La Batalla de Guadalcanal

Descripción: Se desarrolló entre el 7 de agosto de 1942 y el 9 de febrero de 1943 alrededor de la isla de Guadalcanal en el marco del frente del Pacífico de la SGM.

Etiquetas del tema: Batalla de Guadalcanal Campaña de Guadalcanal Operación Watchtower

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La Batalla de Guadalcanal

Mensaje por cocinilla » 12 02 2015 15:37

La Batalla de Guadalcanal (Operación Watchtower)

La conquista japonesa de Guadalcanal representó el límite de su avance en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Con bases establecidas por toda Nueva Guinea, el archipiélago Bismarck y las islas Salomón, los japoneses comenzaron a plantear una seria amenaza a las comunicaciones vitales entre Hawai y Australia

La situación estratégica, julio-agosto de 1942
La situación estratégica, julio-agosto de 1942La situación estratégica, julio-agosto de 1942


Con el desembarco americano en las Islas Salomón, comienza el 7 de agosto de 1942 la reconquista aliada del Pacífico.



  1. El Infierno de Guadalcanal duró seis meses
  2. La larga noche en las aguas de Savo
  3. Los japoneses intentan la reconquista
  4. El USS Enterprise, a punto de hundirse
  5. El fin del USS Hornet
  6. Galería Fotográfica
  7. Fuentes





A. El Infierno de Guadalcanal duró seis meses

La alarmas que en la primavera de 1942 llamó la atención del Alto Mando aliado sobre la isla de Guadalcanal fue dada por Martin Clemens, un desconocido informador del que nadie sabía nada; ni siquiera si era de fiar, Clemens, sobre quien hubo que reunir información a toda prisa, resultó ser uno de los informadores que el Comandante Eric Feldt había dejado atrás antes de abandonar las Islas ante la creciente marea de la invasión japonesa. Lleno de recursos y de iniciativa, Feldt había logrado convencer a amigos y conocidos decididos a quedarse tras las líneas japonesas de que aceptaran un aparato de radio transmisor y receptor y una clave. Ninguno de ellos había prometido convertirse en agente aliado, y Feldt no to había pedido a nadie, ya que ni estaba autorizado a hacerlo ni mucho menos a prometer compensaciones.

Eric Feldt era un emprendedor oficial del ejército australiano que tenía el gran don de conocer un poco, a todos en los mares del Sur. Había tratado sobre todo con gente excéntrica, reducida a vivir sobre inhospitalarias islas perdidas del Pacífico, lejos de todo sitio, donde pueblos de cabañas con un par de "bungalows" de mampostería eran considerados ciudades: en las Célebes, en Nueva Guinea, en Nueva Georgia, en Nueva Irlanda, en las Nuevas Hébridas. Aventureros cuya fortuna nunca había llegado y que se ganaban la vida como podían, comerciando con los indígenas o con cualquier raro turista de paso, o bien llevando la ingrata vida del plantador, luchando contra el calor y los mosquitos en espera de un improbable golpe de fortuna, sorbiendo whisky enfriado con hielo, leyendo ejemplares del "Times" de Londres con meses de atraso, y sonando el irrealizable sumo de partir un día y otro en un barco dirigido a Europa. Por to que de él se sabia en Port Moresby, último baluarte de las fuerzas aliadas, Martin Clemens podía estar jugando a dobles. pero Eric Feldt, consultado en seguida, dijo que se trataba de un funcionario de distrito, modesto plantador de cocos en Guadalcanal, y que lo conocía lo bastante como para afirmar que era de confianza.

Por otra parte, ¿qué era lo que había comunicado Clemens para provocar tanto interés?, Feldt fue informado también de que, según Clemens, los japoneses estaban afanándose en Guadalcanal. una isla de ninguna importancia en el archipiélago de las Salomón, el puesto avanzado mas meridional del avance nipón. Parecía que los japoneses habían construido allí algunos grandes almacenes y que ahora estaban derribando un gran número de árboles en el borde de la selva a lo largo del litoral norte de la isla. La impresión personal del informador era que los japoneses estaban construyendo un aeródromo. La información, si era digna de fe, resultaba de gran interés, porque dejaba entender que los japoneses consideraban importante la posesión de las Salomón y se preparaban a aprovechar su posición estratégica. Eric Feldt tranquilizo al Cuartel General sobre su hombre, Clemens, dijo, debía de haber vigilado la guarnición japonesa día tras día, y si finalmente se había decidido a enviar por radio la información, debía de estar seguro del hecho.

Pero, ¿cómo fiarse de una información que había llegado de detrás de las líneas japonesas?, ¿como era posible que los japoneses no localizaran pronto los transmisores?. Esta vez Feldt había sonreído con indulgencia. Los americanos tenían todavía mucho que aprender sobre el tipo de guerra que les había tocado en suerte. Era impensable que un hombre como Feldt pudiese colaborar con los japonesas, y era impensable que los japoneses pudiesen localizar transmisiones corno el de Clemens, usados solo esporádicamente. Se debía tener presente, siguió explicando Feldt, que los japoneses debían cuidar un imperio inmenso y con frecuencia escasamente habitado. Seguramente Clemens estaría escondido en la cima de un monte, en media de la jungla, en el corazón de la isla, y probablemente había dejado el aparato de radio bien escondida por allí.

Desde Port Moresby la información llegó a Australia. y allí el interés fue todavía mayor. Aunque no hiciese falta, los australianos gritaron que una base aérea nipona en Guadalcanal seria como una viga en el ojo para la defensa aliada. ¿Que era lo que querían hacer los japoneses?. Quizás preparaban el salto sucesivo hacia las Hébridas, las Fiji o, peor aun, Nueva Caledonia?. ¿Quizá querían de nuevo desencadenar una ofensiva para conquistar Port Moresby y atacar después allí, resueltamente, la misma Australia?. Aunque después de la Batalla de Midway estos ambiciosos proyectos enemigos aparecieran un poco excesivos, nadie estaba dispuesto a despreciarlos. Después de todo, la flota de Yamamoto era superior a la aliada. En este estado de anima se tomo la decisión de realizar una incursión a las Salomón e impedir a los japoneses construir en Guadalcanal su pista de aterrizaje.

