Asimismo, el empleo de paracaidistas y unidades navales fue de gran ayuda para el desarrollo de esta nueva forma de hacer la guerra.
Por supuesto, todo esto era realizado sin previo aviso, lo que ayudaba a incrementar el caos entre las filas enemigas.
Sin embargo, tanto las raíces como los fundamentos y dogmas de la Blitzkrieg son mucho más complejos.
Exponentes claros de ello son, por ejemplo, el fulminante avance persa sobre Las Termópilas, los rápidos progresos de Julio César por los campos de la Galia, los veloces avances de las mesnadas medievales por los feudos enemigos, el envolvimiento asombrosamente veloz de Napoleón por Austerlitz (sus tropas recorrieron, a pie, 101 kilómetros en dos días) o en Ulm, etc.
Ya por aquel entonces, los jefes militares comprendían la necesidad y ventaja de ataques rápidos y avances inmediatos sobre sus enemigos, que les brindasen la posibilidad de adentrarse profundamente en territorio hostil, huyendo de Victorias Pírricas (“Una victoria más y estamos perdidos”, Pirro de Épiro) y cosechando éxitos inmediatos sobre el enemigo, que no tendría tiempo para organizarse.
Sin embargo, la doctrina actual de la Blitzkrieg, aunque no muy diferente en puntos teóricos, si dista mucho en los puntos técnicos y de aplicación con la guerra relámpago de la Antigüedad.
Mas, la prematura muerte de este hombre, víctima del sadismo purguista de Stalin, hace que, en la mayoría de los casos, se le haya olvidado como creador de la guerra relámpago y haya sido sustituido por el insigne general Alemán Heinz Guderian (17 de junio de 1888, Klum – 14 de mayo de 1954, Schwangau), que logró introducir y, en ciertos aspectos, mejorar, la Blitzkrieg para el Tercer Reich alemán.
Hay una sencilla explicación del porqué de estas dos falsas creencias; los nazis fueron los primeros en emplear la guerra relámpago a gran escala y con éxito rotundo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Ya en el Período de Entreguerras (1919-1939), en la década de 1920, pensadores militares británicos, tales como el capitán Sir Basil Liddell Hart (31 de octubre de 1895, París – 29 de enero de 1970, Marlow), el general J. F. C. Muller o el general Martell (que influirían a Guderain en la elaboración de su libro “Achtung! Panzer!”, que sentaba las bases de la Blitzkrieg Alemana), desarrollaron tácticas para la guerra móvil moderna en las que postulaban que los tanques no sólo servían como fuerza bruta para ganar terreno, sino que podían quebrar y atravesar las líneas enemigas, yendo hacia la retaguardia y destruyendo al enemigo por el camino.
Sin embargo, la lenta motorización inglesa hizo que, para 1939, sólo hubiera una División Blindada en el Ejército británico.
Del mismo modo, Francia, gran potencia vencedora en la Primera Guerra Mundial, junto a Estados Unidos y Gran Bretaña, encontró entre sus filas a oficiales, como el por entonces coronel Charles de Gaulle (22 de noviembre de 1890, Lille – 9 de noviembre de 1970, Colombrey-l es-Deux-Églises), que apoyaba la movilidad en el combate.
Sin embargo, estas ideas no cuajaron en aquel país que, resentido por la atronadora cifra de pérdidas humanas durante la Gran Guerra, optó por continuar con la defensa estática y el ataque de posiciones, como demuestra la construcción de la Línea Maginot, que, supuestamente, defendería a Francia de modo infalible contra Alemania…
Por su parte, la Unión Soviética, colaboró con Alemania en el desarrollo de una guerra relámpago en profundidad, de amplio parecido a la Blitzkrieg.
Esta táctica fue muy apoyada por fervientes defensores de la motorización, como el general Kostantín Kostantínovich Rokkossovksy (21 de diciembre de 1896, Varsovia -¿?- – 3 de agosto de 1968, Moscú), o el ya mencionado Mijaíl Tujachevski.
