- INTRODUCCIÓN
- UBICACIÓN
- EL EQUIPO
- LA PARTIDA
- LOS HECHOS
- LA RETIRADA
- EL RESULTADO
- FUENTES
INTRODUCCIÓN
La presente historia, tal vez es una de las más importantes del accionar de los comandos en la Segunda Guerra Mundial, esta empezó con una carta.
Lord Selborne, ministro británico de Economía de Guerra, escribió a Churchill el 9 de mayo de 1942. La carta, a la que siguieron otras, señalaba un resquicio en el bloqueo naval inglés de Alemania.
A pesar del bloqueo, los barcos del Eje realizaban un activo tráfico entre el Japón y Europa, consistente sobre todo en materiales de importancia estratégica como caucho, estaño, petróleo y alimentos.
Uno de los más importantes puertos de tránsito era el de Burdeos, donde solamente entre mayo de 1941 a abril del 42 se habían descargado unas 25.000 toneladas de caucho con destino a Alemania e Italia. Si estos suministros continuaban al mismo ritmo, el fin de la guerra se prolongaría cada vez más.
UBICACIÓN
El Puerto de Burdeos se encuentra a unos 80 Km tierra adentro, en el golfo de Vizcaya; era muy activo para entonces, y está situado en el estuario del Garona. Se llega a él después de sortear las numerosas islas que se encuentran diseminadas en la desembocadura.
La naturaleza le daba una protección contra posibles ataques aliados, pero los alemanes lo reforzaron con numerosas defensas, entre patrullas navales y aéreas, además de baterías costeras y antiaéreas.
EL EQUIPO
Churchill estimaba necesario para una operación combinada sobre Burdeos, unas tres divisiones de infantería, más la correspondiente artillería, buques de guerra y aviones. Pero esta operación resultaba imposible, al menos para ese momento, ya que para los primeros meses de 1942, Alemania estaba en la cumbre de su poderío, además y por razones de orden político, no se habían iniciado todavía las incursiones aéreas sobre la Francia ocupada.
En julio de 1942 se reunió en Southsea, cerca de Southampton, a un grupo de jóvenes para formar con ellos una unidad llamada Royal Marine Boom Patrol Detachment (Patrulla de Vigilancia de la Marina Real).
Se nombró jefe de dicha unidad al mayor H.G. Hasler, gran entusiasta de los deportes náuticos, capitán durante 10 años y condecorado por su valor en Noruega en 1940. Hasler propuso al Almirantazgo, en 1941 la utilización de canoas para realizar acciones especiales secretas.
La idea tomó cuerpo, y Hasler diseñó y construyó un nuevo tipo de canoa, llamada "Cockle Mark II", lo suficientemente estable para llevar dos hombres con una impedimenta de 75 kgs cada uno, las bordas eran de caucho reforzado y el fondo plano y de madera, era lo bastante pequeña como para caber en el tubo lanzatorpedos de un submarino.
La técnica de instrucción de Hasler consistió, además de las caminatas nocturnas, ejercicios de inmersión y escalada, lectura de mapas en la oscuridad, navegar sirviéndose de remos ya que ambos tripulantes debían remar a igual cadencia y que aprendieran a enderezar el bote cuando éste zozobrara. De igual manera a distinguir perfectamente las siluetas de los barcos en la oscuridad.
Tampoco se dijo a los hombres que, una vez cumplida la misión, no serían recogidos por un submarino, sino que deberían hundir las canoas e intentar el regreso a través de España y Gibraltar; no cabía duda, una vez culminado el golpe, los alemanes registrarían a fondo el área en busca de las embarcaciones atacantes.
LA PARTIDA
Se eligieron seis canoas y dos tripulantes para cada una de ellas. Hasler seleccionó al marinero Bill Sparks como su acompañante en la canoa. La expedición se puso en marcha el 30 de noviembre de 1942. Los hombres estaban bien preparados, el agua se había convertido en su medio ambiente habitual, su moral no podía ser mejor. Los doce hombres y sus canoas fueron embarcadas en el submarino Tuna.
Durante la travesía se les explico con todo detalle el plan de operaciones. Se fijo un horario estricto para cada noche, en la que tendrían que cubrir el trayecto desde la desembocadura del Garona al puerto de Burdeos, mientras que durante el día buscarían escondrijo entre los cañaverales de las riberas durmiendo por turnos.
En las siete jornadas que duró la travesía, las dotaciones de las canoas se impusieron perfectamente. En la noche del 6 de diciembre de 1942, el Tuna emergió a unas cinco millas del litoral francés. Pero nadie sospechaba que el submarino ya había sido localizado por el radar costero alemán.
Las canoas fueron distinguidas de la siguiente forma:
Canoa Catfish: Mayor Hasler y Marine Sparks.
