ejército “regular” tuvieron que adaptarse a las características de la “guerra de guerrillas” y a las propias de los soldados. Para poder optar a prestar servicio en el Mando de Operaciones Combinadas y en los Comandos, se había seleccionado a Oficiales, Suboficiales y Tropa que aportaran un buen nivel de inteligencia, con un espíritu arriesgado, con buenas condiciones físicas y con capacidad para actuar de forma rápida y decisiva. Para que esto pudiera funcionar, se decidió que los Oficiales pudieran seleccionar a los hombres que estarían luego bajo su mando. Y se les concedió también la prerrogativa de mandar a cualquier hombre de vuelta a su Unidad de origen sin más explicación que su propia decisión de mando y sin que éste pudiera ejercer su derecho de réplica. De la misma manera, cualquier Suboficial ó Soldado que quisiera volver a su Unidad de origen podía hacerlo en cualquier momento, con el único requisito de efectuar la solicitud y sin necesidad de argumentar la petición. La experiencia justificó estas innovaciones, ya que nunca hubo de producirse ningún “castigo” que fuera más allá de la advertencia de tener que dejar el Comando.
Ya hemos dicho que una de las características fundamentales de los Comandos era la voluntariedad de todos los aspirantes que querían formar parte de esas unidades. Los primeros aspirantes fueron llamados mediante una circular enviada desde la Oficina del Ministerio de la Guerra a los Generales Jefe de cada uno de los Ejércitos en los que se les instaba al reclutamiento de voluntarios para un “servicio especial” que no se especificaba en la carta. La carta indicaba además que no se exigiría aptitud paracaidista salvo para aquellos que se ofrecieran voluntariamente para tal cometido, que todos los candidatos serían entrevistados por un Oficial de forma individualizada y que cualquiera de los candidatos podría retirar su solicitud en cualquier momento. En general los requisitos que expresaba la misiva eran los siguientes:
- Juventud y buena forma física
- Inteligencia, autoconfianza y capacidad para la toma de decisiones
- Ser buen nadador
- Inmunidad a los mareos
En esa época se podía observar que en un Comando había representados hasta 90 Regimientos diferentes del Ejército Británico, del Ejército Canadiense, y de los Reales Infantes de Marina. Se permitió que los Oficiales y el resto de hombres mantuvieran su insignia regimental, ya que se observó que era un extra de motivación en el entrenamiento ya que cada hombre quería destacar en sus cometidos como representante de su Regimiento de origen.
Para ejercer el mando de los Comandos, también se instó a los Generales Jefes de los Ejércitos a la selección de Oficiales con un empleo que no fuera superior al de Teniente Coronel y con menos de 40 años. Estos Oficiales debían tener además habilidades tácticas, capacidad de liderazgo y de guía. Cada uno de estos Oficiales seleccionó a sus Jefes de Compañía de entre los Oficiales voluntarios que aparecían en los listados proporcionados por los diferentes Cuarteles Generales, y cada uno de estos Jefes de Compañía seleccionó a sus dos Jefes de Sección, y esta terna de Oficiales, (Jefe de Compañía y Jefes de Sección), “buceó” entre los listados de los Cuarteles Generales hasta seleccionar a los 60 hombres que formarían la unidad bajo su mando. Fue un proceso costoso, laborioso y que llevó un cierto tiempo, pero que después de finalizar le dió a cada Oficial la satisfacción, y la responsabilidad, de que todos los hombres que estarían bajo su mando habían sido seleccionados personalmente por él.
Aquellos que no fueron seleccionados fueron incluidos en una lista de la que saldrían los posibles reemplazos para los soldados que formarían parte de los Comandos, aunque con el paso del tiempo se llegó a formar una Unidad de Formación e Instrucción para los futuros Comandos.
Un número importante de suboficiales se incluyó en cada una de las Compañías, no sólo para facilitar el empleo táctico de los Comandos en pequeñas unidades, sino también para ofrecer posibilidades de promoción y de ascenso a los hombres que habían acudido en masa a la petición de voluntarios para esas unidades. Aunque con posterioridad se dieron casos de soldados y suboficiales que rechazaron ascensos ya que implicaban tener que regresar a sus unidades de origen y prefirieron seguir con los Comandos.
Con respecto al alojamiento y la manutención de los Comandos se decidió, en una primera instancia, que estos no recibirían ni alojamiento ni comida por parte del Ejército, sino que se les asignaría una paga de unas 10 libras esterlinas al mes, (el doble para los Oficiales), con los cuales deberían procurarse alojamiento, comida, transporte hasta el cuartel asignado, y ropa de civil. (Hay que tener en cuenta que el salario medio en el Reino Unido en aquella época rondaba las 3,5 libras al mes para un trabajador civil).
Con respecto al alojamiento se decidió que cada Comando fuera asignado a una ciudad costera en la cual podrían entrenarse y tener relación con los elementos de la Marina Real destacados en ella. A llegar a esas ciudades, los miembros del Comando se dispersaban para proveerse de sus propios alojamientos. Se solía establecer alguno de los edificios municipales como lugar de encuentro para los miembros del Comando y de las unidades navales de la ciudad. Además se escogía alguna casa que se juzgaba adecuada para establecer en ella una suerte de cuartel general, oficina administrativa y depósito de suministros, con la que se pretendía ayudar al Oficial Jefe del Comando en las tareas administrativas tales como suministros, pagas, informes y equipos. Este destacamento administrativo no estaba previsto que participase en las operaciones y solía estar comandado por un Oficial o Suboficial veterano.
Este sistema de paga y manutención individualizada fue especialmente valorada por los Oficiales de los diferentes Comandos, los cuales coincidían en señalar que ese sistema hacía que los hombre pudieran concentrarse en la instrucción de combate sin verse “interrumpidos” por los servicios típicos de las guarniciones, (como revistas ó guardias), además de fortalecer su sentido de autoconfianza y de capacidad de adaptación. Además se reducía el trabajo administrativo y hacía que la disciplina entre los hombres que componían los diferentes Comandos se viera fortalecida ante la simple advertencia de ser expulsados de la unidad.
Además la moral y la disciplina de los hombres era excepcionalmente alta, como sólo podía esperarse de una unidad de voluntarios especialmente seleccionados. Existía un excelente espíritu de compañerismo entre los Oficiales y la tropa de cada compañía que se evidencia en todos y cada uno de los ejercicios y entrenamientos. Los Oficiales hacían gimnasia con los Suboficiales y la tropa, y participaban con ellos en actividades como carreras a campo a través, fútbol, boxeo, ó rugby. Todos los hombres eran requeridos para que participasen en una u otra de esas actividades deportivas. El hecho de que los Oficiales pudieran prescindir de cualquiera de sus hombres en cualquier momento en que lo juzgasen necesario, ya fuera por indisciplina o por ineptitud, hacía que existiera un espíritu de cuerpo y una disciplina fuera de lo común dentro de esas unidades. Se organizaban también charlas, que impartían los propios Oficiales de los Comandos y en ocasiones oradores externos tales como Oficiales de la Marina ó de las Fuerzas Aéreas, Profesores, o personal civil, y que trataban de todo tipo de cuestiones relativas al desarrollo de la guerra. Con frecuencia, y para evitar que los soldados se desmoralicen, se les daba el fin de semana libre, (desde la tarde el viernes a la mañana del lunes), dentro de una política liberal de “dejar hacer” que los Oficiales consideraba muy beneficiosa.