En Alemania, el Reichwehr creó Comités de Oficiales Veteranos de la Primera Guerra Mundial que, en base a las experiencias vividas en las postrimerías de la Gran Guerra, cuando intentaron desarrollar un Cuerpo Móvil que desfasase la táctica de la guerra de posiciones aliada (y que fracaso estrepitosamente ante la muy deficiente y escasa motorización), y muy influidos por algunos oficiales prusianos de la Historia Militar alemana, como Karl Von Clausewitz (1780, Magdeburgo – 16 de noviembre de 1831, Silesia), Alfred Graf Von Schlieffen (28 de febrero de 1833, Berlín – 4 de enero de 1913, Berlín) o Helmuth Von Moltke (26 de octubre de 1800 – 24 de abril de 1891), terminaron por realizar Informes muy favorables al desarrollo de una doctrina de guerra relámpago, marcada por los dogmas prusianos de sorpresa, maniobra, rapidez, masa y envolvimiento.
Las bases y fundamentos de la Blitzkrieg pueden ser resumidos en un Decálogo de Dogmas, que establece cómo, y en qué circunstancias, debe llevarse a cabo la guerra relámpago:
- Sorpresa
- Amplitud de movimientos
- Maniobra
- Velocidad
- Coordinación
- Envolvimiento
- Masa
- Potencia
- Superioridad
- Afianzamiento
1. Sorpresa
Todos los ataques realizados mediante la doctrina de la guerra relámpago se llevaron a cabo de improviso, de forma que el enemigo quedara aturdido y sin capacidad de reacción el tiempo suficiente como para imposibilitar, mediante el avance, el envolvimiento y la velocidad, su reagrupamiento y la organización de una defensa suficientemente efectiva como para frenar el avance.
El primer punto se manifestó claramente el 1 de septiembre de 1939, cuando la Wehrmacht alemana inició su ataque sobre Polonia (Fall Weiss) sin previo aviso ni declaración de guerra (que vendría poco tiempo después, cuando ya era imposible evitar la confrontación).
También se manifestó la sorpresa en el ataque alemán del 22 de junio de 1941 contra la frontera soviética (Operación Barbarroja).
Tanto Francia, que contra todo pronóstico imaginable vio como Alemania flanqueaba y evitaba, en un primer momento, la Línea Maginot, y luego la arrasaba sin dificultad (Fall Gelb); como Bélgica, que vio cómo el “inexpugnable” Fuerte de Eben Emael era capturado, ante las narices de sus defensores (que se mantuvieron en la inopia durante el ataque, hasta que ya no pudieron hacer nada) por un lanzamiento sorpresa de fallschirmjaeger (paracaidistas alemanes), o los Países Bajos no pudieron prever, ni mucho menos detener, el ataque sorpresa.
2. Amplitud de movimientos
Uno de los talones de Aquiles de la Blitzkrieg fue la necesidad de disponer de amplios campos de batalla llanos, firmes, libres de obstáculos naturales, con clima aceptable (el fango, la nieve o la lluvia torrencial frenaba el avance de los automóviles), para maniobrar, ya que los blindados sólo podían servir como lanza de penetración si evitaban las ciudades (que les hacía tremendamente vulnerables y limitados en sus movimientos) y avanzaban a toda prisa por el campo, donde tenían superioridad sobre la infantería, que quedaba expuesta a la potencia de los blindados.
Así, la Blitzkrieg alemana fue fulminantemente efectiva a campo abierto en la estepa rusa (mientras esta se mantuvo “transitable”), tanto en 1941 (Barbarroja) como en 1942 (Fall Blau), en la campiña francesa (1940), o el desierto libio (Deutsches Afrika Korps del mariscal Erwin Rommel (15 de noviembre de 1891 – 14 de octubre de 1944)).
Así pues, sin espacios amplios y fáciles de recorrer, la Blitzkrieg quedaba muy limitada.
Ejemplos de ello son, tanto Stalingrado (los defensores no se separaban a más de 45 metros del enemigo, lo que imposibilitaba el apoyo aéreo, y los escombros retenían e impedían el avance de los carros), como Noruega (la presencia de terrenos escarpados, extensas áreas nevadas, fiordos, etc., detuvieron a los carros y frenaron considerablemente la velocidad de la tropa –amén de limitarse las salidas de aviones por la mala meteorología), o Moscú (el General Invierno ruso hizo imposible el avance de las tropas mecanizadas por la enfangada estepa, que se tragaba los vehículos y congelaba los motores (y a los soldados), etc.