De pronto aquel archipiélago olvidado se hacia estratégicamente importante. Hasta aquel momento, a Guadalcanal no la había oído nombrar prácticamente nadie, también porque quien había puesto el pie en ella había experimentado a su costa la inhospitalidad del clima tropical y húmedo, y lo intrincado de su jungla, llena de animales hostiles, de insectos portadores de fiebre y de miasma insalubre. Situada al sudeste del archipiélago, la isla mide 148 kilómetros de largo y tiene de ancha en el punto máximo 45 kilómetros. De todo este espacio solo el cinturón costero es accesible con relativa facilidad, mientras que todo el recto en el interior de la isla está cubierto de una vegetación en gran parte todavía virgen, donde quien quisiera abrirse camino debía hacerlo a golpes de machete. Sus habitantes se contaban verdaderamente con los dedos de la mano, ya que también los que iban a trabajar allí preferían vivir en Tulagi, el islote mas importante del archipiélago, frente a Guadalcanal. En Tulagi había un poblado que según la costumbre, era llamado ciudad y que era un poco la capital desde el momento que incluía el palacio del residente, es decir, quien había sido representante del gobierno australiano antes de la conquista japonesa. En Tulagi había sobre todo, un excelente fondeadero, y esto había determinado siempre la suerte del islote en comparación con las demás islas.

Para dar una idea de la diferencia entre Talagi y Guadalcanal, basta mencionar el hecho de que los japoneses ocuparon las Salomón desembarcando en Talagi al principio de mayo, y que sólo desembarcaron en Guadalcanal a finales de mes. Cuando llegaron a Washington las primeras propuestas para una operación sobre Talagi y Guadalcanal para destruir el aeródromo en construcción, el nuevo comandante de la marina, el Almirante Ernest J. King, se opuso con cierta energía. A su parecer, la operación habría llamado la atención del enemigo sobre la zona y habría conseguido solo un efecto secundario: retrasar en algunas semanas de la base aérea. Si de verdad se quería obtener un resultado positivo, según King, se debería realizar un desembarco en gran envergadura, con el fin explícito de reconquistar las Salomón.

El Presidente Roosevelt y el Primer Ministro Churchill, que en primer momento no habían sido hostiles al proyecto inicial, expresaron su perplejidad ante la idea de un compromiso tan resultó, favorecido por las fuerzas armadas sobre el terreno y por el gobierno australiano. Entre otras cosas se tenía a King, y con el mando del pacífico, de MacArthur a Nimitz, intentase poner en marcha una operación en gran envergadura capaz de anular en la práctica la disposición de estrategia global ya decidida por los dos hombres de estado cuando habían dispuesto conferir a la guerra en Europa prioridad a la del Pacífico. Pero los argumentos aportados por King fueron tan convincentes que el desembarco en Guadalcanal obtuvo la aprovisiona al máximo nivel. De este modo sucedió que la primera ofensiva norteamericana, contrariamente a la intenciones solemnemente expresada, fue lanzada en el Pacífico, mientras el frente europeo era relegado a un segundo plano con gran disgusto de Churchill.

En honor a la verdad, en el momento que el ejército y la marina elaboraron los planes de la operación, nadie podía prever lo que iba a ocurrir y que la batalla por Guadalcanal duraría mas de seis meses y exigiría tan gran derroche de hombres y material de una parte y de la otra. Ciertamente es posible decir que por parte aliada, que ninguno había avalado de salida un proyecto tan costoso. Y probablemente es legítimo dudar de que los japoneses se habrían comporto como se comportaron si hubiesen previsto las consecuencias del caso. Por parte americana, se pensó en la posibilidad de desembarcar en la playa de Guadalcanal una división de Marines (la primera) con el apoyo de una pequeña flota, ya que la marina, reducida por los encuentros recientes, no tenía intención de arriesgar sus preciosos portaaviones protegiendo un desembarco, que no tenía visos de ser muy importante. El ejército se molestó, pero la marina fue inconmovible. Seguiría con los portaaviones a la altura de las Solomon solo por un par de días. Y así lo hizo, a pesar de la insistencia del General Alexander A. Vandergrift, comandante de los Marines, que habría deseado el apoyo de los portaaviones, al menos durante cinco o seis días, hasta que los materiales hubieran sido desembarcados del todo. Hay que decir, para aclarar esta discusión, que, entre los aliados por el momento nadie, ni en la tropa de tierra ni en la de marina, había adquirido experiencia en desembarcos, dado que aquel iba ha ser el primero. Además debe tenerse en cuenta que entre las dificultades que hicieron mas penoso la realización del proyecto estaba la falta de mapas de la zona.

Desembarco norteamericano en las islas de Florida, Tulagi, Tanambogo y Gavutu

El 7 de agosto de 1942, sin embargo, una imponente flota aliada compuesta por tres cruceros australianos, (HMAS Canberra, HMAS Australia y el HMAS Hobart) y dos estadounidenses, (USS San Juan y el USS Chicago), como protección de numerosos transportes de diversa naturaleza y acompañado de un solo grupo de destructores, se asoman al horizonte del litoral norte de Guadalcanal. Al alba los cruceros empezaron a disparar contra las instalaciones de la guarnición japonesa y contra las obras que se estaban haciendo en el campo de aviación.

Entre los que fueron despertados con el sobresalto de las explosiones estaba Martin Clemens, que salió de su escondite bien oculto en la jungla y se subió a una altura para ver que estaba sucediendo. Comprendió entonces que alguien había recibido sus mensajes y había hecho buen uso de ellos.

Los japoneses, que no eran mas de tres mil, fueron sorprendidos durmiendo y pronto se dieron cuenta de que no podían hacer nada para impedir el desembarco de los americanos. Poco después, alguna escuadrillas de bombarderos americanos soltaban algunas toneladas de bombas sobre la isla. Eran los aparatos de los portaaviones USS Saratoga, USS Enterprise y del USS Wasp, que cruzaban un centenar de millas mas al sur, bajo la protección de seis cruceros, dieciséis destructores y el acorazado USS North Carolina.
Zona de desembarco en TulagiZona de desembarco en Tulagi
Algunas unidades de marines desembarcaron en la Isla de Tulagi y se apoderaron de ella, aunque después de un nutrido tiroteo. Más fácil fue, paradójicamente, el primer choque en Guadalcanal, aunque se sabía que el grueso de las fuerzas ocupantes japonesas estaba acuartelado allí. Pero los japoneses habían preferido retirarse a la jungla circundante, inaugurando una táctica frecuentemente seguida desde aquel día: dejar tomar tierra a las tropas de desembarco y atacarlas aun antes de que hubieran podido consolidar la cabeza de playa. Sin embargo, los japoneses no se esperaban tan gran contingente de desembarco, ni tan masiva colaboración de artillería, autopropulsados, jeeps y carros de combate, de modo que prefirieron quedar agazapados en sus escondrijos tratando de evitar el fuego incesante de los barcos de guerra cuyos proyectiles rastrillaban la jungla pasando por encima de las naves de desembarco y de los marines de la 1ª División, que trataban de poner pie en la playa. Apenas la primera columna de infantes de marina pudo formarse, los americanos empezaron a fortificar la cabeza de playa y luego realizaron algunas salidas a la jungla circundante. Pero los japoneses evitaron con cuidado el contacto.