Canoa Crayfish: Cabo Laver y Marine Mills.
Canoa Cuttlefish: Teniente Mackinnon y Marine Conway.
Canoa Coalfish: Sargento Wallace y Marine Ewart.
Canoa Conger: Cabo Shear y Marine Moffat.
Canoa Cachalot: Marines Fisher y Allery.
LOS HECHOS
Se dieron pues, las ordenes para iniciar "Frankton", se abrieron los tubos lanzatorpedos. La primera canoa en salir fue la Cachalot, esta rozó el borde del tubo y se partió. La aventura había terminado para sus tripulantes.
Media hora después, las cinco embarcaciones restantes estaban en el agua, alejándose poco a poco del submarino, que volvió a desaparecer bajo el agua.
En la tranquilidad de la noche escuchamos de pronto un estruendo ensordecedor: era el de la marea al chocar contra los acantilados.
En nuestros mapas no venía señalado este obstáculo.
Una vez tomadas las debidas precauciones, nos lanzamos al encuentro de la resaca. Las canoas se agitaban con violencia bajo nuestro.
Nos reunimos a navegar en aguas más tranquilas, y observamos que faltaba un bote, era la Conger. Miramos en todas direcciones, y nada. Sparks, a mi espalda, emitió la contraseña con el silbato, pero no hubo ninguna respuesta desde el otro lado de la línea de espuma blanca.
Proseguimos nuestro rumbo un tanto apesadumbrados. De las seis canoas disponibles para el asalto, sólo quedaban cuatro.
Tratamos de ponerla a flote, pero las olas pronto volvían a volcarla. Mientras tanto, la corriente nos arrastraba a gran velocidad, y pronto atravesamos el canal situado entre tierra firme y la isleta Cordouan.
De repente, el Faro de Pointe-de-Grave se puso a lucir. Eran las dos de la mañana. Me veía obligado a tomar una grave decisión. La única posibilidad de vaciar la canoa era llevarla hasta la playa, más allí estaban los centinelas enemigos. "Tratad de hundirla", les dije, ordenando a Wallace y Ewart que se asieran a una de las demás embarcaciones. Uno de ellos se agarró a la nuestra.
Ahora ya sólo nos quedaban tres canoas. Avanzamos con lentitud, debido al peso de los dos hombres. A la luz del faro doblamos Pointe-de-Grave para adentrarnos por fin al estuario.
A las tres de la madrugada nos sentimos muy fatigados, tras siete horas de continuo remar. Los dos hombres asidos a los botes, igualmente se encoraban agotados, después de llevar más de una hora en el agua helada.
Por fin distinguí, a una milla de distancia, la confusa silueta del muelle Le Verdon. Resolví abandonar al Sargento Wallace y al marine Ewart, pues nos resultaría imposible luchar con la corriente arrastrando tan pesada carga.
Temblorosos de frío, ambos me miraron. "Comprendemos señor. Y gracias por habernos traído hasta aquí."Y se quedaron atrás.
A unos centenares de metros distinguimos las siluetas de tres destructores alemanes anclados en fila. Doblados sobre nuestra embarcación, navegamos a corta distancia de ellos.
A mitad de camino, uno de los barcos hizo señales en dirección al muelle. Seguimos adelante, y pronto se nos reunió una segunda canoa. Esperamos a la tercera, pero en vano (la Canoa Cuttlefish). Una vez en la quietud de la noche, nos pareció oír un grito , repetido por el eco; luego reinó el silencio de nuevo. Hacia un frío atroz. Lanzamos la señal convenida, pero no obtuvimos respuesta.
Sorprendidos y desengañados, aunque sin perder la moral, por haber quedado reducidos a dos canoas en el plazo de horas, continuamos remando.
De acuerdo al horario debíamos alcanzar el primer escondrijo. A las seis y media de la mañana realizamos el desembarco. Encontramos un pequeño lugar arenoso llamado Point aux Oiseaux. Con los miembros entumecidos arrastramos los botes hasta la arena. En las últimas once horas habíamos recorrido 26 millas. Junto se encontraba una hondonada, cerca de la localidad de St. Vivien. Después de un refrigerio mi hice cargo de la primera guardia, mientras Sparks y los otros dormían.
Por entonces, la vigilancia costera alemana ya sabía que estaba ocurriendo algo.
Dos horas después de que el radar detectara que el sumergible había vuelto a desaparecer, fueron capturados dos ingleses (presumiblemente Wallace y Ewart) que, según todos los indicios habían llegado por mar. los restos de su canoa, destrozada por la resaca, fueron localizados al día siguiente. Sin embargo, los alemanes no consiguieron sacarles nada sobre el resto de sus camaradas.