3. Maniobra
La piedra angular de la Blitzkrieg, junto a la velocidad, es la maniobra.
Sin unos mandos militares capaces de desplazar estratégicamente sus tropas por el campo de batalla de forma que el enemigo quedase aislado en bolsas, y los objetivos se alcanzasen en breves períodos de tiempo, la guerra relámpago queda en una quimera.
Un ejemplo de ello es la continuidad de maniobras de las Divisiones blindadas en Francia (1940) o los rápidos y demoledores avances en Polonia (1939) y Rusia (1941).
4. Velocidad
Base principal de la Blitzkrieg, la velocidad daba al Ejército atacante una total ventaja sobre sus enemigos, siempre y cuando se supiese aprovechar la iniciativa que brindaba el atacar por sorpresa y con tanques.
La velocidad fue un factor clave en la rápida cosecha de victorias germanas entre 1939 y 1942 (“Velocidad, y más velocidad, y siempre velocidad fue el secreto… y esto requería audacia, más audacia y siempre audacia” mayor general Füller).
5. Coordinación
Dado que, para desarrollar una Blitzkrieg efectiva, es necesaria la combinación de artillería, aviación, infantería, tropa paracaidista y fuerzas blindadas, la coordinación entre todas estas armas era esencial.
Sin ella, los ataques relámpago se realizarían de manera desordenada, causando una demora en el avance y la efectividad del mismo.
Por ello, la Wehrmacht (que supo darse cuenta de la valía de una buena coordinación inter-arma) dotó a todos (o casi todos) sus carros blindados de radio, para que pudiesen contactar entre sí, con el Mando, y con la Infantería o la aviación, evitándose bombardeos sobre aliados o cargas de tanques sobre posiciones de Infantería del propio Ejército.
También los aviones fueron equipados con radios.
No fueron menos las tropas de tierra y paracaidistas que contaban con una compañía de radio por cada División.
Así, gracias a la coordinación entre las diferentes armas del Ejército, los alemanes lograron rápidos avances fructíferos sobre sus enemigos, que no gozaban de esa comunicación entre sus unidades, que terminaban por ceder y caer ante el aplastante avance coordinado de Infantería, caballería (tanques) y aviación.
6. Envolvimiento
El envolvimiento o embolsamiento, típica estrategia prusiana, fue vital para que la Blitzkrieg resultase efectiva.
Gracias a que las oleadas iniciales de tanques e infantería motorizada flanqueaban y aislaban los núcleos defensivos más difíciles de tomar (búnkeres, fuertes, ciudades, fortines, etc.), el ímpetu del avance inicial no disminuía con la progresión de la invasión.
De esta forma, por establecer un símil, el desarrollo de una invasión mediante la doctrina de la guerra relámpago, puede compararse a una inundación por el desbordamiento de un río: las aguas (tanques e infantería motorizada en la realidad) penetran en la ciudad (en la realidad, el país a invadir), arrasando con todo lo que haya por la calle (en la realidad, las defensas más expuestas –trincheras, alambradas, barricadas, etc.) y ocupando todos los resquicios libres.
Sin embargo, las aguas rodean y evitan a los edificios (en la realidad, ciudades, fuertes, búnkeres, etc.), que quedan totalmente bordeados, por los cuatro costados, del agua que no cesa en su avance hacia la periferia de la ciudad.
A posteriori, la artillería autopropulsada y la infantería a pie, apoyadas por pequeños grupos de tanques y bombarderos, se encargaban de los núcleos defensivos aislados durante el ataque inicial.
Un ejemplo real de este “envolvimiento” que acompañaba al avance de los carros, es la situación que se creó en 1941 durante la Operación Barbarroja: el implacable avance de los blindados alemanes arrasaba con todo a su paso.
Sin embargo, aquello que era demasiado difícil de tomar, era flanqueado por los cuatro costados y aislado, quedando como islotes en medio del avance principal.
Luego, una vez que la línea del frente, delimitada por los carros se retiraba hacia la profundidad de la estepa rusa, la artillería y la infantería atacaban esos pequeños núcleos de resistencia, que eran asolados con ayuda de la aviación (Luftwaffe).