El General Vandergrift supuso que el enemigo había decidido desplegarse en defensa del campo de aviación, que todavía estaba por terminar y al día siguiente dos columnas de marines atacaron la pista. Pero una vez más descubrieron que los japoneses también la habían abandonado. Entre tanto, las operaciones de desembarco prosiguieron activamente y la noche del 8 de agosto, cuando el trabajo tuvo que ser interrumpido por la oscuridad, todos los hombres (cerca de I0.000) y todos los servicios habían llegado a tierra. Faltaba por descargar solo una parte del material destinado a garantizar la defensa de la división y a permitir construir la base aérea que los japoneses habían comenzado. Fue precisamente aquella noche (la noche entre el 8 y el 9 de agosto) cuando los japoneses hicieron acto de presencia. Y lo hicieron a su manera, sorprendiendo al enemigo donde menos se lo esperaba: en el mar.

1ª Marcha de los Marines al Monte Austen abortada el 7 de agosto1ª Marcha de los Marines al Monte Austen abortada el 7 de agosto
En realidad era solo por mar como los japoneses podían reaccionar con alguna posibilidad de éxito y lo hicieron gracias a la osadía y el espíritu de iniciativa de un Contraalmirante; Gunichi Mikawa, nuevo comandante de la flota con base en Rabaul. Apenas había llegado de Guadalcanal el aviso del improvisado e inesperado desembarco americano, la mañana del 7 de agosto, Mikawa había izado la insignia en el Crucero IJN Chokai y había salido con rumbo al sur con las "fuerzas de intervención" formada con las unidades disponibles en el momento, es decir, cuatro cruceros pesados: (IJN Aoba, IJN Kako, IJN Kimura y el IJN Furutaka), además del el IJN Chokai, dos cruceros ligeros y un destructor. Al tomar el mar con dirección al sur, el Contraalmirante Mikawa había anunciado al Gran Cuartel General Imperial su decisión de enfrentarse al enemigo en aguas de Guadalcanal. Algunos de los jefes de la flota nipona le pareció que Mikawa era un temerario. Apenas había llegado a Rabaul y ya tomaba la responsabilidad de una operación que en ningún caso parecía corresponder a la marina. En suma, Mikawa tenía todo el aire de arriesgar algunos cruceros en una causa difícilmente defendible, ya que la marina no mostraría en disposición de echar por si sola a los americanos de Guadalcanal. Eso debería realizarlo el ejército.

Se sabía que Mikawa partía sin un plan preciso, con intención de lanzar un ataque en superficie contra los transportes americanos entre Guadalcanal y Tulagi. Se sabía también que con esfuerzo había podido reunir 410 marineros y armarlos lo mejor posible a fin de disponer de una pequeña fuerza que pudiera hacer frente a acontecimientos imprevisibles. En suma, todo lo que se sabía, hacía mover la cabeza. No le dijeron que no, por la simple razón de que había partido sin esperar respuesta. El único en juzgarle benévolamente fue Yamamoto. El gran almirante estaba perfectamente informado de las dificultades contra las que iba a chocar la escuadra de Mikawa, sabia que seria obligado a forzar una defensa que fácilmente se suponía muy poderosa y a desafiar una flota muy superior en fuerzas y capacidad de fuego, pero esas eran las decisiones que más gustaban a Yamamoto. El gran almirante quiso animar a MIkawa con un mensaje personal y le telegrafió estas palabras: "Le deseo éxito con su escuadra". Luchando con dificultad análoga a las encontradas por los aliados por falta de mapas. Mikawa se aproximó a Guadalcanal recorriendo una ruta lo más a cubierto posible de las islas del archipiélago de modo que se evitara el reconocimiento aéreo enemigo.

El avance hacia el oeste, a lo largo de Tulagi, se efectuó durante la mañana del 7 de agostoEl avance hacia el oeste, a lo largo de Tulagi, se efectuó durante la mañana del 7 de agosto
Su plan era simple: sabiendo que el brazo de mar enfrente del lado del desembarco estaba repleto de barcos norteamericanos, el almirante japonés intentaba irrumpir allí al amparo de las tinieblas y, ayudándose con bengalas lanzadas desde un hidroavión, bombardear al enemigo. Todo esto habría sido posible si, favorecida por la sorpresa, su escuadra hubiese rodeado el lado meridional de la isla de Savo surgiendo luego en torno al septentrional para evitar la eventual persecución. Mikawa no pretendía entablar batalla, ni habría podido hacerlo, sino efectuar simplemente una emboscada. Se trataba de un plan audaz, como es fácil de imaginar, porque era previsible que los aliados estuvieran con los ojos bien abiertos, pero si se lograba la sorpresa el plan podía tenor éxito. En realidad las fuerzas navales aliadas fondeadas en las aguas de Guadalcanal eran bastante superiores a las japonesas, porque se trataba, como se ha dicho, de ocho cruceros pesados (el HMAS Australia, el HMAS Canberra, el USS Chicago, el USS Vincennes, el USS Astoria, el USS Quincy, eL USS San Juan y el HMAS Hobart), además de seis destructores.

La amarga lucha en Tulagi, más intensa y prolongada que en Guadalcanal, concluye finalmente con el asalto aliado en los islotes de Gavutu y TanambogoLa amarga lucha en Tulagi, más intensa y prolongada que en Guadalcanal, concluye finalmente con el asalto aliado en los islotes de Gavutu y Tanambogo
Bien protegidos detrás de este formidable despliegue, todos los transportes que habían permitido el desembarco a los marines continuaban todavía llevando toneladas de material a la playa. El comandante de la fuerza naval aliada, Contralmirante Crutchley de la Royal Australian Navy, parecía relativamente tranquilo por una serie de razones. Los japoneses no habían mostrado particular agresividad hasta ahora y la escuadra parecía bastante segura, porque al sur la ruta estaba cerrada a eventuales irrupciones enemigas por los portaaviones y al noroeste, en torno a los dos canales que rodean la Isla de Savo, hacían la guardia dos destructores, el USS Blue y el USS Ralph Talbot, equipados con las más avanzadas instalaciones de radar que los hacía capaces de ver en la oscuridad.