Hacia la media noche, Hasler y sus hombres reemprendieron la marcha. Esta vez, la navegación resultó mucho más fácil, gracias a las boyas distribuidas a lo largo del río. Sólo tenían que mantenerse paralelos a ellas. Seis horas más tarde desembocaron en la orilla oriental, tras la pequeña Porte de Colonge. El alba les obligó a buscar un nuevo refugio.
Prosigue H.G.Hasler:
En nuestro segundo descanso nos hicimos un poco de té y descansamos por turnos. Al poco tiempo nos estremeció la presencia de un avión de reconocimiento enemigo. Volaba tan bajo, que distinguimos perfectamente al piloto en la cabina.
Al estudiar el plan para la tercera noche comprobé que, de esperar la oscuridad, sólo dispondríamos de tres horas para remar con facilidad, a causa de la marea. Decidí partir antes, aun cuando en la playa había mucha gente. A la hora prevista llegamos a Ile de Cazeau.
Las riberas de la isla estaban bien protegidas por densos cañaverales; tras varios intentos de desembarco tropezamos al fin con un lugar donde pudimos ocultar el bote en medio de la vegetación.
Esta fue para nosotros la jornada más tensa; no pudimos cocinar ni fumar, y durante todo el día nos azotó una fría llovizna. Una pequeña arboleda nos separaba de una batería antiaérea alemana.
En la última noche, la del 10 al 11 de diciembre -dice Hasler-, el clima resulto ideal por primera vez. Navegamos por el centro del río a lo largo de las primeras dos millas, y luego seguimos bordeando los juncos de la orilla izquierda. Sobre las 22:00 horas doblamos un recodo del Garona, y divisamos varios buques de gran porte anclados en el muelle oriental.
Desembarcamos a las 23:00 horas y permanecimos en las canoas. La marea descendía y nuestros botes reposaban en el fango. Descansamos durante el resto de la noche y el día siguiente. Los cañaverales se alzaban a más de un metro de altura sobre nuestras cabezas, de modo que podíamos observar sin riesgo de ser descubiertos.
El comandante Hasler decidió trasladarse a la orilla izquierda del puerto. La otra canoa recibió orden de atacar los dos barcos que estuvieron observando durante el día.
Durante la jornada-sigue informado Hasler-guardamos en dos sacos nuestros útiles para la retirada. Poco antes del anochecer ordené preparar las minas y quitarles el seguro. La operación nos llevó más de una hora, pues había que disponer de 16 cargas adhesivas. Por último, nos camuflamos el rostro con grasa, y nos dimos un apretón de manos deseándonos suerte. A las 21:15 horas botamos de nuevo las canoas la marea alta nos facilito la navegación. No tardamos en distinguir una larga serie de barcos. Navegamos paralelamente al muelle y nos pusimos los pasamontañas. A partir de entonces, avanzamos al cobijo de los buques y el muelle.
Una vez rebasados los barcos, variamos de rumbo y nos dejamos llevar por la corriente hasta el barco más próximo, un mercante de gran tonelaje. Al llegar junto a la proa dejamos de mover los remos. Sparks aplicó el imán al casco, mientras yo colocaba la primera mina. Localizamos la sala de máquinas gracias al zumbido de los motores auxiliares; las voces de los tripulantes y el sonido de una pieza musical nos indicaron el alojamiento del personal.
Un poco más allá había una enorme barcaza: calculé que para hundirla se necesitarían dos minas. En unas remadas nos situamos junto a la proa. Me detuve en las proximidades de la sala de máquinas y Sparks aplicó en seguida un par de cargas.
Buscamos descansar un poco y nos detuvimos en la Ile de Cazeau. Oímos un ruido detrás de nosotros, y pronto vimos aparecer la canoa Crayfish, tripulada por cabo Laver y el marine Mills, los cuales se habían encargado de dos barcos.
Juntas de nuevo, las dos embarcaciones prosiguieron su postrer viaje entre la angosta franja líquida que separa de la tierra firma la Ile de Cezeau. El grupo se detuvo un poco más al norte de Blaye, entonces Hasler impartió la última orden a los hombres de la segunda canoa: <<Vayan a tierra y procedan con las instrucciones de retirada. Tras navegar aparejadas durante un trecho se separaron. Hasler la siguió con la mirada hasta que se perdió en la lejanía.
Los alemanes se llevaron una gran sorpresa al comprobar que, en la mañana del 12 de diciembre de 1942, en el puerto de Burdeos se hundía un barco detrás de otro. La operación Frankton procedía a su momento destructivo, cuatro unidades, perforadas por varias minas, se sumergieron hasta el fondo del muelle. Una barcaza y un petrolero resultaron seriamente averiados.