7. Masa
Para que la Blitzkrieg sea efectiva, es necesario que el Ejército atacante esté compuesto por gran cantidad de efectivos bien pertrechados.
Y es que, aunque constituye otro de sus talones de Aquiles, la guerra relámpago requiere una superioridad numérica en el campo de batalla (y no en el papel) para ser efectiva.
Así, en Polonia 1939, los efectivos de la Wehrmacht (600.000) superaban en un 3 a 1 (aproximado) a las tropas del Ejército polaco (210.000).
Existen, sin embargo, excepciones que impiden (en parte) confirmar la regla de la superioridad numérica para la efectividad de la Blitzkrieg: el mariscal Erwin Rommel derrotó a los ingleses en África con un Ejército mucho menor.
Sin embargo, a la larga, la inferioridad numérica de los alemanes les costó la victoria.
8. Potencia
Para que la Blitzkrieg sea efectiva, además de velocidad, coordinación, masa y maniobrabilidad, es necesario el uso de una potencia militar superior a la enemiga.
Así, ante un panorama de guerra relámpago, tienen las de ganar los Ejércitos que cuenten con más (y más potentes) carros, vehículos de transporte, artillería y aviación.
Por ello, la tenencia de blindados con cañones de mayor calibre, alcance y precisión, con un blindaje más grueso, una autonomía mayor, etc., determinaba el éxito o el fracaso de un ejército sobre otro.
Asimismo, el poseer un mejor y más potente arsenal de Infantería brinda una ventaja que, combinada con un correcto adiestramiento de la tropa, acerca la victoria al bando mejor equipado.[/align]
9. Superioridad
La superioridad, esencial para el buen desarrollo de la Blitzkrieg, se conseguía mediante la combinación de la masa, la potencia, la coordinación, la velocidad, la maniobra y, ante todo, el número y la calidad de las tropas.
Así, la Wehrmacht alemana no tuvo mayores dificultades en aplastar a los anticuados ejércitos polacos, franceses, holandeses, belgas, luxemburgueses, noruegos, daneses, griegos y rusos (estos últimos solo en un principio), cuando pudieron desplegar a sus ingentes hordas increíblemente bien equipadas y entrenadas.
Aunque, en realidad, la superioridad más requerida por la Blitzkrieg era la Aérea, ya que los Junkers Ju Stuka, bombarderos en picado esenciales para llevar a cabo la guerra relámpago, necesitaban tener una total (o gran) superioridad aérea sobre el enemigo (esto es: que los cielos no fueran campos de batalla, sino meras carreteras de aire para uso exclusivo de la Luftwaffe).
Sin embargo, el correr del tiempo, que mermó sus fuerzas, y el tener que enfrentarse a mejores y mayores Ejércitos (tales como el norteamericano, canadiense, australiano, neozelandés, británico o ruso – después de 1942), hizo que el Ejército alemán perdiera iniciativa y poder y, en consecuencia, superioridad.
Esto provocó su caída, junto con el fracaso de su Blitzkrieg.
10. Afianzamiento
El punto último a cuidar en el desarrollo de una guerra relámpago es el poder afianzar el territorio conquistado.
Para ello, es necesario atender a varios requerimientos:
- Eliminar los focos de resistencia aislados en la retaguardia por el rápido avance y el envolvimiento.
- Crear Gobiernos títeres, dirigidos por oriundos del país conquistado, o de conquista, creados y formados por hombres de la propia nación, en la mayoría de los casos, militares, en los territorios conquistados.
- Impedir la aparición de Resistencia o guerrilla. Para ello es esencial la creación de Servicios Secretos que combatan las actividades partisanas y resistentes contra el propio ejército, y evitar que los soldados cercados en el avance inicial huyan y creen grupos de maquís o guerrilleros.
- Ganarse el favor de la población nativa. Y es que, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial con Alemania, la aparición de Einsatzgruppen (Escuadrones de la Muerte Itinerantes) favoreció la creación de Grupos de resistencia y generó rechazo y odio hacia los alemanes que, como en el caso de Bielorrusia, fueron acogidos, en un principio, como libertadores del yugo soviético.