B. La larga noche en las aguas de Savo

Todo, en suma, parecía confirmar la razón de las aprensiones del alto mando japonés sobre la temeridad de los propósitos de Mikawa, aunque el almirante nipón seguía su ruta sin retrasos ni modificaciones, absolutamente seguro de su buena estrella. Sabía, naturalmente, que tenía a su ventaja un detalle no despreciable: el entrenamiento de los marinos japoneses en la navegación nocturna, superior ciertamente, en distancias cortas, a las mismas prestaciones del radar modelo SC, es decir, del tipo montado en los dos destructores aliados. Hace años que la marina japonesa habituaba a sus hombres a la navegación nocturna y lo hacía con sistemas muy simples y primordiales, adiestrándoles a contar el mayor número de estrellas posibles en un determinado cuadrante celeste. Se puede decir que hacía mucho que esto se había convertido en frecuente pasatiempo de los marinos japoneses en las largas horas nocturnas antes de acostarse. Mikawa se preparaba ahora a sacar ventaja de este previsor aprendizaje. Cuando estuvo próximo a la meta, el almirante japonés hizo despegar cinco hidroaviones para que dieran un vistazo entre Guadalcanal y Tulagi antes de que se pusiese el sol; aunque los antiaéreos aliados reaccionaron violentamente ante su aparición, los observadores fueron capaces de tranquilizar a Mikawa; había abundante caza para que valiese la pena intentar una incursión.

Mapa de la situación el 9 de agosto Mapa de la situación el 9 de agosto
Las últimas órdenes fueron cursadas con las señales ópticas para no romper el silencio de la radio y al final Mikawa hizo alzar el vuelo a dos hidroaviones para un último control antes de dar luz verde al raid nocturno. Estos confirmaron que la situación era idéntica a la de antes; los aliados parecían sentirse seguros, una parte de su camino en un brazo de mar ya inspeccionado anteriormente por los aliados, que ahora lo suponían desierto. Probablemente. para preocupar todavía más a los oficiales aliados, intervino otro detalle: el anuncio de que la escuadra de portaaviones de Fletcher se disponía a dejar las aguas de las Salomón, que consideraban demasiado peligrosas. Aunque Crutchley considerase discutible esta decisión, no había duda de que no eran solo los marines desembarcados los que se quedaban sin protección aérea. Ahora, para proteger la todavía exigua y dedil cabeza de playa de Guadalcanal quedaban solo los cruceros del almirante Crutchley. Una circunstancia posterior intervino para distraer a los aliados: mientras, Mikawa se aproximaba a Savo. el Almirante Crutchley debía abandonar su puesto para participar en una reunión con el General Vandergrift y con el Almirante Turner a fin de elaborar las nuevas medidas necesarias a continuación de la partida de los portaaviones. Crutchley se alejó con el HMAS Australia, dejando el mando del crucero al Capitán de navío Bode, comandante del USS Chicago.

Gráfico que muestra la aproximación y retirada de la flota de Mikawa del área de la batallaGráfico que muestra la aproximación y retirada de la flota de Mikawa del área de la batalla
Pero ya que el almirante habría vuelto para la media noche, Bode prefirió no moverse y no llevó su crucero al extremo de la fila, así que la disposición nocturna predispuesta para defensa de la escuadra se encontró incompleta en el momento decisivo. Hacia medianoche la línea de buques japoneses estaba ya próxima a la isla de Savo, mientras los vigías del IJN Chokai (el crucero de cabeza), escrutaban la oscuridad de la noche. Pronto fue avistado el USS Blue, uno de los dos destructores aliados encargados de repasar la embocadura del canal. Esperaron a que se encontrase en el punto más alejado de su monótono e ininterrumpido cruzar y entonces Mikawa dio a la escuadra la orden de avanzar. Más o menos en aquel momento el almirante Crutchley terminaba la conferencia, volvía al HMAS Australia pero decidió quedarse donde se encontraba, al oeste de los transportes, sin regresar a la escuadra de cruceros. La hora era tardía, todos estaban cansados y la maniobra habría movilizado a mucha gente. Crutchley pensó, que todo se podía dejarse para el día siguiente.
Mapa que muestra las acciones al noreste de SavoMapa que muestra las acciones al noreste de Savo
Era verdaderamente una noche oscura y el mal tiempo la hacia aun más tenebrosa. Poco después de la una, mientras la escuadra japonesa estaba ya en posición de tiro y los americanos empezaban a tener la sensación de que alguna cosa iba a suceder, calló también un aguacero. Finalmente fueron avistadas en lontananza las siluetas negras de los Cruceros USS Chicago y el HMAS Canberra y Mikawa ordenó lanzar torpedos. Era la 01:38, Siete minutos después el HMAS Canberra parecía saltar en el aire. Pronto dos aviones japoneses de reconocimiento lanzaron bengalas y bajo una lívida luz, el HMAS Canberra recibió una salva de proyectiles.

Aparatosamente escorado hacia la derecha, el crucero australiano se detuvo: las altas llamas atraían torpedos y granadas, mientras por toda aquella balsa de agua (bruscamente despertada) las tripulaciones australianas parecían enloquecidas. No se conseguía entender qué estaba pasando, ni donde se encontraba el enemigo que seguía escondido dentro de la zona oscura. El USS Chicago tuvo la suerte de descubrir a tiempo, a la luz de las bengalas, las estelas de algunos torpedos. Con excepcional prontitud su comandante logró esquivarlos, pero no tuvo mucho tiempo para alegrarse porque a la 01:47, un minuto después, un nuevo torpedo embestía de lleno la proa del crucero abriendo una enorme vía de agua.

Pronto el USS Chicago se vio obligado a dejar de combatir, mientras la terrible línea de fila de Mikawa continuaba su camino. La nave almirante japonesa lanzó otros cinco torpedos apenas sus vigías descubrieron la oscura sombra del USS Astoria y poco después empezó a disparar.

Fue suficiente que una sola salva diese en el blanco para que el USS Astoria se convirtiese en una verdadera antorcha y por eso en un magnífico objetivo. Pronto disparaban todas las naves japonesas contra el crucero en llamas y el USS Astoria quedó inmovilizado. Pero antes de dejar de disparar consiguió acertar al IJN Chokai.

Teniendo en cuenta las condiciones en que se encontraba el crucero americano, este blanco fue un golpe excelente. En el estado de confusión que se había formado en aquellos pocos minutos, no pocos cruceros aliados fueron convencidos de cesar el fuego porque temían alcanzar unidades amigas.

Mapa de la situación el 24 y 25 de agostoMapa de la situación el 24 y 25 de agosto
El USS Quincy para evitar este riesgo, se hizo alcanzar por una salva del crucero IJN Aoba. También en este caso fue suficiente un solo impacto para provocar un incendio que transformó al crucero en un extraordinario blanco para todas las unidades enemigas. El USS Quincy, fue el primer crucero aliado en hundirse a las 2:35. El segundo que se fue a pique fue el USS Vincennes, un cuarto de hora antes, el USS Vincennes había intentado defenderse, pero también había corrido la misma suerte que los otros.