LA RETIRADA
El cabo Laver y Mills desembarcaron al norte de Blaye poco después del amanecer del 12 de diciembre, consiguieron marchar sin obstáculos durante un par de jornadas. Sin embargo, no pudieron conseguir trajes de paisano y, después de avanzar unos 30 Km, fueron detenidos por lo alemanes. Al segundo día del ataque, sólo había una dotación en libertad, a parte de Hasler y Sparks: era la que perdieron en la primera noche, cuando pasaron cerca de los tres destructores, junto al muelle de Le Verdon, se trataba de la canoa Cuttlefish. Al no tener contacto con los otros, MacKinnon y Conway siguieron adelante con su canoa. Al día siguiente mientras reposaban, no podían suponer que no lejos de ellos se encontraban sus compañeros. Durante la última noche de navegación hacía el objetivo, su canoa tropezó con un obstáculo submarino y quedo hecha pedazos.
Contentos por haber salvado la vida perdieron todo el material dispuesto para la huida.
En un pueblecito a 30 km al sudeste de Burdeos nos entrevistamos con la señora Jaubert, la cual prestó ayuda a los dos fugitivos y recuerda:
Dos días antes de la navidad de 1942 vimos desde la ventana de nuestra casa al señor Cheyreau, que caminaba junto a la vía. Le acompañaban dos forasteros. El nos dijo que eran ingleses y que procedían de Burdeos.
Experimenté cierta simpatía por ambos muchachos, pero mi esposo Louis y yo actuamos con precaución, no fueran informantes de los germanos. Durante la noche lavé sus ropas y note con gran alivio que tenían etiquetas inglesas en su ropa interior. Mackinnon a pesar de tener una rodilla lastimada, insistió en marcharse pronto, ya que nos exponían a un gran peligro con su presencia. Mackinnon me contó que saldrían para Bilbao. Al tercer día mi esposo Louis consiguió un paisano francés que ofreció guiarlos hasta el sur del país. Finalmente nos despedimos con gran tristeza, los dos eran muy corteses.
Pasado algún tiempo supimos con gran pesar, que ambos cayeron prisioneros de los alemanes.
Bill Sparks, nos relata detalles de la huida junto a su comandante H.G. Hasler:
Dejamos el puerto de Burdeos una vez realizado el ataque, eran las seis de la mañana, y debíamos pensar el modo de volver a Inglaterra. Calculamos que el viaje habría de durar casi seis meses.
Hasler y yo nos dirigimos a tierra, hundimos la canoa y luego echamos a caminar. Las primeras jornadas las hicimos a pie y de noche, ocultándonos durante el día. Tras muchos esfuerzos nos hicimos con ropas de paisano y encontramos algo de comida.
Al sexto día de marcha Hasler y Bill Sparks fueron a parar a una taberna donde se reunían elementos de la resistencia francesa, encargados de prestar ayuda a quienes huían de los alemanes. Después de pasarlos al otro lado de la línea de demarcación, ya muy vigilada entonces, consiguieron llegar a Lyon. Una vez allí se alojaron en una vivienda en el viejo barrio obrero. Hasler y Sparks tuvieron que esperar la ocasión de ser trasladados a Marsella, y desde allí al otro lado de la frontera, pasando por los Pirineos.
Dicha oportunidad se presentó a comienzos de marzo de 1943. Aquí fueron ayudados por el grupo español de evasión de Francisco Ponzán o llamada también la red Ponzán.
Hasler y Sparks llegaron a Gibraltar en abril de 1943.
EL RESULTADO
Hasler y Sparks fueron los únicos supervivientes de la operación Frankton. Al llegar a Inglaterra cumplieron con el penoso deber de informar a los familiares de sus compañeros desaparecidos. Con la excepción de los marines Fisher y Allery, tripulantes de la canoa Cachalot, que tuvieron que abandonar la misión al quedar su bote seriamente dañado, fueron los otros que permanecieron con vida. De la canoa Conger tripulada por el Cabo Shear y el marine Moffat, se determinó que murieron ahogados en las heladas aguas de la costa francesa. Del resto como sabemos fueron capturados y muertos por los alemanes. Sin embargo la operación para los fines aliados, resulto un éxito, es decir que el sacrificio y penalidades de estos hombres no resultaron en lo absoluto en vano.
FUENTES
PIEKALKIEWICZ JANUSZ, Grandes Guerras de Nuestro Tiempo. Espías, Agentes y Soldados. (1980) Editorial Bruguera Barcelona España. ISBN 84-02-06784-0.
Imágenes:
http://www.commandosveterans.org/cdoGallery/v/WW2/Coc
http://www.brunel.ac.uk/-acsrrrm/kayak/cockle.html
http://www.rma-highlands.org.uk/frankton.htm
http://www.worldnavalships.com
http://www.combinedops.com/