Tocado se había convertido en un blanco sobre el que todos habían hecho converger proyectiles y torpedos. Mientras el USS Astoria estaba inexorablemente consumiéndose en una hoguera, el almirante Mikawa ordenó a la escuadra japonesa que se replegara y alejara. Nadie entendió la razón que había inducido a Mikawa a tanta prudencia tras haber demostrado tanta agresividad, aunque en el camino de vuelta los japoneses alcanzaron también al destructor USS Ralph Talbot.

El silencio cayó nuevamente sobre un mar negro como la pez, punteado aquí y allá por los siniestros resplandores de los incendios y por algunas explosiones. Las fuerzas aliadas tardaron en creer que el enemigo se hubiese alejado y durante un poco de tiempo algunas unidades siguieron disparando contra las sombras, dando a entender el estado de confusión al que habían llegado los comandantes. Hasta el alba no se pudo hacer el balance de la trágica noche. De la fuerte escuadra del Almirante Crutchley quedaba bien poco y una parte de ese poco estaba reducida al estado de chatarra.

El HMAS Canberra tuvo que ser abandonado por la tripulación y tras algunas tentativas de salvarlo, no hubo más remedio que darle el golpe de gracia. Hubo esperanzas de poder remolcar el USS Astoria hasta un dique seco, pero de improviso las llamas se reavivaron con el viento a favor y ante la consternación de sus socorredores el agua volvió a irrumpir por los agujeros provisionalmente taponados. La nave se ladeó y hubo que abandonarla junto a tiempo antes de que diera la vuelta. Un cuarto de hora después del mediodía se fue a pique.

El hundimiento del HMAS Canberra y del USS Astoria (unidos al del USS Vincennes y del USS Quincy) subió a cuatro el número de los cruceros pesados aliados perdidos en el curso de la Batalla Naval de Savo. Ademas, los aliados lamentaban gravísimos daños sufridos par el crucero USS Chicago y dos destructores, el USS Ralph Talhcot y el USS Patterson. El balance total de las pérdidas humanas fue igualmente grave para los aliados, que tuvieron más de mil muertos y setecientos heridos, contra los veinticuatro muertos y los cinco heridos sufridos por la escuadra japonesa.

El retorno de la escuadra japonesa a la base de Rabaul fue verdaderamente triunfal, aunque de camino Mikawa hubiera perdido el 10 de agosto, al crucero IJN Kako, torpedeado por un submarino estadounidense. El almirante japonés había logrado un éxito extraordinario y fulgurante que había humillado a la flota aliada y había puesto en evidencia su preparación e improvisación. Sin duda, el mensaje de felicitación que Yamamoto hizo llegar a Mikawa estaba más que justificado, aunque no todo en la empresa japonesa podía ser considerado positivamente.

La pérdida del IJN Kako, por ejemplo, que se había hundido en pocos minutos después de haber recibido tres torpedos en un costado, había hecho subir la cota de pérdidas humanas a cincuenta y ocho muertos y cincuenta y tres heridos. Pero según el parecer del estado mayor aliado, la misión de Mikawa había sufrido un fracaso total, porque inicialmente su objetivo principal debería haber sido hundir los transportes para obligar a los americanos a desalojar Guadalcanal. Ni siquiera uno de esos transportes había sido dañado. Pero a este propósito los mismos aliados se arriesgaron en cierto modo a favorecer las esperanzas japonesas, por que fue tal la aprensión que la emboscada de Mikawa sembró en la marina aliada que los barcos de Guadalcanal, que prefirieron ponerse a salvo abandonando aquellas aguas inseguras. Los diez mil marines fueron así dejados solos en la playa de Guadalcanal y su comandante, el General Vandergrift, pasó algunos días aterradores.

Pero los japoneses no fueron capaces de aprovecharse de la situación. En Washington se ordenó una investigación para profundizar en las razones de lo sucedido y la fatídica noche de Savo fue dolorosamente reconstruida minuto a minuto, amargamente discutida y recordada. No hubo sanciones, pero algunos oficiales salieron malparados. El Capitán de Navío Bode, que había mandado el USS Chicago y tenía el mando en ausencia de Crutchley, prefirió suicidarse para no sobrevivir a la vergüenza.


C. Los japoneses intentan la reconquista

Hasta el 8 de agosto no intentó el ejército japonés reconquistar Guadalcanal. En honor a la verdad, el alto mando japonés parecía no haber otorgado nunca una extraordinaria importancia a las Salomón y al aeródromo en construcción en Guadalcanal, ya que en este caso, sin duda, en lugar de dar largas a los trabajos de construcción de la pista, habrían sido acelerados todos al máximo. Pero la iniciativa aliada pareció haber provocado una reacción irresistible, llamando la atención nipona sobre aquel perdido rincón del mundo. A esto se añade una a consideración de orden psicológico: el desembarco en la playa de Guadalcanal es el primer intento aliado de cerrar el paso a un ejercito que lleva ocho meses avanzando en una ofensiva incesante e irresistible. La decisión americana de desembarcar es considerada inmediatamente como lo que es: la señal peligrosa y sintomática de que la guerra ha llegado al punto de transición y que los aliados tienen intención de reaccionar.

Para la mentalidad japonesa es inadmisible admitir que los americanos sean los mas fuertes. Los boletines de guerra nipones explican hace tiempo que los americanos son constantemente superados y que la potencia de los Estados Unidos ha sido destruida junto con su flota. Los soldados japoneses se han convencido de que nadie está en situación de combatir como ellos, que ni los norteamericanos, ni los ingleses son incapaces de morir como ellos lo hacen por su Emperador. Y esto por una razón muy sencilla: porque son unos depravados y unos cobardes. Esto tiene un efecto singular.

Consciente el Estado Mayor Imperial de cargar moralmente a los soldados, pero a la vez induce un poco a todos, fatalmente a subestimar al enemigo. Así todo acabó en que terminarían creyendo los "eslóganes" de la propaganda de un modo incluso fanático. Naturalmente, pronto reflexionarán todos, pero la primera vez, ante el episodio de Guadalcanal, se manifiesta el error y es de consecuencias desastrosas. EL Alto Mando nipón considera que será relativamente posible desalojar a los pocos americanos desembarcados en Guadalcanal mediante pocos japoneses bies adiestrados.

Campo HendersonCampo Henderson
Este error de valoración está en la base de una tragedia que se alargará durante lentos meses y transformará Guadalcanal en un infierno, uno de los más tremendos de toda la guerra. Mientras los marines dejados solos y sin protección durante algunos días, trabajan furiosamente fortificando la cabeza de playa y acabando la pista de aterrizaje, rebautizándole Campo Henderson, un regimiento japonés va a ser desembarcado en Guadalcanal para atacar a los estadounidenses. Claramente el Alto Mando nipón ha subestimado al enemigo, piensa que en Guadalcanal no habría más de 2.000 norteamericanos.

A la cabeza de los japoneses ha sido puesto un hombre de gran experiencia y notable capacidad, el Coronel Kiyono Ichiki, un verdadero profesional de la guerra, que ha empezado a combatir hace ya diez años contra los nacionalistas chinos. Es un típico exponente de la oficialidad nipona: obstinado y fanático, convencido de la superioridad del combatiente japonés sabre el americano. Esto mismo contribuirá a hacer caer la balanza en su favor, los norteamericanos no dan señales de haberse enterado del secreto desembarco japonés, pero el General Vandergrift sabe que debe esperar un golpe de mano por parte enemiga y obliga a sus marines a tener los ojos bien abiertos. Además, el 20 de agosto aterrizan en la pista de Henderson los primeros aparatos de la base aérea de Guadalcanal y esto sirve para reanimar algo a los americanos, que de ese modo no se sienten tan aislados del mundo.

Se trata de 19 Wildcat y una docena de Dauntless. Poca cosa, pero para empezar no esta mal. Pocas horas después los hombres del Coronel Kiyono Ichiki dan señales de vida. En el corazón de la noche un intenso fuego de mortero llega a las líneas americanas: los marines que están alerta, reciben al enemigo disparando furiosamente con las ametralladoras. A pesar de todo los japoneses continúan avanzando, muchas veces pasando por encima de sus mismos muertos, hasta que tratan de romper el despliegue americano lanzándose contra las líneas de los marines con la bayoneta calada.

Dos ataques a la bayoneta son rechazados con graves pérdidas para el enemigo y luego al alba el General Vandergrift, lanza uno de sus batallones de reserva sobre flanco enemigo, mientras los aviones martillean sin reposo a los hombres de Ichiki. Hasta que el cerco se completa no deciden los americanos interrumpir el bombardeo aéreo. Vandergrift manda entonces contra los japoneses sus pequeños carros de combate tácticos. A pesar de la carnicería, los japoneses continúan luchando. Los americanos no han visto nunca nada igual, ni han oído hablar nunca de semejante modo de combatir.

Al anochecer termina la matanza y solo pocos hombres (algunas docenas) huyen a Ia jungla con el Coronel Ichiki, quien se suicidará pocos días después. Los marines se enjugan el sudor y luego reconstruyen las defensas en torno al Campo Henderson. Han comprendido por su cuenta que los japoneses volverán pronto y en mayor número, decididos a recuperar la base, saben que de noche su marina puede acercarse impunemente a llevar refuerzos a Guadalcanal. Estan tan convencidos que han dado incluso un nombre al servicio nocturno entre Rabaul y Guadalcanal como el "Tokyo Express".


D. El USS Enterprise, a punto de hundirse

Más por una sola vez los japoneses deciden sustituir el "Tokyo Express" por una escuadra naval en toda regla destinada oficialmente a escoltar una brigada, a las órdenes del General Kawaguchi, pero con la secreta esperanza de atraer a la flota americana a una emboscada.

El plan, corno de costumbre, era complicado y lleno de trampas. Los transportes y otros barcos serían escoltados por el portaaviones ligero IJN Ryujo, destinado a servir de cebo. Yamamoto no dudaba en que los aliados se moverían para enfrentarse a esta escuadra y entonces él se habría sacado el as de la manga: habría atacado al enemigo con los aparatos de los grandes portaaviones IJN Shokaku y IJN Zuikaku, hechos llegar mientras tanto al norte de las Salomón. Como de costumbre, los americanos se enteraron a tiempo de estos planes y reclamaron hacia el lugar a sus tres portaaviones, es decir, el USS Enterprise, el USS Saratoga y el USS Wasp.

La mañana del 24 de agosto de 1942 los observadores aéreos del Almirante Fletcher avistaron al IJN Ryujo, como habían esperado los japoneses, en el preciso momento en que sus aparatos estaban despegando para bombardear la pista de Guadalcanal. Desde el USS Enterprise y el USS Saratoga, los bombarderos tomaron en seguida el vuelo para atacarlo. Casi lo habían alcanzado cuando Fletcher se dio cuenta de que habían mandado sus aviones contra un blanco secundario. Los observadores le comunican haber localizado a dos grandes portaaviones.

El comandante americano sólo podía hacer una coca: enviar contra los grandes portaaviones japoneses los pocos aparatos que le quedaban. No podía utilizar los del USS Wasp porque lo había enviado a más de trescientos kilómetros al norte para repostar combustible. Las patrullas aéreas atacaron valerosamente al IJN Shokaku, pero naturalmente tuvieron escaso éxito. Esto aguó un poco a los americanos la satisfacción por las noticias provenientes de las escuadrillas que habían atacado el IJN Ryujo, según las cuales la unidad enemiga había sido echada a pique.

Fletcher tenía también otro grave motivo de preocupación: esperaba con inquietud que de un momento a otro el radar le señalase Ia llegada de los aparatos enemigos. El observador aéreo que había avistado los dos grandes portaaviones había dicho que sus aviones habían despegado ya. El almirante americano situaba todas sus esperanzas en la patrulla de cazas Wildcat, que prudentemente se había dejado a bordo, y en las potentes baterías antiaéreas del Acorazado USS North Carolina. Como era fácilmente previsible, numerosos aviones atacantes lograron pasar la barrera. Y desde algunos Val fueron lanzadas bombas que acertaron al USS Enterprise. La gran nave parece a punto de saltar por los aires, pero sus hombres lograron ponerlo en movimiento y salvarlo. La batalla terminó aquí, pero tuvo una continuación al día siguiente. Aunque se habían quedado sin la escolta del IJN Ryuko, los destructores y el transporte de tropas, destinado a conducir los refuerzos a Guadalcanal y las otras naves de carga, continuaron su rumbo.

Los aviones que despegaron del Campo Henderson lograron localizarlos y los atacaron. Después de que el transporte de tropas (acertado de lleno por las bombas) fue echado a pique, los japoneses terminaron por volverse atrás. Era el 25 de agosto y ya Guadalcanal estaba costando a ambos contendientes un precio demasiado alto. Los japoneses concluyeron que era absolutamente necesario desalojar a los americanos de la isla y que para enviar tropas a Guadalcanal sería más aprovechable volver a los furtivos viajes nocturnos del llamado "Tokyo Express".

Finalmente un contingente de tropas fue desembarcado en la otra parte de Guadalcanal, en el litoral del sur. A su cabeza estaba uno de los hombres que habían acusado de poco interés al difunto Coronel Ichiki: El General Kawaguchi. Este se puso resueltamente a la cabeza de los hombres para atravesar la jungla de Guadalcanal y tomar por sorpresa el Campo Henderson. Pero el factor sorpresa desapareció casi de pronto, ya que los marines se enteraron rápidamente del desembarco de los japoneses y luego, con una acción bastante brillante, lograron apoderarse de cierta cantidad de víveres y de materiales de diversas clases que los japoneses habían almacenado sobre la costa.

Para los dos mil hombres de Kawaguchi la marcha fue cruel y dolorosa: un verdadero calvario. Era necesario abrirse camino casi siempre con el machete y los hombres debían marchar por lo general en fila india, llevando pesadas cargas suplementarias, salvando montes y barrancos, sin posibilidad de reponerse con comida caliente para evitar señalar con el humo su presencia al enemigo. Rápidamente el agua comenzó a escasear y casi enseguida un cierto número de hombres fue infectado de fiebres tropicales a causa de Ia picadura de los insectos, de los miasmas de los pantanos y de las desagradables sorpresas de ciertos frutos desconocidos y atractivos.

Capital fue sobre todo la imprudencia que llevó a muchos a beber el agua que se encontraban por el camino. La situación fue agravándose a medida que la columna se alejaba de la base. Hubo unidades que quedaron incluso desprovistas del acostumbrado puñado de arroz y estuvieron a punto de perecer por hambre e inanición y hubo quienes verdaderamente murieron. Quien estaba en disposición de resistir tenía que luchar cotidianamente contra los ataques de malaria.

El 12 de septiembre, Kawaguchi lanza un ataque al campo americano, pero a causa del estado en que se encontraban sus tropas, no fue más que un ensayo. El general concedió algunas horas de reposo a los hombres, les permitió consumir un poco de arroz y dormir algunas horas y luego la noche del 13 volvió al asalto de la colina en cuya cima los marines habían emplazado ametralladoras y morteros. Rechazada la primera oleada, los marines estuvieron a punto de ser arrollados por la segunda, pero finalmente los japoneses tuvieron que retirarse.


E. El fin del USS Hornet

Kawaguchi intentó entonces una diversion y apuntó contra la pista Henderson, pero ya de su brigada quedaba bien poco, ya que había perdido más de la mitad de sus hombres. Como de costumbre, los japoneses no habían dejado ningún prisionero en manos de los americanos. Aunque anunciando haber rechazado al enemigo, el general Vandergrift subrayó que había sufrido pérdidas muy importantes, y solicitó urgentes refuerzos. Comenzaba a temer no ser capaz de seguir en posesión de la isla.

Los japoneses habían comprendido finalmente que no sería posible desalojar a los americanos de Guadalcanal con pequeños contingentes y ordenaron al Almirante Tanaka el hombre de quien dependía la eficacia del "Tokyo Express" que llevara a la isla unos 20.000 hombres y que pusiera también a su disposición artillería pesada. De este modo los americanos y los japoneses reforzaron al mismo tiempo las fuerzas que tenían en Ia isla, preparándose a un encuentro defensivo. Rápidamente el número de los marines subió a mas de 20.000, mientras aumentaban los aviones en la pista Henderson. Entre el 23 y 24 de octubre la batalla se encendió de nuevo en torno a Ia disputada base, pero después de veinticuatro horas de asaltos ininterrumpidos, el nuevo comandante, General Maruyama, fue obligado a retirarse porque el enlace de sus fuerzas con las de Kawaguchi (que debía haber atacado por otro lado) estaba roto.

Una vez más los japoneses fueron obligados a refugiarse en la jungla después de haber perdido casi 3.500 hombres. Al mismo tiempo, en aguas de Guadalcanal la flota aliada y la nipona se encontraban una vez más, no lejos del Cabo de Santa Cruz. Ya había habido antes otros encuentros en el mar. Especialmente en la noche entre el 11 y el 12 de octubre los japoneses habían interceptado un convoy americano que transportaba materiales a Guadalcanal, pero se habían visto obligados a retirarse después de haber sufrido importantes pérdidas. En las aguas del Cabo Santa Cruz tuvo lugar, sin embargo, una verdadera batalla de aniquilamiento.

Los aparatos del USS Enterprise y del USS Hornet avistaron a dos portaaviones japoneses y Fletcher lanzó en seguida sus bombarderos. Los portaaviones enemigos eran tres, el IJN Shekaku, el IJN Zuikaku y el IJN Zuiho, que a su vez habían hecho despegar sus aparatos. Mientras que los cazas japoneses impidieron que los americanos infligieran daños, la americanos dejaron infiltrarse a algunos incursores enemigos. El USS Enterprise fue casi alcanzado en el ascensor de los aviones y obligado a alejarse del teatro de la acción. El USS Hornetfue incendiado y echado a pique sin que nadie pudiera hacer nada por salvarlo.

Mapa de la victoria en Guadalcanal, enero a febrero de 1943
En Washington y Tokio habían decidido hacer balance y los resultados eran gravosos desde todos los puntos de vista. Los japoneses habían perdido inútilmente millares de hombres y no menos de 65 barcos y 800 aviones, en los cuatro meses de la Batalla de Guadalcanal. Las pérdidas americanas eran bastante altas, aunque no llegaran a tales cotas ni en hombres ni en aviones. Pero mientras para los americanos la pérdida de algunas naves y de aviones podía ser rápidamente remediada con material de nueva fabricación, los japoneses empezaban a darse cuenta de que no podían permitirse un derroche semejante de vidas humanas y de material.

El Alto Mando japonés discutió largo tiempo, en un debate enconado, sobre qué hacer y al fin prevaleció la tesis que pedía el reconocimiento de la pérdida de Guadalcanal. Los destructores de Rabaul recibieron orden de montar un ferry durante la noche para embarcar a las fuerzas japonesas supervivientes y si bien los americanos se mostraron muy activos, aquella fue la empresa mas brillante del Tokyo Express. El 9 de febrero de 1943 Guadalcanal estaba sólidamente en manos estadounidenses. El Alto Mando aliado había empezado así la reconquista del Pacífico.


F. Galería Fotográfica
IJN ChokaiIJN Chokai

USS EnterpriseUSS Enterprise

IJN AobaIJN Aoba

USS SaratogaUSS Saratoga

USS San JuanUSS San Juan

USS WaspUSS Wasp

USS North CarolinaUSS North Carolina

IJN FurutakaIJN Furutaka

IJN KakoIJN Kako

HMAS CanberraHMAS Canberra

HMAS AustraliaHMAS Australia

Martin ClemensMartin Clemens

El General Kawaguchi, sentado en el centro, con sus oficiales de Estado mayor

Vicealmirante Gunichi MikawaVicealmirante Gunichi Mikawa

Capitán de Corbeta Eric Feldt, en la fila de en medio, el segundo por la izquierdaCapitán de Corbeta Eric Feldt (en la fila de en medio, el segundo por la izquierda)

Teniente General Harukichi Hyakutake, jefe del Decimoséptimo ejército japonés encargado de recuperar GuadalcanalTeniente General Harukichi Hyakutake, jefe del Decimoséptimo ejército japonés encargado de recuperar Guadalcanal

Oficiales y 2º Contramaestres de la 3ª Fuerza especial de Desembarco Kure, que tomo Tulagi Gavutu el 3 de mayoOficiales y 2º Contramaestres de la 3ª Fuerza especial de Desembarco Kure, que tomo Tulagi Gavutu el 3 de mayo

General Alexander A. VandergriftGeneral Alexander A. Vandergrift

Coronel Frank B. Goettge oficial de la División de InteligenciaCoronel Frank B. Goettge oficial de la División de Inteligencia

El Almirante Halsey conversa con el Almirante Nimitz, durante las operaciones en GuadalcanalEl Almirante Halsey conversa con el Almirante Nimitz, durante las operaciones en Guadalcanal

El General Masao Maruyama, jefe de la 2ª División, SendasEl General Masao Maruyama, jefe de la 2ª División (Sendas)

Coronel Kiyomo Ichiki era el jefe de la fuerza de 900 hombres que atacaron a las fuerzas americanas en Alligator CreekCoronel Kiyomo Ichiki era el jefe de la fuerza de 900 hombres que atacaron a las fuerzas americanas en "Alligator Creek"

Comandante Eric FeldtComandante Eric Feldt

Vandegrift, el cuarto por la izquierda, junto a otros oficialesVandegrift (el cuarto por la izquierda) junto a otros oficiales

El humo se eleva del depósito de gasolina de Tanambogo que fue bombardeado por las fuerzas navales el 7 de agostoEl humo se eleva del depósito de gasolina de Tanambogo que fue bombardeado por las fuerzas navales el 7 de agosto

El Transporte de Tropas SS President Coolidge se hunde cerca de las playas de Guadalcanal, mientras su tripulación intenta salvarseEl Transporte de Tropas SS President Coolidge se hunde cerca de las playas de Guadalcanal, mientras su tripulación intenta salvarse

Estado en que quedó el USS Enterprise por las bombas de los Val japonesesEstado en que quedó el USS Enterprise por las bombas de los Val japoneses

Así apareció el ante Guadalcanal al alba del 9 de agosto, después de la audaz incursión de la escuadra de MikawaAsí apareció el ante Guadalcanal al alba del 9 de agosto, después de la audaz incursión de la escuadra de Mikawa

Bombardeo del islote de TulagiBombardeo del islote de Tulagi

Unidades de marines se encaminan a TulagiUnidades de marines se encaminan a Tulagi

El Portaaviones IJN Hiei, perdiendo aceite, es bombardeado por los bombarderos B-17 estadounidenses cerca de la Isla de Savo el 13 de noviembreEl Portaaviones IJN Hiei, perdiendo aceite, es bombardeado por los bombarderos B-17 estadounidenses cerca de la Isla de Savo el 13 de noviembre

El USS Washington abriendo fuego sobre el IJN Kirishima durante la batalla del 15 de noviembreEl USS Washington abriendo fuego sobre el IJN Kirishima durante la batalla del 15 de noviembre

El Crucero estadounidense USS Quincy se incendió y posteriormente se hundió como resultado del ataque de cruceros japoneses. Las llamas en el extremo izquierdo de la imagen son probablemente del crucero estadounidense USs Vincennes, el cual también se incendió a causa del enfrentamientoEl Crucero estadounidense USS Quincy se incendió y posteriormente se hundió como resultado del ataque de cruceros japoneses. Las llamas en el extremo izquierdo de la imagen son probablemente del crucero estadounidense USs Vincennes, el cual también se incendió a causa del enfrentamiento

El Crucero Australiano HMAS Canberra, al centro a la izquierda, protege tres buques de transporte aliado, al fondo y al centro a la derecha, que descargan suministros y desembarcan tropas en TulagiEl Crucero Australiano HMAS Canberra (al centro a la izquierda) protege tres buques de transporte aliado (al fondo y al centro a la derecha) que descargan suministros y desembarcan tropas en Tulagi

Vista desde el Crucero IJN Chokai durante la batallaVista desde el Crucero IJN Chokai durante la batalla

Los destructores USS Blue y USS Patterson evacuan a la tripulación del HMAS CanberraLos destructores USS Blue y USS Patterson evacuan a la tripulación del HMAS Canberra

El Crucero IJN Yubari alumbra con reflectores la fuerza norte de los Aliados durante la batallaEl Crucero IJN Yubari alumbra con reflectores la fuerza norte de los Aliados durante la batalla

Emblema de la 1ª División de Marines de los EE.UU. con el nombre de Guadalcanal bordado, privilegio que se ganaron por su valentía en la batallaEmblema de la 1ª División de Marines de los EE.UU. con el nombre de Guadalcanal bordado, privilegio que se ganaron por su valentía en la batalla

El Coronel Chesty Puller de la 1ª División de Marines, que dirigió la lucha en MatanikauEl Coronel Chesty Puller de la 1ª División de Marines, que dirigió la lucha en Matanikau

G. Fuentes


Crónica Militar y Política de La Segunda Guerra Mundial; Editorial Sarpe; Volumen Segundo; Depósito Legal: M.41.059-1982
Ejércitos y Batallas Nº 7: Guadalcanal; Ediciones del Prado; Autor: Joseph N. Mueller; ISBN: 84-7838-479-0

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Re: La Batalla Naval de Guadalcanal

Mensaje por guti99 » 12 02 2015 20:39

Muy bueno el articulo camarada.
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Re: La Batalla Naval de Guadalcanal

Mensaje por abhang » 13 02 2015 11:25

Excelente artículo, ameno y conciso sobre esta memorable y famosa batalla.

Gracias cocinilla, por el aporte.

Saludos.
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Re: La Batalla de Guadalcanal

Mensaje por albertoa » 13 02 2015 21:01

Buen artículo Cocinilla, de fácil lectura y con las operaciones navales muy detalladas.

Saludos.
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Re: La Batalla de Guadalcanal

Mensaje por Marklen » 13 02 2015 23:19

Muy buen articulo de la batalla de Guadalcanal, para mas detalle de la primera batalla naval de de la isla de Savo, ver en este enlace Batalla naval de la isla de Savo
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Re: La Batalla de Guadalcanal

Mensaje por James Doolittle » 15 02 2015 23:45

Excelente articulo de aporte al conocimiento de la batalla de Guadalcanal y sus personajes, muy completo
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